México D.F. Jueves 2 de octubre de 2003
Angel Guerra Cabrera
Lula en Cuba
La visita a Cuba del presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, es señal inequívoca de la fuerza que han tomado al sur del río Bravo las ideas de independencia, soberanía, autodeterminación y solidaridad latinoamericana. Las mismas que, junto con las de dignidad, equidad y justicia social, proclamaron como anacrónicas y superadas los papagayos neoliberales.
La contundente victoria electoral que llevó a Lula al gobierno de la nación más grande y económicamente más importante de América Latina expresaba el deseo de los brasileños de ser gobernados por quien se había instalado en su imaginario colectivo como encarnación de esas ideas. También mostraba el creciente repudio latinoamericano a las desastrosas consecuencias sociales de las políticas privatizadoras y de liberalización comercial y a su correlato moral signado por el pragmatismo, el egoísmo y la mezquindad como normas de las relaciones entre los seres humanos.
En el núcleo de estas corrientes de opinión está el rechazo a la conducta agresiva e injerencista mantenida durante décadas por Estados Unidos contra Cuba y la solidaridad hacia la digna y heroica resistencia con que el pueblo de la isla ha perseverado en su proyecto de liberación nacional y social.
De modo que la visita de Lula a La Habana, además de lo que significa por tratarse del jefe de Estado del gigante brasileño, lleva la carga simbólica del abrazo a la mayor de las Antillas y a aquel proyecto por los nuevos vientos que soplan en América Latina. Ello, nada menos que en el mismo instante en que la Unión Europea ha aceptado actuar respecto de Cuba bajo la batuta de José María Aznar, sumándose a la arremetida subversiva con que el desprestigiado gobierno de Bush y sus desesperados socios de la mafia de Miami pretenden destruir a la revolución.
La postura de Lula fue muy clara al hablar sobre su visita a La Habana. Siempre he pensado, dijo, que el bloqueo es inhumano. Preguntado sobre la actitud que seguiría en la isla sobre el farisaico sonsonete de los "derechos humanos" dio una respuesta elocuente: "tengo muchos problemas en Brasil y ni yo ni ningún jefe de Estado que se respete puede llegar a un país dictando reglas sobre la política". El día antes su embajador en Cuba, Tilden Santiago, había puntualizado: "Lula está convencido de la importancia de no dejar a Cuba fuera del proyecto de integración latinoamericana en momentos en que las presiones externas sobre ella son muy fuertes".
Allá los que se sorprendieron y rasgaron las vestiduras al comprobar lo que era obvio: que al mandatario brasileño ni siquiera le pasó por la mente reunirse en La Habana con representantes de la quinta columna pagada por Washington.
En el orden bilateral su viaje arrojó acuerdos muy importantes que implicarán una inversión sustantiva en la industria turística cubana, la transferencia de tecnología brasileña en la producción de combustible a base de alcohol de caña de azúcar, y cubana en la fabricación que hará Brasil de vacunas, medicamentos genéricos, biotecnológicos y hemoderivados. Los acuerdos abarcan también los sectores de educación, agropecuario, pesca, industria sideromecánica, deportes y facilidades para que Cuba cancele su deuda con la nación suramericana.
Desde el mismo día de su toma de posesión, cuando aseveró que la integración latinoamericana "es, sobre todo, un proyecto político", Lula ha trabajado sin pausa por hacerla realidad. Con ello y la innegable y creciente influencia de su país en la región y en el mundo ha hecho ya una contribución muy significativa a la autonomía de América Latina respecto del selecto club de estados ricos y desarrollados. Justamente en Brasil surgió en los años sesenta del siglo XX la luminosa teoría de la dependencia, que explicaba el atraso y la subordinación de nuestros pueblos a partir de la injusta distribución internacional del trabajo impuesta en el siglo XIX por ese club, la que dura hasta nuestros días.
Según la teoría de la dependencia, la ruptura con ese estado de cosas exige radicales mutaciones en las estructuras económicas y sociales. Al parecer, en el cálculo de Lula el sólido posicionamiento de Brasilia en la arena internacional le facilitará en su momento instrumentar las medidas en esa dirección. [email protected]
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