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México D.F. Sábado 4 de octubre de 2003

Lesiones y vejación, marcas del operativo de repatriación lateral

Encadenamiento y escasa comida, quejas constantes contra la Patrulla Fronteriza

ALBERTO NAJAR ENVIADO

Nuevo Laredo, Tamps. Poco a poco, desde territorio de Estados Unidos, aparece en el puente la imagen de un agente de la Patrulla Fronteriza, el pelo cortado a rape, lentes oscuros, y a su lado un muchacho de corta estatura, el pantalón y los tenis cubiertos de lodo seco.

Detrás viene una larga fila de deportados, todos con huellas del desierto en sus ropas, algunos con las manos en las muñecas para aliviar el dolor causado por las esposas.

La última entrega de deportados en el Programa Piloto de Repatriación Lateral es como la escena de una película: a mitad del Puente II que une a esta ciudad con Laredo, Texas, los agentes de la Border Patrol ponen en manos de funcionarios mexicanos una lista con los nombres de los repatriados, dan media vuelta y regresan a Estados Unidos.

Obedientes, los deportados empiezan a caminar en fila, casi todos en silencio mientras observan, desconcertados, el caudal del río Bravo. Entre ellos va un grupo de tabasqueños y tres sonorenses que no dejan de bromear, ni siquiera tras permanecer 10 horas esposados.

Y es que pese a las cadenas, la ausencia de agua y comida en ese lapso, y los gritos de los migras estadunidenses, para ellos el viaje desde el desierto de Arizona hasta la frontera con Texas se convirtió en una aventura: fue la primera vez en sus vidas que se subieron a un avión.

"Se sintió como en la rueda de la fortuna", dice uno de los sonorenses, ejidatarios de Cajeme. "A mí se me taparon los oyidos", devuelve un tabasqueño de Macuspana.

Extraña manera de olvidar la frustración de haber sido repatriado.

A la mañana siguiente el grupo camina por los alrededores del Puente I. "Estamos tanteando el río", comenta un tabasqueño ante la mirada entre escéptica y espantada de dos sonorenses. "Yo creo que sí lo cruzamos."

Quién sabe si lo lograrán.

Allí, con una unidad de la Patrulla Fronteriza en la orilla opuesta del río, lo único claro es la evidencia de cuán frágiles son las estrategias para contener la migración hacia el norte.

Como la más reciente, el Programa Piloto de Repatriación Lateral, que echó por esta zona a 5 mil indocumentados. No fue gratis: aquí funcionan, desde hace más de un lustro, los planes Hold the Line y Río Grande, ambos complementarios a la Operación Guardián, con la que se selló la frontera.

Esos pequeños detalles

Personas lesionadas, algunas incluso con heridas que ameritaron revisión médica en hospitales de Nuevo Laredo; insultos a las mujeres; menores deportados solos; migrantes de estados fronterizos enviados en paquete hasta la frontera con Texas, en clara violación a las condiciones ofrecidas por Estados Unidos para aplicar la repatriación lateral; y sobre todo, cadenas y esposas para todos los hombres, algunos durante 20 horas seguidas...

Son, explica el cónsul de México en Laredo, Texas, Daniel Hernández Joseph, algunos de los incidentes que ocurrieron durante las tres semanas que duró el programa piloto, considerado exitoso por la Casa Blanca.

"Dos fueron las quejas más recurrentes: la escasa alimentación y la humillación que implica viajar encadenado y con esposas, peor aún cuando se va con la familia", explica el funcionario. "Imagínese lo que sintieron los hijos de quien fue deportado en esas condiciones, y la vergüenza del padre por no poder evitarlo."

Hernández Joseph cuenta que incluso en el primer vuelo las mujeres fueron esposadas, y hubo otro grupo, el que arribó a Nuevo Laredo el sábado 27 de septiembre, que estuvo 20 horas encadenado.

No fueron los únicos abusos. En la última entrega de deportados, una veracruzana, Onésima Pérez, se quejó de que un agente de la Patrulla Fronteriza la agredió verbalmente, mientras que sus compañeros se quejaron de que antes de salir de Nogales, Arizona, hacia el avión en el que se les deportó, en Tucson fueron obligados a formarse con esposas y cadenas colocadas "y nos tomaron la foto del recuerdo, burlándose".

No fue un caso aislado, pues según el cónsul en Laredo hubo varias quejas contra la Patrulla Fronteriza por maltrato verbal, especialmente de los agentes asignados a Naco, Arizona, población que junto con Douglas aportó la mayor parte de los deportados: 200 de los 300 enviados a diario a Texas.

Más allá del maltrato, lo cierto es que a pesar del optimismo estadunidense el programa no frenará la migración hacia el norte: 28 por ciento de los deportados por Nuevo Laredo se quedó en la ciudad para volver a cruzar, y del resto una cantidad importante regresó a Sonora para hacer lo mismo.

"Dicen que fue positivo porque se redujeron las aprehensiones 27 por ciento", dice el cónsul Hernández Joseph, y por eso aseguran que la migración ha bajado. Pero no toman en cuenta otros factores, como las grandes inundaciones que este año azotaron los estados expulsores y que tal vez obligaron a la gente a quedarse.

El número de muertes en el desierto tampoco es síntoma de éxito, pues septiembre es, históricamente, cuando menos fallecimientos hay. Y este año hay que sumar las lluvias y nublados que sobre la región provocó el huracán Marty.

Los Zetas y la migración exótica

Al igual que Ciudad Juárez es terreno minado para las mujeres deportadas, Nuevo Laredo es zona de conflicto para quien intente cruzar la frontera.

Los sitios utilizados por los pateros (así les llaman a los polleros) como Las Antenas, el parque Viveros, Unión del Recuerdo o el área de barrancos entre el kilómetro 14 al 18 del río Bravo, están infestados de pandilleros, heroinómanos y policías que suelen extorsionar a los migrantes.

Y el resto de los puntos de cruce -Ciudad Miguel Alemán, Díaz Ordaz y Camargo, o hacia el otro lado, en Villa Hidalgo, Coahuila- son también utilizados para cruzar grandes cantidades de droga.

Por si fuera poco, el terreno tiene dueño. "Todos, pateros, pateritos y narcos tienen que pagar una cuota a los Zetas" (un grupo de ex militares que trabajaban con el cártel del Golfo y que ahora delinquen por su cuenta) explica Arturo Solís, presidente del Centro de Estudios Fronterizos y de Promoción de Derechos Humanos (Cefprodhac) de Reynosa.

"Hay muchas casas de seguridad donde guardan hasta 100 indocumentados, de todas partes. Es una de las rutas para la migración exótica (personas de nacionalidad poco común en México), por aquí pasan chinos, polacos, hindúes y sobre todo brasileños, en grandes cantidades", dice.

Es un fenómeno caro. "Los chinos pagan 50 mil dólares cada uno para salir de Shangai vía París, Cuba y México por avión, y luego por tierra hasta Matamoros o Nuevo Laredo. Luego los cruzan."

-¿Cómo?

-Se sabe que algunos guardias de los puentes les ayudan a cruzar, pero tiene que ser en el momento que les toca turno, si no es imposible.

Así, con frecuencia los migrantes exóticos cruzan el río, aunque en condiciones más seguras que el resto de los indocumentados: siempre con un guía y con vehículos cerca para su traslado. Delincuencia organizada, pues, que cuenta con la ayuda de agentes de migración en ambos lados de la frontera.

"Sin ellos -dice Arturo Solís- el tráfico de estas personas no sería posible. Nosotros documentamos que un agente de la policía ministerial y ex subdelegado del INM es el principal traficante de brasileños en Reynosa. Ellos lo dijeron."

-¿Está crecido el río?

-No mucho -dice Rafael Sandoval Hernández, subsecretario de Protección Civil del Ayuntamiento de Nuevo Laredo- en la Comisión Nacional del Agua dicen que está a 40 por ciento de su nivel normal.

De todos modos, añade, al río Bravo hay que tenerle respeto.

No es para menos. El año pasado, según la Fundación Rural de Asistencia Legal de California, 15 migrantes perecieron ahogados en el sector Laredo de la Patrulla Fronteriza. Hasta el 28 de septiembre de este año el Cefprodhac registró a 28 personas ahogadas, aunque todavía no se ha precisado cuántos eran indocumentados.

Los dos fallecimientos recientes -un hombre y una mujer ahogados en sitios diferentes- causaron alarma en el consulado mexicano en Laredo.

Daniel Hernández Joseph comentó que se enviaron fotografías de los cuerpos a la Patrulla Fronteriza, pues existía la sospecha de que formaran parte de alguno de los grupos de repatriados desde Arizona.

Es una posibilidad real, sobre todo porque entre los deportados que decidieron quedarse en esta zona había muchos que nunca se enfrentaron a ríos como el Bravo.

Son los que corren más riesgos

El subsecretario de Protección Civil cuenta que en el periodo que duró el Programa de Repatriación Lateral fue común encontrar a personas atrapadas a mitad del río que no pudieron completar el cruce.

"Hubo algunos que tenían varios días esperando que los rescataran", dice. "Puedes caminar con el agua hasta las rodillas y al siguiente paso encuentras un hoyo".

Pero el río tiene otros secretos, como el comportamiento del agua cuando aparece un helicóptero de la Patrulla Fronteriza -"el aire de las aspas te hunde", cuentan algunos albergados en la Casa del Migrante Nazareth-, las mordidas de las ratas que abundan en las orillas o el veneno de las serpientes que nadan en las partes bajas.

Esto, que se conoce bien en Nuevo Laredo, no todos lo saben. Como el grupo de tabasqueños y los dos sonorenses empeñados en tantear al río. "Allá en Tabasco hay mucha agua", dice uno de Macuspana, "yo los jalo a los dos, pues". Los sonorenses nada dicen. Ahora parecen más asustados.

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