México D.F. Lunes 15 de septiembre de 2003
CUMBRE DE CANCUN
La policía impidió a 22 campesinos
coreanos asistir a los funerales de su compañero
En Cancún cayó el señor Lee
y murió la OMC, afirman altermundistas
Ministros italianos fueron rechazados cuando quisieron
sacarse la foto ante la ofrenda
LUIS HERNANDEZ NAVARRO
Giovanni Alemanno y Adolfo Urso se persignan frente a
la ofrenda mortuoria del señor Lee. Esperan que se les autorice
colocar una ofrenda floral. Son los ministros italianos de Agricultura
y Comercio. Representan a la Unión Europea. Tres coreanos, indignados,
los encaran. Agitan sus sombreros de palma como se hace cuando uno quiere
deshacerse de las moscas. Los funcionarios, asustados, se marchan rumbo
a la camioneta blanca en la que llegaron al kilómetro cero.
Más campesinos coreanos llegan corriendo. Se colocan
frente al vehículo y golpean el cofre con la palma de la mano. Gritan
''Out/out/WTO''. En menos de un minuto cercan la camioneta. La tensión
sube. No habían objetado su presencia cuando, en una de las carpas
que ellos ocupan, los ministros se entrevistaron frente a la prensa con
los representantes de Vía Campesina. Pero les pareció inadmisible
e irrespetuoso que pretendieran tomarse la foto dando condolencias por
el muerto. Que dijeran lamentar el fallecimiento de quien se inmoló
contra lo que ellos representan.
Las patrullas se alistan para intervenir. Los coordinadores
piden calma. El carro no puede avanzar. Varios manifestantes lo zarandean.
Finalmente se tranquilizan un poco las aguas. Quienes obstruyen el paso
del vehículo se hacen a un lado. El chofer acelera. Los ministros
regresan de su aventura sin un rasguño.
Los mártires coreanos
A la lista de mártires que cuentan con monumento
a las faldas del Cerro de la Cruz en Tepepan habrá que añadir
el nombre de Lee Kyung Hae. Por lo pronto, en el kilómetro cero
de Cancún tiene ya una sepultura simbólica provisional. Muy
pronto, según declaró Alberto Gómez, coordinador nacional
de UNORCA, tendrá uno definitivo en el lugar donde se clavó
un puñal en el corazón.
La
ofrenda provisional está hecha en madera. Tiene más de 12
metros de largo y como tres de largo. Se eleva del suelo 75 centímetros.
Está pulcramente pintada de blanco. Decenas de macetas con hules,
palmas y otras plantas tropicales la rodean. Al centro se encuentra la
fotografía del señor Lee, rodeada de crisantemos.
Luce un poco más serio que en otras. Una pieza de cerámica
blanca en un escalón más abajo sostiene varias barritas de
incienso. A la izquierda se coloca una manta con símbolos coreanos
pintados en verde; a la derecha, una bandera de Corea del Sur. Sus colores
rojo y azul contrastan con el verde y blanco que dominan la escenografía.
Allí se realiza la mañana del 14 de septiembre
el memorial en su honor. Un homenaje con muchos oradores, entre los que
se encuentra Lee J. Hae, su hija, que viajó desde su tierra para
recordar a su padre, dar las gracias y pedir ayuda ''para vivir al máximo
por este camino que él nos enseñó''. Allí se
dirige la multitud para celebrar jubilosa el fracaso de la reunión
de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
El maestro de ceremonias pide calma. Una ocasión
así no puede celebrarse con el acelere tradicional de los activistas.
Dueños del tiempo, los coreanos marcan el ritmo de la reunión.
Los discursos son breves. Trazan una semblanza de su compañero y
del sentido de su vida y de su muerte. El acto adquiere la disciplina,
organización, reciedumbre y consistencia de todas las iniciativas
que los coreanos han desplegado durante las protestas.
¿Quién era el señor Lee? Según
sus compañeros, un padre que había recibido con gran alegría
la próxima boda de su segunda hija para el 29 de septiembre. Un
hombre que dejó a su madre y tres hijas. Un individuo condecorado
por su gobierno y reconocido por Naciones Unidas. Un personaje admirable
al que se le realizan en su país ceremonias fúnebres por
todos lados. Cualquier cosa menos un loco.
Lee Hyung Hae nació en 1947. Tenía 56 años
cuando murió. Graduado de la facultad de agronomía, dedicó
su vida al desarrollo agropecuario y a los campesinos. Debido a ello fue
condecorado por el presidente de su país en 1986 y se hizo merecedor
al Premio al Agricultor Mundial de la FAO en 1988.
Dirigente de la Federación Coreana de Agricultores
Avanzados, fue también elegido en 1995 consejero del gobierno regional,
función en la que, de acuerdo con sus compañeros, llevó
la voz de los campesinos. Seis años más tarde, en 2001, fundó
el primer periódico para los campesinos de su país.
A partir de la década de los noventa Lee hizo de
la lucha en contra de la liberalización comercial pactada en la
ronda Uruguay una de las grandes causas de su vida. En 1991 intentó
inmolarse en protesta contra la ronda. Los acuerdos tomados desmantelaron
el sistema de subsidios agrícolas y empobrecieron drásticamente
a los campesinos coreanos. ''Yo digo -afirmó Lee- enfáticamente
que la ronda Uruguay fue una apuesta fraudulenta de un grupo de políticos
que necesitaban trasladar a otros países los problemas que les producían
dolores de cabeza, junto con las grandes corporaciones multinacionales
y algunos académicos cuadrados. Hay que decir la verdad ahora y
regresar al comienzo: hay que excluir a la agricultura de la OMC''.
El 23 de febrero de 2003 el señor Lee colocó
una tienda de campaña frente a las oficinas de la OMC en Ginebra,
Suiza, para protestar contra el primer borrador de un acuerdo agrícola
elaborado por Stuart Harbinson, presidente del comité de agricultura.
El 20 de marzo comenzó una huelga de hambre exigiendo que la agricultura
saliera de la OMC. Demandó también un encuentro con Supachai
Panitchpakdi, director general de la institución. La reunión,
por supuesto, nunca se realizó.
En su testamento político, el señor Lee
escribió: ''No se preocupen por mi cuerpo. Lo más importante
es el sacrificio que hago por mis compañeros''.
El absurdo
Aunque hasta a los presos más peligrosos se les
deja salir temporalmente de la cárcel para asistir al entierro de
sus seres queridos, el gobierno mexicano decidió en esta ocasión
impedir la asistencia de un grupo de 22 campesinos coreanos a los funerales
del señor Lee.
A las 9:30 de la mañana el grupo salió de
su hotel rumbo al kilómetro cero a bordo de un autobús
de línea. En uno de los múltiples retenes colocados en la
zona hotelera, fueron detenidos por la policía. Los mexicanos que
se encontraban a bordo fueron obligados a bajar. Escoltado por una patrulla,
el vehículo fue desviado de su ruta ordinaria y conducido por carretera
en un recorrido de una hora y 45 minutos.
-¿Adónde vas? -le preguntaron los coreanos
al conductor. No tuvieron respuesta. Entonces amenazaron con arrojarse
del camión uno a uno si no se detenía. El chofer paró
y los coreanos se sentaron bloqueando la carretera. Exigieron que se llamara
a su embajada y se levantaron cuando la policía accedió a
cumplir sus demandas. Fueron trasladados hasta el kilómetro cero
pero no pudieron asistir a la ceremonia.
El secretario de la embajada, Koo Von Woo, tuvo una reunión
con ellos en las carpas. Estaban indignados. ''Nos han estado hostigando.
No paran. No nos dejan pasar. Nos interrogan'', dijo su vocero al diplomático.
''¿A cuál de nuestros funcionarios se le habrá ocurrido
esta venganza?'', preguntó un dirigente campesino mexicano.
El segundo Seattle
La ceremonia se torna cada vez más emotiva. La
comunión que se vive, que se ha formado durante estos intensos días,
va más allá de las palabras. La inmolación y la lucha
compartida contra la OMC han forjado una nueva comunidad. Los discursos
en coreano son traducidos al inglés y luego al español. Con
todo, no pierden dramatismo. ''Te llamamos y no respondes. ¿Es realmente
realidad o es un sueño? ¿Nos estás mirando ahora?
-pregunta una mujer con lágrimas en los ojos-. Eres nuestro nuevo
mártir coreano, que ofrendaste tu vida a la lucha contra la OMC.
Eres nuestro hermano. Ahora eres también el hermano del mundo entero.
Del otro lado del mundo mucha gente conmemora tu muerte''.
Al hablar frente a la congregación, Rafael Alegría
cita a José Martí: ''Cuando se hace el bien, la muerte no
es verdad'', dice, y recuerda el bien que hizo su compañero coreano.
Cuando la hija de Lee pasa a dejar frente a su fotografía un arreglo
floral, una mujer comienza a cantar: ''Yo no puedo callar/no puedo pasar
indiferente/ante el dolor de tanta gente''. El yerno y la hermana del señor
Lee se abrazan y lloran.
Para concluir la ceremonia, los asistentes reciben un
crisantemo blanco que levantan en alto. Luego hacen una larga cola y pasan
a depositarlo frente a su imagen.
Presente en la ceremonia, visiblemente impactado, Pat
Mooney, hizo un balance del encuentro de la OMC. ''Cancún será
recordado como el sitio donde el granjero cayó, pero también
como el lugar en el que la OMC murió. Su agonía comenzó
en Seattle pero está culminando en Cancún. La OMC está
herida de muerte, tiene la semilla de la muerte en su interior''.
Cómo se verían las cosas dentro de la reunión
que, a nombre de la Unión Europea, dos ministros italianos solicitaron
una entrevista con Vía Campesina. Querían hacerla a prudente
distancia del campamento campesino. Terminaron aceptando que se realizara
donde los coreanos viven, frente a la ofrenda al señor Lee.
Al llegar se les pidió que antes de entrar a las
carpas se descalzaran como hacen los coreanos y, en una muestra de humildad,
los italianos entraron en calcetines.
Salvo ofrecer diálogo para el futuro, los funcionarios
no tenían mucho más que dar. Querían una foto, la
imagen pública de su voluntad negociadora, de su piedad. Con mucha
amabilidad Rafael Alegría los recibió, los escuchó
y les dio a conocer sus puntos de vista. Les dijo que lo que Vía
Campesina quería era sacar a la agricultura de la OMC y reivindicar
la soberanía alimentaria. Explicó cómo los subsidios
a la exportación de la Unión Europea están destrozando
las economías de los pequeños productores del tercer mundo,
y por qué la OMC es irreformable. Fue entonces cuando los ministros
expresaron su deseo de colocar una ofrenda floral a la memoria de Lee.
Rafael les dijo que había que consultarlo con los coreanos.
Los funcionarios hicieron unas declaraciones para la prensa
y se dirigieron frente a la ofrenda funeraria. Cuando comenzaron a persignarse
llegaron los primeros coreanos ofendidos, agitando sus sombreros. Los ministros
tuvieron su foto, aunque no fue exactamente como la querían.
Pero, más allá de fotografías y enconos,
la noticia del fracaso de la reunión de la OMC levantó entre
los altermundistas una ola de júbilo. Esta noche Cancún
vivió la fiesta. Y vaya fiesta que vivió.
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