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México D.F. Domingo 5 de octubre de 2003

Guillermo Almeyra

Bolivia: los dos poderes

Comenzó como una lucha de los campesinos indios, especialmente aymaras a los que se unieron después los quechuas que mayoritariamente apoyan al Movimiento al Socialismo (MAS) que dirige Evo Morales, el dirigente campesino cocalero. Después se sumaron los pequeños comerciantes y ambulantes, los jubilados, el poderoso sindicato de maestros, los mineros, los estudiantes, los profesionales, los sindicatos industriales y de servicios, de modo que el paro es nacional. A la motivación antimperialista general se une un fuerte sentimiento nacionalista, porque el envío de gas a los puertos que Chile arrebató a la confederación peruano-boliviana en la guerra del Pacífico aparece ante la población boliviana como un abandono de la exigencia a Chile de la restitución de la zona de Arica y de la puna de Ata-cama, que fueron bolivianas, y presenta al presidente como un hombre que, en su afán por servir al capital trasnacional y a Estados Unidos, regala los intereses de su país. Pero los trabajadores y los oprimidos bolivianos no se sienten sólo agraviados en su orgullo nacional, sino también se alzan contra la política clasista (puesto que la inmensa mayoría de los obreros y campesinos son indios), que es también racista por parte de un presidente que habla mal y con acento inglés el castellano y aplica al pie de la letra las órdenes que sobre la región cocalera del Chiapare, y en general sobre todas las cosas, recibe del procónsul que manda desde la embajada de Estados Unidos.

Como cuando la lucha de Cochabamba contra la privatización del agua, cuando la economía moral se enfrentó con la economía capitalista, los bolivianos se levantan ahora contra los que quieren pisotear una conciencia histórica construida en más de medio siglo. Porque el nacionalismo boliviano está unido estrechamente al petróleo, ya que los gobiernos militares de Bush y de Villarroel nacieron del odio a la oligarquía que había precipitado al país en la guerra del Chaco contra Paraguay para servir los intereses de la Dutch Oil, y la revolución de 1952 fue canalizada por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que en esa época era antimperialista y tenía base campesina.

Hay, pues, un proceso de unidad nacional contra los agentes de las trasnacionales. Y esa unidad se da en torno a una dirección anticapitalista, en el campo político y social, cuyo eje son los trabajadores organizados en la Central Obrera Boliviana, en los sindicatos industriales y campesinos y en los partidos socialistas agrupados en ese frente que es el MAS. De modo que el poder del aparato estatal (sus ministerios y sus fuerzas armadas) se enfrenta ahora al poder popular ejercido, inclusive armas en mano, por las organizaciones de masas. Tal como era previsible, cuando Morales perdió por poco las elecciones presidenciales, el poder de la calle, legítimo, choca ahí y en los campos contra el poder ilegítimo y antinacional atrincherado en el palacio.

ƑCuáles son las perspectivas? Si la presión popular -y los indígenas armados que han cortado las carreteras y emboscado a los militares- no divide a la policía del Ejército, a la base de éste de los altos mandos o no dividen los mandos entre nacionalistas populares y pretorianos del presidente, podría producirse una más de las tantas matanzas terribles que han marcado la historia social boliviana. Si en cambio lo logran, con la presión de la huelga nacional, podría producirse en Bolivia un proceso similar al que unió brevemente en Ecuador al Consejo de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie) -o sea, a los indígenas-campesinos organizados- con un sector de base del ejército, dirigido por el coronel Lucio Gutiérrez, hoy presidente ecuatoriano. Es decir, el doble poder actual podría desembocar en una salida institucional de transición y compromiso, ya que es muy difícil que el presidente sea remplazado por Morales, el líder campesino, socialista e indígena más popular (pero resistido por el líder aymara Felipe Quispe).

Esto nos lleva al otro nudo del problema: el de la unidad indígena y popular. Evo Morales y el MAS tienden puentes hacia la sociedad (Iglesia radicalizada, profesionistas antimperialistas, estudiantes, pequeños comerciantes, obreros que antes fueron campesinos, campesinos cocaleros que antes fueron mineros u obreros, campesinos medios, etcétera), pero Quispe es un líder de tipo tradicional y ultrarradical de los aymaras, que ven a Morales como representación, antes que nada de los quechuas y, después, de la conciliación con los mestizos. El esencialismo indio, que rompería la unidad contra la oligarquía y el imperialismo, propone una república india, no como el MAS, una república de los trabajadores aymaras, quechuas o guaraníes, mestizos, negros de las Yungas o blancos urbanos. Ese esencialismo desplaza la lucha política por otro proyecto de país al terreno étnico, lo cual inevitablemente llevará a oponer a quechuas y aymaras como antes de la conquista, si los que quieren una república india consiguiesen echar del país a los descendientes de los conquistadores (o los otros blancos, italianos, alemanes, sobre todo, que vinieron después). La unión primitiva en torno a lo más elemental (la sangre, la lengua) se opone a la unión en la lucha por otra modernidad, superior, a la modernidad socialista que no deja de ser también indígena aunque no sea indigenista. Por eso se libra en Bolivia una batalla que es importante también para todos los indios-campesinos de América, además de ser fundamental en la lucha por la democracia y contra el neoliberalismo

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