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E D I T O R I A L
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México D.F. Lunes 15 de septiembre de 2003

 

CANCUN, ¿WATERLOO DE LA OMC?

El fracaso de un esfuerzo de regulación internacional de la magnitud del realizado en Cancún a lo largo de los cuatro días recientes no debiera ser, en principio, motivo de júbilo y festejo. Sin embargo, si se tienen en mente los propósitos que animaban a las representaciones de Estados Unidos y la Unión Europea en la quinta Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio, infructuosamente efectuada en ese centro turístico del Caribe, cabe concluir que la imposibilidad de alcanzar acuerdos en el encuentro resulta preferible a lo que pudo haber sido un convenio catastrófico para los países subdesarrollados, incluido el nuestro, e incluso para grandes exportadores agrícolas del primer mundo, como Canadá y Australia.

Cabe recordar que Washington y Bruselas llegaron a Cancún con la determinación de imponer un acuerdo mundial en materia de comercio agrícola que dejara a salvo los enormes subsidios que ambos bandos otorgan a sus respectivas producciones agrícolas, que a cambio no estaban dispuestos a ofrecer prácticamente nada a las naciones pobres que, obligadas por los organismos financieros internacionales y traicionadas por sus propias oligarquías neoliberales, han abierto ya sus mercados a las importaciones agrícolas y se encuentran, por consiguiente, completamente inermes ante esos subsidios que representan, en el ámbito de la producción de alimentos y otros productos del campo, lo mismo que el dumping en el terreno de la industria: competencia desleal orientada a destruir la capacidad productiva de otros países.

Los ministros de Comercio y Economía de las grandes potencias económicas no incluyen en sus cálculos las tragedias humanas, sociales y políticas que provoca cada nueva ofensiva contra el campo en países que, como el nuestro, han abierto sus fronteras de manera incauta (por decir lo más suave) a la inundación de productos agrícolas subsidiados. Por desgracia, muchos funcionarios de las naciones potencialmente afectadas tampoco parecen haberse preocupado ni mucho ni poco por las gravísimas consecuencias que habría implicado la imposición de los desequilibrados y depredadores términos de intercambio que propugnaban en el encuentro de Cancún Estados Unidos y la Unión Europea.

La resistencia a esa perspectiva aterradora provino, principalmente, de los activistas y luchadores sociales, representantes de movimientos y organizaciones de muy diversos países, que no sólo escenificaron choques con los cuerpos del orden, sino también formularon propuestas alternativas, lúcidas y responsables, a los demenciales afanes de los gobiernos industrializados por imponerse al resto del mundo. La presión ejercida por los altermundistas sobre los ministros reunidos en Cancún desempeñó en esta ocasión un papel destacado en el venturoso fracaso del encuentro. Entre las propuestas y las protestas de los activistas, sin duda la acción más conmovedora fue el suicidio del dirigente campesino sudcoreano Lee Kyung Hae, quien el primer día del encuentro se clavó una navaja en el corazón en protesta por los efectos de la apertura comercial indiscriminada sobre los campesinos de todo el mundo.

Si en el futuro se logra construir, en el seno de la OMC o fuera de ella, un acuerdo de comercio agrícola internacional que no ahonde las actuales desigualdades ni agrave las tragedias sociales provocadas por el libre comercio en el campo de numerosos países, sino se proponga corregir en alguna medida las lacerantes y peligrosas asimetrías que padece la humanidad, tal medida será aceptada y respaldada por los movimientos y los organismos sociales lúcidos de todo el mundo. Pero no era eso lo que se cocinaba en Cancún, sino un acuerdo de signo contrario; en esa medida es un alivio que haya fracasado. En lo inmediato, el futuro del organismo que tendría que regular los intercambios comerciales planetarios resulta incierto y sombrío, y bien puede ocurrir que los historiadores del porvenir vean en Cancún el Waterloo de la Organización Mundial de Comercio.
 

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