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México D.F. Martes 7 de octubre de 2003
José Blanco
Diálogo democrático
No por esperado es menos penoso el espectáculo montado por la 59 Legislatura en el "diálogo" con algunos secretarios de Estado. Esta "nueva" legislatura nos promete días futuros de hilaridad y de furia. Una tras otra, las legislaturas plurales que sustituyeron al atole rancio que eran las legislaturas priístas conciben su quehacer como circo para sus pares y para los ciudadanos (la "gente" los llama López Obrador; la observación es de Luis F. Aguilar). Creen "interpretar" el sentir de la ciudadanía como indignación generalizada frente al Ejecutivo, toman la representación de ese sentimiento y lo vuelcan en sus intervenciones tribunicias, con discursos que dan grima. No se han enterado los aguerridos diputados, pese a las docenas de encuestas en tal sentido, que su prestigio y su imagen están muy por debajo de los del Ejecutivo.
De esa imagen y de la alta abstención con la que fueron elegidos hacen caso omiso, y repiten las mismas maromas, enuncian los mismos retruécanos, los mismos engolamientos, la mismísima deplorable gesticulación.
Tengo presente la comparecencia de Francisco Gil Díaz en la Cámara de Diputados. Como si hubiera tomado un curso intensivo de autohipnosis y de respiración yoga, a efecto de aislarse eficazmente de las filípicas y las catilinarias que impunemente los diputados le asestaron; los "valientes" diputados, sin diagnóstico serio alguno sobre el estado de la economía y del complejo de causas de la circunstancia cuasi recesiva por la que atraviesa, sin el menor dato sobre ningún tema, sin argumentos sustentados y sin el más mínimo análisis de nada, dedicados a zurrar al funcionario, a denostarlo cuanto pudieron y a enfurecerse cada vez más conforme más imperturbable se mostraba el responsable de la hacienda pública. Con alguna rara avis que nunca falta.
El secretario, por su parte, cuando no respondió con algunos cuantos monosílabos, repitió sus consignas que sabía lanzadas a un mar de sordos, decididos a no oír nada que no fueran sus propias brillantísimas ideas. Un montaje estéril, bueno para maldita la cosa. Una exigencia de los fragorosos diputados de que se presenten los funcionarios del Ejecutivo, no a un debate racional y democrático, a un intercambio fructífero de datos y argumentos, sino a sentarlos ahí para zaherirlos cuanto se pueda, asunto que ya se volvió uso, costumbre, derecho consuetudinario de diputados y senadores. Por supuesto, al funcionario, a cualquiera, le está absolutamente vedado responder con la retahíla de epítetos con que lo tratan porque eso sí sería intolerable e inadmisible. Los diputados deben ser rigurosamente bien tratados por el Ejecutivo aun cuando tales señores se comporten y expresen como patanes y patanas, sobre todo si están en la sala de plenos. Así es este diálogo democrático.
Puesto que ya sabe a lo que va, el secretario tampoco intenta un mínimo diagnóstico global e informado, con perspectiva histórica y con visión de futuro, que no podría hacer sino desde su propia perspectiva, sus propios valores y sus íntimos prejuicios económicos.
Establecido está, hace lustros, que ni el PAN, ni el PRI ni el PRD tienen un proyecto de desarrollo sustentable de largo plazo para México en el marco de la globalización, y que para el Ejecutivo la economía es sólo administración de la estabilidad de corto plazo -como lo fue para el PRI, de De la Madrid a Zedillo. Para la oposición la economía hoy es motivo, pretexto, materia para la política de corto plazo (2006 está a la vista), mediante el originalísimo recurso, en el discurso, de invocar al "pueblo" o a la "gente": que la economía les haga justicia, sin necesidad de poner un solo proyecto sobre la mesa que tenga que ver con el desarrollo sustentable. Para el entero Ejecutivo, en los hechos, en materia económica -aunque Vázquez Mota se empeñe en repetir que la política económica debe ser al mismo tiempo política social-, la convicción profunda es que la tarea consiste en mantener los fundamentals, que lo demás lo hará el mercado... ahora que se recupere la economía estadunidense, y si China no se alza con todas las canicas.
El proyecto de posguerra -la industrialización por sustitución de importaciones- se apagó como débil flama en el pabilo durante los años setenta, y durante los noventa vino el recambio estructural, cuando la economía comenzó a dar vacilantes y luego -por cierto lapso- acelerados pasos, mediante el rápido crecimiento de las exportaciones. Ello ocurrió en gran medida debido la entrada masiva de capital extranjero en la industria automotriz y en las maquiladoras, y se produjo así un nuevo dualismo estructural que dejó a las actividades domésticas y a un gran segmento del mercado interno en estado de vida vegetativa. Ni quien piense en una remodelación del aparato productivo y cómo hacerlo. Lo que importa son las variables financieras y ya. ƑTiene algo que decir la oposición?: absolutamente nada. Le basta con hacer escarnio de los funcionarios.
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