Javier Oliva Posadas

Seguridad nacional y política exterior

Los pobres resultados de la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC), desarrollada en días pasados en Cancún, Quintana Roo, dejaron en claro que mientras persistan las asimetrías en trato y opciones de desarrollo de los países, en esa misma proporción habrán de reproducirse posturas ventajosas y de imposición de unas naciones sobre otras. Pero también, y en el contexto de la polémica invasión de Estados Unidos y Gran Bretaña a Irak, la diplomacia fue nuevamente el factor crucial, precisamente por su ausencia. Es decir, al mismo tiempo que fracasaba una reunión convocada para propiciar mejores condiciones (en beneficio de los países ricos) para el comercio mundial, los ejércitos de varias naciones, incluyendo varios latinoamericanos, demostraban que la presencia ahí de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para la construcción de la normalidad institucional en aquel país del centro asiático requiere algo más que cañones y redadas de civiles.

Mientras tanto, en México preparamos la reunión de la Conferencia Especial sobre Seguridad de la Organización de Estados Americanos (OEA), misma que se realizará los días 30 y 31 de octubre próximo, y que habrá de sentar las bases para una política continental en materias que pueden o puedan afectar la estabilidad de los gobiernos de la región. Para evaluar la situación con la que llega nuestro país a dicho encuentro es indispensable considerar, por una parte, la difícil coyuntura por la que atraviesan las relaciones con Estados Unidos y, por la otra, el aislamiento, o por lo menos, el distanciamiento que respecto de Latinoamérica se ha producido desde hace unos cinco años.

La ambigüedad de la temática a tratar en la citada conferencia amenaza convertirse en una referencia que en breve será más problema que solución. Esto debido a que mientras la seguridad nacional sea para Estados Unidos un aspecto que dependa más del conocimiento y control de lo que se consideran desafíos, la Casa Blanca podrá contar con los argumentos suficientes para poder intervenir (aún más) en los diferendos internos y regionales. Por eso, esfuerzos como el seminario internacional sobre esta conferencia, organizado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, a realizarse a partir de hoy y hasta el 27 de este mes, para que sus conclusiones sean entregadas a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y ésta a su vez las considere en el posicionamiento que el gobierno de Vicente Fox pueda hacer al respecto, sobre todo a partir de la trascendencia de lo que seguramente será una nueva definición en el ámbito del tablero de intereses geopolíticos de la región. Ni qué decir de los peligros que encierra llegar sin precisiones, ante una actitud arrogante e impositiva como la que actualmente adopta el gobierno de Estados Unidos.

Temas como el tráfico de personas o el narcotráfico, así como la depredación del medio ambiente, pero también las especificaciones conceptuales, sentarán las bases para eventuales políticas gubernamentales conjuntas. Llama la atención que hasta el momento poco se mencione o plantee el papel que las fuerzas armadas pueden y deben tener en una dinámica tan diferente como la vivida desde los atentados del 11 de septiembre de 2001. Para México este es un tema fundamental en cuanto a lo que significa su perfil, trayectoria y prestigio en el ambiente internacional. No se trata simplemente de expresar unas cuantas ideas, sino de diseñar el futuro de la política exterior de un país que con todos los contratiempos ha mantenido amplio prestigio y no se ha prestado a posturas intervencionistas. Y en eso la función de las fuerzas armadas ha sido fundamental. Baste recordar la actuación de la embajada de México en, durante e inmediatamente después del golpe de Estado en Chile, por cierto, también un 11 de septiembre.

Las efemérides sirven para tener referencias de la trayectoria de una política exterior y un concepto de seguridad nacional propio y, si bien requieren revisiones, eso no implica dejar de lado el sentido histórico de México ante Latinoamérica.

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