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México D.F. Martes 23 de septiembre de 2003
EL SIDA, PEOR QUE EL TERRORISMO
El
secretario general de la Organización de Naciones Unidas, Kofi Annan,
advirtió ayer ante la Asamblea General de ese organismo que el mundo
está rezagándose en las metas establecidas hace tres años
para enfrentar la epidemia del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH),
el cual ha infectado en las últimas dos décadas a 65 millones
de personas, cobrado 28 millones de vidas -más de la mitad de ellas
en el Africa subsahariana- y ha dejado devastación en miles de comunidades
y hogares, además de unos 14 millones de niños huérfanos.
Sin embargo, frente a este panorama aterrador, gobiernos
y organismos internacionales no han sido capaces de imaginar y aplicar
medidas eficaces de contención de la epidemia, y mucho menos de
atender correctamente a los seropositivos y a los enfermos de sida. Annan
consideró que se necesitan unos 7 mil millones de dólares
para revertir la epidemia, pero los presupuestos ofrecidos por los gobiernos
de los países desarrollados no llegan ni a 5 mil millones y los
desembolsos reales son mucho más bajos.
Por otra parte, en la denominada cumbre del milenio,
realizada en 2000, los gobiernos y organismos se propusieron dar tratamiento
médico a 3 millones de personas para 2005; sin embargo, en los países
subdesarrollados -donde la epidemia cobra proporciones masivas- apenas
300 mil enfermos tienen acceso a los fármacos, en tanto que entre
5 y 6 millones de individuos que han desarrollado la enfermedad con todos
los síntomas carecen de medicamentos.
El sida es, pues, una amenaza y una emergencia mundial
en toda la regla. Sin embargo, el empecinamiento del gobierno estadunidense
y sus aliados en la "guerra contra el terrorismo internacional" ha desplazado
el combate al sida en el orden mundial de prioridades.
Esta distorsión de las amenazas reales que enfrenta
la humanidad implica que, mientras la Casa Blanca solicitó al Capitolio
87 mil millones de dólares para mantener durante el presente año
las agresiones militares en curso contra Afganistán e Irak, sólo
pidió 3 mil millones anuales para campañas contra la epidemia
de VIH, de los cuales el Congreso autorizó mil millones, condicionados,
además, a que Estados Unidos no aporte más de un tercio de
los recursos del propuesto fondo mundial para el combate a la epidemia.
Según cifras del Departamento de Estado estadunidense,
en el sexenio comprendido entre 1996 y 2001 el terrorismo cobró
en el mundo un total de 24 mil 429 vidas, lo que da un promedio anual de
4 mil 71. Se trata, sin duda, de una cifra indignante e inaceptable. Pero
sólo en un cerebro como el de George W. Bush puede concebirse que
la amenaza correspondiente sea mayor y más grave que la de la epidemia
de sida, que cada año mata en el planeta a unos 3 millones de personas.
Es preciso, en suma, que las dirigencias mundiales cobren conciencia de
este demencial trastocamiento de las prioridades y actúen en consecuencia
para detener una epidemia que representa, a no dudarlo, el principal peligro,
la mayor amenaza y el máximo riesgo para la humanidad en su conjunto.
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