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P O L I T I C A
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México D.F. Jueves 2 de octubre de 2003

Sergio Zermeño

1968: Ƒruptura o continuidad?

Hoy conmemoramos la matanza de estudiantes de 1968, ocurrida hace 35 años; hace tres años el PRI perdió la Presidencia de la Re-pública, y hace 75, con el asesinato de Al-varo Obregón, nació el sistema político mexicano que ha demostrado ser el de mayor continuidad en el mundo entero.

Con estos acontecimientos a la distancia, podemos preguntarnos si tanto el 68 como el fin de la era priísta no han funcionado, más que como rupturas, como poderosos renovadores de un sistema que por su longevidad ya no sólo es político, sino que se ha convertido en la matriz cultural de los mexicanos.

Decir que el 68 sólo sirvió para afinar o poner a punto el sistema político mexicano sería injusto, pues la masacre del 2 de octubre y la del 10 de junio, así como el aniquilamiento de los movimientos guerrilleros en el resto de los setenta, cobraron altas cuotas de sacrificios físicos y quebraron valores humanos. No fueron, sin embargo, al extremo de sustituir al régimen político, como sucedió en casi todo el resto de América Latina, o alcanzar los grados represivos de las dictaduras militares y otros regímenes autoritarios.

Pero no se puede hablar de ruptura porque todas las vertientes de aquel movimiento pro libertades democráticas terminaron formando parte del mismo sistema institucional en el que sobrevivió, y sobrevive, el PRI a lo largo de estos 35 años.

En efecto, dejando fuera al movimiento guerrillero, aunque no a sus sobrevivientes, que hoy militan en partidos y nutren las cámaras, la totalidad de las corrientes del 68 forman parte, igualmente, de las instituciones del sistema político o de los aparatos de gobierno. Incluso las corrientes más radicales, no armadas, como los maoístas de la Liga Comunista Espartaco y Política Popular, las cuales establecieron que las masas populares eran el agente de cambio, por lo que en su seno había que desarrollar una democracia directa; que se enraizaron en tantas colonias populares a lo largo de la república reclamándose de una Línea de Masas y criticaron de manera furibunda a las organizaciones partidistas por caudillescas y antipopulares, terminaron mayoritariamente en el Partido del Trabajo, el cardenismo y el PRD.

Ni qué decir de la corriente del sindicalismo que se reclamó independiente (electricistas, nucleares, entre otras) o del sindicalismo de las universidades populares y del STUNAM, cuya lista de dirigentes ha ocupado todos los espacios de la institucionalidad política de nuestro país; o de los grupos y organizaciones que escogieron dar la batalla directamente en el terreno de la política y el periodismo, como Punto Crítico o el hebertista Partido Mexicano de los Trabajadores.

La batalla se ha encerrado en los salones del parlamento y en nuestros días podemos admirar los discursos de gran cantidad de aquellos líderes en el Canal del Congreso, a cualquier hora del día y de la noche, de manera que los momentos más excitantes de la política nos los brindan los informes presidenciales y los cartelitos o las cabezas de cochino con que aquella oposición ridiculiza al partido o al dirigente en turno del gobierno.

Hoy, es cierto, existen algunas manifestaciones exteriores, como las que han protagonizado el EZLN, el CGH, el movimiento de Atenco, así como crítica hacia los partidos y a las cámaras, pero, como dijo Adolfo Sánchez Vázquez en el auditorio Che Guevara en 1999 al segundo de esos grupos, cuando lo criticaron por insistir en buscar el diálogo: "He pasado mi vida en esta universidad, pero he visto a muchos radicales como ustedes terminar trabajando en el terreno del que ahora declaran su odiado enemigo".

La cultura política mexicana, nuestro sistema político, es muy impresionante, parece perfeccionarse con cada golpe y está a punto de darnos una sorpresa: va a demostrarnos que todo sigue funcionando sin el PRI en la Presidencia, como un equilibrista sin alambre. Pero, Ƒacaso llevar la fiesta en paz tiene algo de malo? La verdad es que no, y el sistema está a punto de mostrarnos algo aún más asombroso: que puede mantener la paz social desde el piso alto de las instituciones político-partidistas, aunque abajo todos los mexicanos hayan perdido el empleo y estén siendo contabilizados entre los pobres extremos. šQué maravilla!

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