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México D.F. Miércoles 1 de octubre de 2003
Luis Linares Zapata
Los electrificados idus de otoño
Las elites están trabadas y el ambiente en el que se mueven muestra ríspidos perfiles, presagios de seguros desencuentros con la consecuente evaporación de valioso tiempo para las negociaciones productivas. En medio de los empujones y soterrados pleitos de los que debían ser sus guías, la sociedad se debate entre una esperanza gratuita, golpeada a diario por la terca realidad, y las ineptitudes de dirigentes que no atinan a servir de brújulas ni reúnen las energías suficientes para superar sus diferencias e iniciar trabajos constructivos. La apabullante mayoría de voces, provenientes de los círculos decisorios y que tienen repercusión en los medios de comunicación, ponen forzado acento en la imperiosa necesidad de contar con una tríada de reformas -estructurales las han llamado- sin las cuales no se visualiza, afirman tajantes y melindrosos, horizonte promisorio alguno. A esas reformas, en especial la eléctrica, se les hace aparecer como la piedra de toque que desataría el arrumbado potencial de la fábrica nacional. De aprobarse en los términos que el gobierno y aliados laterales quieren, todo sería como hojuelas sobre leche caliente, es decir: listas para servirse en los insaciables platos de los intereses trasnacionalizados.
Sólo un conjunto de opiniones desinformadas y hasta perniciosas se interpone, alegan, entre las sombras y el resplandor de un renacer inminente al alcance de cuantiosas inversiones que vendrían, presurosas, a rescatar a los mexicanos de su aletargada postración y así darle al gobierno el aire suficiente para dedicar sus escasos recursos a la tarea que se le ha asignado desde las metrópolis postindustriales: proveer de servicios básicos a la comunidad y dejar de actuar como agentes productivos. Y en ese trajín sin aparentes resultados se han consumido tres largos, penosos años, toda una legislatura (58) y parte del ciclo inicial de la que empieza (59). Pero no hay que bajar la guardia del progreso como horizonte alcanzable mediante simple fórmula voluntarista de organizar una asamblea priísta ad hoc que remueva trabas ideológicas anquilosadas en sentimientos patrióticos.
La semana pasada, la cúpula priísta se reunió con funcionarios allá por el Palacio de Covián. Querían dar el banderazo de salida a los que aún, y a pesar de urgentes llamados, aparecen como inapresables acuerdos. Pero hasta ahí llegó, desde Oaxaca, un invitado incómodo. Con sus planteamientos echó por tierra las pretensiones del secretario de Gobernación de servir como puente de entendimiento, como zona neutral donde todos pueden sentarse alrededor de una mesa y arrojar sus malentendidos, pasiones, ideas y ambiciones para que puedan salir, en medio del desconcierto, los acuerdos que desean y que con aliento insuflado afirman buscar afanosamente para modernizar la república donde habitan y prosperan. Al menos eso dice el abogado Creel en la multitud de foros que escoge para abrir sus amplificados micrófonos.
La referencia que hizo Murat a los contenidos de los documentos básicos del PRI congeló la fiesta preparada por los mandones priístas alineados con los reciclados funcionarios que empujan con renovados bríos la reforma eléctrica de Fox. Para reparar el daño, apareció un ricote (González Barrera) de no muy presentable historial y sospechoso de ser manipulado a distancia. Invitó, de nueva cuenta (pero sin incómodos participantes), a condescendiente parte, la crema del priísmo para escuchar, de viva voz presidencial, las que dicen ser modernas, sustentadas, eficientes intenciones de abrir la industria eléctrica a las grandes empresas energéticas del mundo globalizado. Son estas corporaciones las reales originadoras de tan celebradas pautas para las reformas y los reformadores. Ellas son los motores que incitan y usan a un extenso, poderoso, diversificado aparato repetidor de consignas, de planes financiados para "coincidir" con líderes de opinión, subvencionan mandatarios y se asocian con hombres de negocios asequibles. Son las que financian centros de estudio que predicen catástrofes inminentes de no seguir sus pautas y hallazgos o patrocinan, a través de calificadoras, riesgos país concordantes con sus propias tácticas. Pero entre las elites locales se pretende ubicar tal responsabilidad, o mejor dicho la iniciativa de los programas privatizadores en individuos poderosos, casi visionarios, que actúan en el ámbito público y privado o en conspicuos salones de la vida social.
Una avalancha de influjos de esta naturaleza no puede pasar sin su efecto contrario, sin contraflujos que introduzcan los balances indispensables, las acciones de respuesta que auxilien a la colectividad a mesurar sus apoyos, a orientar sus simpatías y formarse una clara imagen de lo que quiere para sí y para los demás. Esta vez las propuestas divergentes provienen de un sector bien preparado del mismo priísmo que ya organiza la resistencia colectiva. Por más intentos que se hacen para aislar el esfuerzo opositor confinándolo a una sola persona o a un grupúsculo, tales propuestas transitan y se enraízan en amplias capas de la sociedad. Cualquier encuesta puede demostrarlo, aunque, la opinión así captada sea tachada de ignorante postura por los afiliados a la trasnacionalización del sector eléctrico. Las manipulaciones de los dirigentes priístas, afines al proyecto de reforma privatizador zedillista, salinista y demás auxiliares de esos conductores de un sector del priísmo, tendrán el respaldo de grupos de presión cuyo poder no es despreciable. Pero en el otro polo del movimiento que anima a ese partido se van colocando actores con gran capacidad de convocatoria y más razonado discurso, que con facilidad entabla un masivo y eficaz contacto con los electores para el cercano 2004 y 2006. La importancia del enfrentamiento tampoco descarta la separación, quizá en forma de ruptura, de parte sustantiva de la militancia del tricolor, de concretarse supuestas y sospechadas maniobras que diluyan la estricta pertinencia de sus órganos establecidos para adoptar decisiones apegadas a la legalidad y modifiquen, por una controlable vía alterna, los contenidos de los documentos básicos del PRI. Estratagema que ya anuncia por ahí un ubicuito personaje menor (D. Penchyna), agente divulgador de temerosos patrocinadores que rehúsan, por ahora, mostrar sus verdaderas cartas.
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