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México D.F. Lunes 15 de septiembre de 2003

REPORTAJE /EL GRITO ENTRE FUEGOS

El país ocupa el segundo lugar de AL en calidad artesanal

En México, sólo tres talleres de pirotecnia de nivel mundial

Lux Pirotecnia, ubicada en la comunidad mexiquense de Zumpango, es una de las pocas empresas de manufactura rigurosa; incluso ha participado en competencias a escala internacional

Si hay algún suceso que haya sacado a la humanidad de la oscuridad y el miedo en que vivía en la época prehistórica, ese es, sin duda, el descubrimiento del fuego. El dominio de este elemento sirvió, primero, para resguardarse del frío y develar, aunque sea un poco, los misterios de la noche. Después adquirió un carácter ritual y su presencia entre las civilizaciones fue considerada un favor de los dioses, aunque conseguirlo no fue fácil; sólo hay que recordar la hazaña de Prometeo, quien robó el fuego a las deidades griegas y sacrificó su vida para llevar la luz a los hombres.

En la actualidad, los fuegos artificiales o juegos pirotécnicos son una de las muestras más claras del cariz festivo y alegre que traen las llamas, cuando se saben utilizar bien. En las tradicionales fiestas del 15 de septiembre no pueden faltar los sorprendentes crisantemos de colores, que parecen abalanzarse sobre quien los mira, los toritos que persiguen a los paseantes en las ferias o los simples cohetes y buscapiés, que hacen ruido al estallar y dejan un pequeño haz de luz en la oscuridad.

Entre el arte, la técnica y el riesgo

Desde hace ya 10 años, Jorge Márquez y Juan Ortega, junto con un equipo de artesanos con mucha experiencia, han sostenido el proyecto de Lux Pirotecnia, una de las empresas mexicanas con mayor idea de lo que significa hacer fuegos artificiales a escala de competencias internacionales.

Desde su taller, en la comunidad mexiquense de Zumpango, Márquez explica a La Jornada el proceso de elaboración de estos vistosos elementos de diversión en las fiestas de todo el mundo. El primer paso es el tratamiento adecuado de los elementos químicos que dan vida a los fuegos artificiales, como cloratos, nitratos y percloratos, de uso muy delicado por su carácter explosivo.

El nitrato, base de la mayoría de los artificios, debe filtrarse muy bien, para dejar un polvo libre de impurezas que se pueda mezclar con pólvora y otros elementos que le dan color. El cobre produce el azul, el sodio el amarillo, el estroncio el rojo y el bario, el verde. Las proporciones dan las mixturas adecuadas de color y producen ese efecto tan difícil de describir con palabras cuando se ve en todo su esplendor, iluminando el cielo.

Una vez hecha la mezcla, lo que procede para realizar marcos con figuras luminosas es rellenar a mano unos pequeños contenedores de barro o cartón con la mezcla explosiva, matizada con algún otro colorante artificial para que al estallar, los otros artesanos no puedan distinguir con exactitud los ingredientes de la receta original. No sólo los grandes cocineros guardan con tanto celo sus creaciones mágicas.

Los diseños corren a cargo de don Alejandro Ramos, uno de los mejores dibujantes en fuegos artificiales del país. Muchos de los rostros iluminados que hemos visto de Hidalgo, Morelos y la Corregidora, o de imágenes religiosas tradicionales, como la Virgen de Guadalupe, han sido forjadas en su imaginación y en sus manos. "Dibujar tiene su gran chiste: si amontonas muchos fuegos sólo produces un borrón de luz sin forma, y si pones mucho espacio entre ellos, la forma no se entiende", explica Jorge Márquez.

Las fiestas en los pueblos pequeños son una cantera inagotable de nuevas creaciones para los pirotécnicos. Para una celebración en particular, les dan imágenes de los santos patronos homenajeados, como San Pedro Apóstol o la Virgen de San Juan de los Lagos, para que ellos los plasmen con fuego. Uno de los dibujos creados por don Alejandro que más éxito han tenido por su nitidez y calidad es el del escudo nacional, con las alas del águila perfectamente definidas mientras devora a la serpiente.

En el caso de los fuegos artificiales más espectaculares, los que estallan en el cielo en mil colores, el proceso de fabricación es un tanto diferente. Para ello, se requieren bolas de plástico (bombas) de diferente capacidad, que van desde tres, cuatro, seis, ocho, diez y 12 pulgadas, según se quiera el tamaño del crisantemo.

Las bombas son rellenadas con "bolitas de color", pegadas a la pared del artefacto, y recubiertas con partículas de pólvora negra. La bomba ya preparada se recubre con 18 capas de papel y se deja secar; al final se le coloca una mecha de hilo de algodón con papel kraft, que acelera la marcha de la chispa.

Se lanzan al aire mediante impulsores de pólvora y con un mortero de cartón, y alcanzan alturas que van de los 120 a los 500 metros. Los artificios abren en el cielo en un radio de 60 a 320 metros, dependiendo del tamaño de la bomba.

Cada bomba tiene una o varias mechas, para asegurar que se produzca como debe ser el estallido en el aire. En algunas parte del proceso de elaboración, se contratan más mujeres que hombres. "Son más finas y hábiles con las manos, y además faltan menos", admite con una sonrisa el maestro artesano.

El talento artístico y mercadotécnico de Lux Pirotecnia los ha llevado incluso a participar en concursos internacionales representando a México: los dos más recientes se efectuaron en las ciudades canadienses de Quebec y Calgary, para montar un espectáculo de pirotecnia sincronizada con música. "En el Global Fest 2003, en Quebec, los organizadores tenían mucha curiosidad de ver nuestro trabajo. Al final les gustó mucho y nos dijeron que habíamos sido los únicos en entender el espíritu del evento, de convivencia entre todas las culturas.''

Al final, el american power de la delegación estadunidense (con música rock todo el tiempo, sin pausas, llenando siempre el cielo con todo el material que tenían) quedó muy lejos conceptualmente del estilo más integral y emotivo de los mexicanos, sin tener que hacer concesiones al folclorismo. "Hasta el final del espectáculo, de 20 minutos, unos colegas me alcanzaron para felicitarme; me dijeron que el final los había hecho llorar", cuenta Márquez.

Un arte milenario

La elaboración de artificios explosivos hechos con pólvora es un invento con patente china. Los cohetes ya se fabricaban en el siglo VI en el país asiático, entonces separado en múltiples provincias y feudos, y este arte se extendió a Arabia en el siglo VII.

Los escribanos chinos aseguran haber fabricado pólvora (hecha con nitrato de potasio, azufre y carbón de leña) en la dinastía Sung (960-1279), y en sus crónicas ya mencionan el uso militar de cohetes en sus guerras contra los ejércitos mongoles, en 1279. La mayoría de los historiadores coincide en que fueron precisamente los mongoles quienes introdujeron el descubrimiento en Europa alrededor de 1241. Unos diez años después, aparecieron los primeros registros oficiales de uso de pólvora en el viejo continente.

Los europeos profundizaron el estudio del explosivo y encontraron nuevas posibilidades para su uso, incluidas las militares, con la fabricación de cañones y fusiles. La escuela italiana desarrolló su veta artística, mientras que los alemanes aceleraron los avances científicos.

Para mediados del siglo XVII, los fuegos artificiales ya eran un entretenimiento muy común en toda Europa. En España hay una gran tradición de uso desde el siglo XIV, sobre todo en la costa mediterránea, gracias a la influencia de los árabes. En la localidad vasca de San Sebastián, las festividades populares dieron lugar desde 1954 a un festival internacional de fuegos artificiales, en el que participan representantes de todas partes del mundo.

En México, el uso de los juegos pirotécnicos se hacia el siglo XIX, por influencia española, aunque se tienen noticias de que los pueblos mesoamericanos ya manipulaban el fuego con un sentido ritual y festivo en la época precolombina.

En la actualidad hay varios países que destacan en la elaboración artística de los fuegos artificiales. "España e Italia tienen muy buena calidad de materiales y buenos montajes: Japón hace unos fuegos prácticamente perfectos, China ha elevado mucho su calidad y exporta en grandes cantidades a Estados Unidos, el país que más consume pirotecnia en todo el mundo", explica Jorge Márquez. En América Latina, el primer lugar lo ocupa Brasil y el segundo México, donde sólo hay tres talleres que reúnen las condiciones de calidad, creatividad y seguridad para competir a escala internacional.

Los riesgos de iluminar el cielo

En nuestro país, los accidentes por la elaboración de artefactos pirotécnicos son más frecuentes de lo que cabría desear. El manejo, mezcla y almacenamiento de las sustancias explosivas requieren de ciertas medidas de seguridad que no cumplen todos los talleres, y como no hay hasta el momento una legislación que regule adecuadamente esta actividad, el mercado negro y la clandestinidad se reproducen.

Por anacrónico y absurdo que parezca, los juegos pirotécnicos están contemplados como parte de la Ley de Armas de Fuego y Explosivos, sancionada en 1963, y que se refiere más bien a aspectos militares. En septiembre del año pasado, el entonces diputado priísta Alvaro Vallarta Ceceña propuso modificar esta ley para darle cobertura legal a las más de 50 mil familias que se dedican a esta actividad en todo el país, y sobre todo en el municipio mexiquense de Tultepec, donde se fabrica 25 por ciento del total de los cohetes.

La iniciativa, que además proponía cursos de capacitación y el abandono de materiales muy peligrosos -como el clorato de potasio-, tuvo una bienvenida tibia y no logró concretarse en esa legislatura. Sin embargo, la urgencia de evitar más catástrofes rindió de alguna forma sus frutos, y luego de una serie de reuniones entre el gobierno, cuerpos de seguridad pública y organizaciones de artesanos, se acordó la formación del Instituto Mexiquense de la Pirotecnia, que entrará en funciones el próximo octubre.

El tiempo, sin embargo, sigue corriendo, y con él los accidentes. El puerto de Veracruz comenzó este año con una violenta explosión en el mercado Miguel Hidalgo, provocada por un almacén clandestino de fuegos artificiales, con un saldo oficial de 28 muertos, 35 heridos y 52 desaparecidos.

En septiembre de 1999 estalló una fábrica de artificios también clandestina en Celaya, dejando 56 muertos y cerca de 350 heridos. La mayoría de estas desgracias siguen ocurriendo en el Estado de México, sobre todo en Tultepec, la meca de la pirotecnia. Tan sólo en 2002 hubo 46 explosiones en depósitos no regulados de pólvora, lo que dejó 12 muertos y decenas de heridos.

Los trámites para sacar una licencia para operar fuegos artificiales son relativamente sencillos, cuenta Jorge Márquez. El problema es que en los hechos sólo se trata de un "permiso para pedir permiso", y que nada garantiza el respeto a la ley: si el documento es cancelado, se expide otro con esa indicación, pero nunca se quita el documento anterior. Así se puede trabajar fuera de la ley por tiempo indefinido.

Mientras esto se resuelve, Lux Pirotecnia fue invitado a inaugurar el próximo festival canadiense de la especialidad, gracias a su destacada actuación. El trabajo tiene su dosis de peligro, es cierto, pero a final de cuentas todo en la vida es un riesgo. "En el carnaval de Mazatlán -cuenta Márquez-, los bomberos no me dejaban instalar porque decían que los fuegos eran muy peligrosos. Pero se trabaja para reducir ese factor al mínimo. Yo les decía que es más peligroso caminar por estados donde hay mucho narco; ahí sí puedes salir muerto en cualquier momento".

FERNANDO CAMACHO SERVIN

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