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México D.F. Miércoles 17 de septiembre de 2003
Ana martín, Arantzazú Saratxaga, Josú Egireun y Paul Nicholson
Fracaso de la OMC, victoria de la humanidad
La Organización Mundial de Comercio (OMC) ha concluido su quinta cumbre ministerial con un estrepitoso fracaso. Un fracaso en tierras donde se recuerda que llevamos más de 500 años resistiendo. Ha fracasado a pesar de las enormes presiones que tanto las corporaciones trasnacionales como Estados Unidos y la Unión Europea han venido ejerciendo sobre los países en vías de desarrollo y, en especial, sobre el Grupo de los 21, encabezado por Brasil. Presiones y sobornos, porque, en un desesperado intento de última hora, a Brasil se le ha prometido ser aceptado en el bloque de países desarrollados (con todos los beneficios que ello conlleva en la OMC) para romper la cohesión del grupo. Brasil se ha negado en redondo (entre otras razones porque era como echarse la soga al cuello) y al final Zellick, el representante comercial de Estados Unidos, no ha podido ocultar su rabia y ha manifestado que "a Cancún algunos hemos venido a trabajar y otros no han venido a trabajar. Eso es lo que ha ocurrido".
Los movimientos sociales que hemos estado protagonizando las protestas contra esta cumbre en Cancún tenemos una percepción muy diferente. Eramos conscientes de que desde Seattle, donde no se pudo iniciar la ronda del milenio, la OMC estaba tocada del ala, que había que realizar un gran esfuerzo para hacerle fracasar y que se estaba en buen camino. Un camino que ha superado la prueba de los atentados del 11/9 y la dificultad de desarrollar las protestas durante la cumbre en Doha (Qatar).
Sabíamos que acudíamos a Cancún en un contexto en el que la crisis interna de la OMC era visible: durante el proceso previo no se había logrado un documento de consenso para encarrilar las negociaciones. También éramos conscientes de que, a pesar de las dificultades que había para organizar la movilización en estas latitudes del planeta, iba a ser masiva, porque contábamos con la enorme solidaridad internacional que logró recoger fondos para que 10 mil campesinas y campesinos y comunidades indígenas se incorporaran a la movilización, y además se contaba con la movilización juvenil y de los sindicatos. Al final, más de 20 mil personas contra la OMC por las calles de Cancún.
Pero quizá más importante que la movilización han sido sus características. Por una parte, esa marea verde (el color de los pañuelos y las gorras de Vía Campesina) que inundó las calles el día 10, en la que el factor humano era determinante, porque se trataba de comunidades indígenas y campesinas que llegaron desde el México profundo e, inclusive, desde Corea, con el mensaje de que la OMC les robaba la vida y que era urgente hacer fracasar la cumbre y, por otra, una comprensión política clara -sobre todo tras la constitución del grupo de los 21- de que para hacer fracasar la cumbre era necesaria una presión fuerte de los movimientos sociales.
Por ello se articularon dos dinámicas de lucha: lo que aquí se denominaba inside (dentro de la cumbre) y outside (en la calle). Desde el primer día las protestas se dieron en el interior del palacio que albergaba la cumbre (por conducto de delegados y delegadas de ONG y organizaciones sociales), entorpeciendo los actos oficiales, y en la calle con manifestaciones masivas y acciones de todo tipo para crear un clima de caos e inestabilidad.
Y como se tenía conciencia de la crisis en la que se desenvolvía la cumbre, se optó por radicalizar la lucha, transgrediendo las reglas establecidas por ellos, especialmente la valla roja que impedía el acceso al Centro de Convenciones.
Por eso el día 10 fuimos a romper la valla y, aunque en número reducido, logramos pasar al interior de la zona roja. Sin embargo, el elemento determinante de la confrontación a partir del día 10 fue la muerte de Lee Kyung Hae, que permitió construir una comunidad entre los distintos movimientos sociales, con profundo sentimiento solidario y la conciencia de que había que actuar en común y con la cabeza fría. Porque el capital político acumulado era mucho, la simpatía de la población de Cancún grande y no se podía echar todo lo conseguido por la borda con acciones inapropiadas.
Esta reflexión llevó a definir la manifestación del día 10 como un movimiento no violento, pero sí radical, que no se iba a detener en el punto de llegada, sino que iba a tirar abajo la verja que nos habían impuesto y de la que los sindicatos convocantes se desentendieron. Pero además la formalidad también venía en el formato de la protesta a desarrollar ante la verja: en primera línea las mujeres para preservar el carácter pacífico de la manifestación, que estaría protegida por un servicio de los black bloc para impedir la infiltración de provocadores y organizar el derrumbe de la valla mediante la construcción de tres grandes trenzas de cuerda tiradas por cientos de personas. Al final se abrió el boquete y allí, simbólicamente, se le prendió fuego a la OMC y... a la bandera estadunidense. Aliento contra aliento, un enorme despliegue policial que no pudo hacer más que actuar como mero espectador.
Una vez abierta la verja ya no se avanzó porque no se buscaba el enfrentamiento con la policía, sino que se desarrolló un homenaje a quien se ha convertido en el símbolo de esta lucha: el hermano Lee. Y allí, como se recoge en la declaración de la Red de los Movimientos Sociales, se anunció que la muerte de Lee es un grito de los oprimidos y un golpe de muerte para la OMC. Han bastado 24 horas para confirmar, no la muerte -para eso habrá que seguir luchando-, pero sí el fracaso de la OMC en su quinta cumbre ministerial. Fracaso que se convierte en un triunfo de la humanidad.
Ahora sólo queda mantener vivo el compromiso. Porque la lucha contra la OMC y las políticas neoliberales no concluyó el 14 de septiembre en Cancún, sino que debe continuar en los distintos países y continentes. Quienes hemos llegado hasta Cancún estamos convencidos de que el esfuerzo ha merecido la pena, que el movimiento sale fortalecido de esta lucha y que, más que nunca, hay que globalizar la lucha, la solidaridad y la esperanza.
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