México D.F. Miércoles 1 de octubre de 2003
Con informes falsos alimentó el anticomunismo que culminó en la guerra sucia
La DFS, enorme máquina de espionaje de "escasa inteligencia": Raúl Jardón
Presentará un libro sobre la represión contra el movimiento estudiantil de 1968
MIREYA CUELLAR
La "poderosa" Dirección Federal de Seguridad (DFS) -la policía política del régimen durante más de 20 años-, que proveyó de información y, se supone, de análisis de inteligencia a los más altos círculos del poder en el país, fue una enorme maquinaria de espionaje y de recolección de datos, pero "poco precisa" y, paradójicamente, de "escasa inteligencia". Cuando menos así lo muestran las 14 mil 400 páginas escritas a máquina y a renglón cerrado que componen el expediente sobre el movimiento estudiantil de 1968 que se encuentra en el Archivo General de la Nación (AGN).
Estos documentos revelan que en 1968 el Estado no fue siquiera capaz de ubicar por su nombre a todos los miembros del Consejo Nacional de Huelga (cabeza del movimiento) y menos de establecer su filiación política o lealtades ideológicas. La mayoría de ellos fueron reportados por los agentes de la DFS como militantes del Partido Comunista Mexicano (PCM) sin serlo, en lo que parece un intento por reforzar en sus "informes" la visión que el gobierno difundía de que los estudiantes eran "agitadores" movidos por "intereses externos", ligados a la Unión Soviética, Cuba y hasta a los chinos. Es decir, a todo aquello que pudiera oler a comunismo.
La entrega que hizo la Secretaría de Gobernación en junio de 2002 al AGN de más de 5 mil cajas con los documentos de la DFS generó la expectativa de que ahí se encontrarían muchas de las "verdades" que los mexicanos deseaban conocer sobre los años de la guerra sucia y los movimientos que fueron apagados con balas, como el de 1968.
Protagonista de aquel movimiento estudiantil que al final involucró a amplios sectores de la clase media mexicana, Raúl Jardón se sumergió en los documentos de la DFS. Lo hizo sin ánimo de buscar revelaciones sensacionalistas, sino con el "modesto" propósito de confrontar los hechos con la visión que tuvo de ellos el principal órgano de espionaje del gobierno, la Federal de Seguridad.
Sus hallazgos, poco estridentes pero reveladores, se pondrán en circulación los próximos días con el título El espionaje contra el movimiento estudiantil (los documentos de la Dirección Federal de Seguridad y las agencias de "inteligencia" estadunidenses en 1968), bajo el sello de la editorial Itaca.
Ahí muestra cómo los amplios informes de los agentes de esa corporación podían incluir todas las leyendas de las pancartas que los estudiantes portaban en las marchas o las consignas que gritaban, pero también salen a la luz "los límites de la capacidad de infiltración" y de análisis del personal que trabajaba en la DFS. De hecho, muchos de los informes enviados al secretario de Gobernación o a la misma Presidencia de la República eran reproducciones fieles de los reportes de los agentes, los cuales no hubieran resistido un mínimo escrutinio de alguien mejor informado. A Raúl Alvarez Garín, uno de los más conocidos líderes del movimiento, por ejemplo, le cambiaban con frecuencia el nombre de pila y lo ubicaban en corrientes políticas totalmente ajenas a él.
"A lo largo de todos los informes de la DFS sobre el movimiento sólo aparecen dos listas de integrantes del CNH: una que no rebasa los 20 nombres, al principio del movimiento, y otra de no más de 30 a finales del mismo (y no todos los mencionados en esas listas fueron realmente integrantes del consejo), cuando en realidad ese organismo dirigente de la lucha estudiantil tuvo alrededor de 230 integrantes de manera regular."
Hay que destacar, dice Jardón, lo significativa que resulta la falta de identificación de la militancia política de los dirigentes. Esta omisión, ligada a otras de identificación -en algunos casos ni siquiera se tenían los nombres de los líderes-, indica, "por un lado, confusión e ignorancia de la DFS, y por el otro, la intención deliberada de atribuir responsabilidad de todo al PCM, no porque esa conclusión surgiera de las investigaciones de la policía, sino del servilismo de ella a la visión paranoica de los altos funcionarios del régimen.
"El Estado nunca contó con un cuadro certero y cotidiano de las discusiones y decisiones del CNH, a pesar de que, como ya decíamos, ese organismo de la dirigencia estudiantil debió ser el blanco principal del espionaje gubernamental".
Con todo, dice Jardón, si algunos funcionarios habrían tenido "dos dedos de frente", a partir de los informes de la DFS se hubieran percatado de que "el movimiento no era ninguna conjura comunista, no tenía nexos con el extranjero ni pretendía derrocar al gobierno", sobre todo porque, eventualmente, algunos de los informantes reportaban que durante las marchas la gente apoyaba desde las aceras a los jóvenes o se sumaban contingentes de trabajadores a ellas.
Pero además, la información más tergiversada que rindió la DFS fue la referida a los enfrentamientos y actos represivos, pues "pasó por el espejo deformante que trataba de justificar la violencia policiaca y militar y no buscó relatar realmente los hechos".
Las fichas personales
A eso se añade que en el AGN no hay un solo documento con las órdenes que recibían los agentes y grupos de la DFS, porque la versión oficial es que "en ese organismo nunca hubo órdenes escritas, sino sólo verbales, lo cual es poco creíble", dice Jardón.
"En mi caso", comenta -pudo acceder a las fichas personales, como cualquiera que esté en la lista de los espiados por el Estado-, "me encontré que, en efecto, la policía política supo mucho acerca de nuestras actividades (habla de toda su familia) como militantes de la izquierda radical, pero fueron más las cosas que no supo, que no fue capaz de interpretar o siquiera de entender. Además descubrí que esa información incluye numerosas invenciones o errores tan absurdos que resultan risibles; no son pocas las informaciones incluidas sobre actividades poco importantes."
Todo lo anterior no quiere decir que Jardón niegue la "capacidad represiva" de la DFS, sino únicamente que fue incapaz de enfrentar con su espionaje al movimiento y falló como organismo de inteligencia e información política.
Tanto durante el movimiento de 1968 como en los años de la guerra sucia, la DFS mostró que su única manera de investigar era la detención más o menos masiva de "sospechosos" y la tortura para obtener información.
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