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P O L I T I C A
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México D.F. Martes 7 de octubre de 2003

Luis Hernández Navarro

Cancún y el 2 de octubre

Se ha querido asociar el vandalismo ocurrido durante la marcha del 2 de octubre en la ciudad de México con las protestas realizadas en la reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Cancún. Autoridades policiacas del Distrito Federal y algunos medios de comunicación han dicho que los promotores de los desmanes capitalinos fueron también activos participantes en las jornadas de lucha contra la globalización neoliberal.

Como sucedió durante el movimiento estudiantil de 1968, se busca responsabilizar del vandalismo del 2 de octubre a extranjeros. Incluso se ha señalado a una ciudadana estadunidense como la organizadora de los disturbios en las dos ciudades. Además se culpa a los anarco-punks de los desmanes.

Las acusaciones tienen poco fundamento. Es cierto que algunas personas y organizaciones participaron en ambas movilizaciones, pero de ello no puede desprenderse que se trate de acciones coordinadas por los mismos individuos. Es más, son acontecimientos de naturaleza distinta.

En la marcha del 2 de octubre coincidieron dos hechos distintos. De un lado, la movilización histórica convocada por los líderes del 68 para conmemorar la matanza en su 35 aniversario y exigir castigo a los responsables; del otro, una provocación en la que participaron unas 250 personas, pertenecientes a grupos porriles de larga tradición priísta y a brigadas que no reivindicaron su acción ni adscripción ideológica alguna. En las jornadas contra la OMC participaron cerca de 15 mil personas, la mayoría mexicanas, muchas asociadas en pequeños grupos de afinidad que efectuaron básicamente reuniones pacíficas y acciones de desobediencia civil.

Los actos de vandalismo en la capital del país comenzaron cuando grupos de porros del Instituto Politécnico Nacional y del Colegio de Bachilleres, vinculados al PRI, agredieron a estudiantes democráticos. Posteriormente, varios se reagruparon en pequeños comandos, dedicados a hacer destrozos. Traían mochilas llenas de piedras y una muda de ropa, varios llevaban una camisa a cuadros. Usaban tapabocas de color azul y, posteriormente, paliacates. Curiosamente no participaban mujeres, siempre activas en los agrupamientos anarquistas. Estaban coordinados, según testimonios, por los jefes de los porros. Varios se disfrazaron de punks. Que no eran punks auténticos quedó evidenciado porque usaban camisetas del Che Guevara y de Mao Tse Tung, personajes que no gozan de la simpatía de aquéllos. En diversas ocasiones trataron de infiltrarse en la manifestación, pero fueron rechazados. En ningún momento reivindicaron el sentido de su acción ni explicaron su causa. Es muy probable que haya participado además algún otro grupo o que al calor de los acontecimientos se hayan sumado otras personas.

Aunque en Cancún se presentaron situaciones violentas entre manifestantes y autoridades, el espíritu que animó las movilizaciones fue la desobediencia civil pacífica. Las situaciones violentas más espectaculares que se produjeron, además de la inmolación del señor Lee, fueron dos. La primera ocurrió durante la marcha del 10 de septiembre, cuando el contingente quiso avanzar hacia el Centro de Convenciones, donde sesionaban los ministros de comercio, y la policía lo impidió usando gases, toletes y escudos. La segunda aconteció cuando un grupo de acción directa destruyó un Pizza Hut y una tienda. En otros casos, como cuando las fuerzas del orden detuvieron a personas que quisieron ingresar a la zona hotelera o como cuando la policía impidió que un grupo de coreanos asistieran al funeral de su compañero Lee, los abusos siempre fueron responsabilidad de los cuerpos de seguridad.

Las movilizaciones de Cancún no tuvieron un centro organizativo único, ni mucho menos una persona que las "facilitara". Achacar a Dena Hoff la "coordinación" de las protestas y de los desmanes en la ciudad de México es un absurdo y una canallada.

La señora Hoff es una granjera familiar de Montana, Estados Unidos, casada con un conductor ferroviario y madre de cuatro hijos. Es integrante de Vía Campesina, ha sido vocera de National Family Farm Coalition y estuvo presente en las jornadas contra la OMC en Seattle, pero ni remotamente ha participado en acción violenta alguna. Además, la convergencia entre los asientes a Cancún surgió de la labor de centenares de activistas de muchos países, en su mayoría mexicanos.

Autoridades y medios de comunicación responsabilizaron de los desórdenes del 2 de octubre a los anarcopunks. Como si la estética hiciera a un delincuente, se soltó una campaña de linchamiento mediático en su contra. Se criminalizó su apariencia y vestir. Ante la falta de explicaciones sobre los acontecimientos y la exigencia de encontrar a los responsables se fabricaron culpables. Los anarco-punks se deslindaron. Explicaron que no son violentos ni clandestinos, y que enfrentaron a los provocadores cuando quemaron un cajero automático en la calle de Madero. Mas esta versión se ha topado con el prejuicio de su apariencia física.

Vincular Cancún con el vandalismo promovido alrededor de la marcha del 2 de octubre es un absurdo. Las jornadas contra la OMC fueron un episodio cívico; los disturbios en el Distrito Federal una provocación en contra de un movimiento que exige castigo a los genocidas y que su delito no prescriba.

En las próximas semanas la ciudad de México será escenario de nuevas y masivas protestas en contra de la privatización eléctrica. Como sucedió el pasado jueves, la provocación estará nuevamente al acecho.

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