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México D.F. Jueves 2 de octubre de 2003
Soldados entrenados por
el Pentágono operan en la zona
La contrainsurgencia en Chiapas, interés de
EU
En Washington se tiende a confundir la lucha contra
el narcotráfico con las guerras internas de los países de
AL
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
San Cristobal de las Casas, Chis., 1o. de octubre.
El aparentemente "bajo" perfil del despliegue del Ejército en
la zona de conflicto no basta para ocultar la existencia de una amplia
ocupación militar que afecta directa o indirectamente a centenares
de comunidades y poblaciones indígenas. Su presencia genera el principal
motivo de división entre la población. Las comunidades en
resistencia son el objetivo de la guerra ''de baja intensidad'', el ''enemigo'';
las demás se presume que son, o podrían ser en cualquier
momento, "aliadas" de las fuerzas armadas.
La prioridad militar de contrainsurgencia se disimula
bajo consideraciones ambientales, turísticas, de inversión,
combate a la delincuencia, o bien, "ayuda social" (peluqueros, dentistas,
"raciones alimentarias", etcétera). La presencia continua de miles,
quizá decenas de miles (nunca ha habido cifras oficiales), de efectivos
en un solo rincón de la República, además de prioridad
militar número uno para el gobierno federal, es cuestión
que rebasa los límites locales.
Las guerras contra las drogas y el terrorismo han disparado
la ayuda militar de Estados Unidos para América Latina, que se ha
más que triplicado en los cinco últimos años, según
revelaron tres grupos independientes en la ciudad de Washington, al ser
conocida información de Pentágono en la materia.
Los corresponsales de La Jornada en Estados Unidos
informaron ampliamente sobre el documento Dibujando con números:
tendencias en los programas de asistencia militar estadunidense con Latinoamérica
y desafíos para la supervisión, que analiza la asistencia
militar y policiaca que reciben las naciones latinoamericanas. Allí
se identifica el hecho de que incluso ahora que Washington ha intensificado
su entrenamiento de fuerzas militares y de seguridad en el sudeste asiático,
Asia central y el Medio Oriente, como parte de su "guerra contra el terrorismo",
son soldados y policías de Latinoamérica quienes reciben
entrenamiento y respaldo en mayor número: 13 mil latinoamericanos
de 34 mil en todo el mundo (ver Jim Cason y David Brooks, La Jornada,
y Jim Loebe, OneWorld.net, en ambos casos desde Washington, 23 de septiembre).
Lisa Haugaard, directora de Latin America Working Group
Education Fund (Lawgef, uno de los grupos que realizó el estudio),
señaló que ''al mismo tiempo que las economías de
la región se estancan o encogen, arrojando millones de personas
a la pobreza, la ayuda militar de Estados Unidos es casi idéntica
a la que otorga para desarrollo social o económico''.
Los autores del informe son el mencionado Fondo Educativo
del Grupo de Trabajo para América Latina, la Oficina en Washington
sobre América Latina y el Centro sobre Política Internacional.
Encuentran que el caso más notable es Colombia, único lugar
donde la ''guerra'' de Washington en Latinoamérica no es encubierta.
En curso desde finales del clintonismo, a lo largo de todo el periodo de
George W. Bush el Plan Colombia ha salpicado la guerra a Venezuela, Ecuador
y Panamá. Pero, bueno, Colombia es la tercera prioridad presupuestal
en ayuda militar; sólo le ganan Israel y Egipto.
Paradójicamente, el reporte Paint by Numbers:
Trends in U.S. Military Programs with Latin America, al ser divulgado,
puso en evidencia los crecientes obstáculos que existen para conocer
información confiable sobre los programas militares del Pentágono
en el continente. Por un lado, el gobierno estadunidense minimiza los programas,
y por el otro la Defensa "sustrae" la jurisdicción del Congreso
y el Departamento de Estado sobre la ayuda de seguridad, volviéndola
secreto militar. Joy Olson, de Washington Office for Latin America (Wola),
señaló que los "controles" políticos sobre el asunto
en Estados Unidos se han tornado "irrelevantes".
Los organismos independientes de la capital estadunidense
señalaron que en el caso de México, el balance entre la inversión
militar y la económica resulta "espectacular". La primera casi duplica
a la segunda: 57 millones de dólares para ayuda militar, y 27 millones
para ayuda económica. Por lo menos Panamá y Costa Rica se
encuentran en un caso similar. Para el año fiscal de 2004, el gobierno
de Bush solicitó 874 millones de dólares para gasto militar
en Latinoamérica, y 946 millones para programas sociales y económicos.
El reporte apunta que casi la mitad de las inversiones
militares en nuestros países se atribuye al combate contra las drogas,
pero el significado de tal distinción ha desaparecido "toda vez
que Estados Unidos borró la línea divisoria" con la guerra.
Una vez más, el ejemplo mayor es Colombia, pero lo mismo se puede
identificar en otras partes, incluido México. "De hecho, prácticamente
todo el adiestramiento de los programas antinarcóticos son aplicables
directamente a la contrainsurgencia".
Dos terceras partes de los "entrenamientos", programas
de Estados Unidos, se financian con el presupuesto del Pentágono,
no el de ayuda exterior; esto "libera" dichos gastos de ciertas obligaciones
y frenos en materia de derechos humanos y otras "consideraciones democráticas".
Como informó La Jornada, Estados Unidos
otorgó adiestramiento el año pasado a 13 mil 76 soldados
latinoamericanos, incluyendo a 6 mil 477 colombianos y 600 mexicanos. Si
bien la asistencia militar y policiaca estadunidense a México representó
sólo 51 millones del total de más de 680 millones de dólares
destinados a América Latina en 2002, la tendencia resulta altamente
significativa en la frontera sur de México. A pocos kilómetros,
en el Petén guatemalteco, operan centenares de soldados estadunidenses.
Y de los militares nacionales adiestrados por el Pentágono en la
dupla antinarcóticos-antiterrorismo, se presume que un número
importante opera en Chiapas.
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