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México D.F. Miércoles 15 de octubre de 2003

Arnoldo Kraus

Sida: otra mirada

El síndrome de inmunodeficiencia adquirida, sida, requiere muchas miradas. Tantas como sea posible. Tantas como reclamen los tiempos, las personas, las Iglesias, los científicos o los enfermos que no reciben tratamiento para contrarrestar los efectos del virus de inmunodeficiencia humana, VIH.

La Iglesia católica ha advertido a su grey que se ha comprobado que usar preservativo no previene el sida, pues aseguran que "los virus son tan pequeños que pueden pasar a través de los poros del condón".

La llamada de la Iglesia conlleva peligros e irresponsabilidad. Contradice incontables estudios científicos "neutros" -sin intereses religiosos, comerciales o personales- que han demostrado exactamente lo contrario: el preservativo, sin tomar en cuenta la abstinencia, es la mejor forma de prevenir el contagio por el VIH. Lo mismo opina la Organización Mundial para la Salud (OMS) que ante la situación imperante ha convocado a la comunidad internacional para que contribuya a combatir la pandemia. Para ellos, frenar el sida se ha convertido en emergencia sanitaria mundial. Para los librepensadores el sida es el ejemplo más patente de darwinismo social y uno de los mayores epicentros de las desigualdades en el mundo.

La negligencia de los países ricos, de las compañías farmacéuticas, de algunos gobiernos y el dinero insuficiente con el que cuenta la OMS han permitido que la pandemia se propague. Si se hubiese actuado a tiempo, muchas muertes podrían haberse evitado. Asimismo, la prevención hubiese costado menos que el tratamiento. A pesar de los datos previos, nadie se atrevería a decir que "ya es demasiado tarde" -Ƒpara qué ser realistas?-, pero, al menos en algunas regiones, pronto lo será. En no pocos lugares del orbe, el VIH y el sida ofrecen una lectura distinta de los preservativos, de la realidad y de las muertes previsibles.

"Los jóvenes y adolescentes suman la mitad de los nuevos casos de sida en el mundo", reza un encabezado de El País, y agrega que "la ONU constata que las chicas afrontan más riesgos sanitarios y reciben peor educación".

Los números proporcionados en el informe del Fondo de Población de la ONU, Estado de la población mundial 2003, dan cuerpo a esas noticias: aproximadamente 2 millones 500 mil jóvenes entre 15 y 24 años se infectan anualmente por el VIH. Entre otros datos, se confirma que la pandemia se extiende sobre todo en jóvenes del sexo femenino; en Africa, casi 70 por ciento de los casos se presentan en mujeres, quienes, por razones biológicas, son más susceptibles a padecer la enfermedad; además, esa desventaja adquiere más relevancia por cuestiones de educación y costumbres. La falta de educación se transforma en sumisión, en silencio y en la imposibilidad de cuestionar normas y principios ancestrales.

Ese desconocimiento convierte a las mujeres, en muchas latitudes tercermundistas, en objetos de uso y en seres absolutamente desarmados. En muchas ocasiones la falta de educación sexual, y la imposibilidad de decidir motu proprio, son las responsables de la diseminación del sida. "Casi casi" uno podría pensar que los modelos malthusianos, que consideraban que las guerras serían "útiles", pues detendrían el crecimiento de la población, han sido sustituidos por el sida: algunas comunidades de Africa tienen el riesgo de desaparecer en los próximos años.

Cavílese en los datos siguientes: el sida afecta a 11 millones 800 mil jóvenes entre 15 y 24 años, lo que representa un tercio del total de los contagiados. La mitad de los nuevos casos son en estos jóvenes, quienes representan 16 por ciento de la población mundial. Del total de los afectados, 240 mil habitan en países industrializados; 11 millones 560 mil viven en "el resto del mundo". Esas cifras demuestran la crudeza de la realidad, la falta de voluntad política y el fracaso y las siniestras caras de las escuelas globalizadoras. Ni los números ni los muertos ni las jóvenes violadas -la cuarta parte de las mujeres jóvenes en el tercer mundo son violadas- mienten. Tampoco miente el condón.

Al hablar de sida la desinformación y la miseria se transforman en una espiral sin fin: la mayoría de los afectados no tienen idea de que padecen la enfermedad. Para hablar de sida en el siglo XXI recurro a Heidegger.

El filósofo alemán gustaba decir que la primera pregunta que el hombre debe formularse no es la leibniziana: Ƒpor qué hay algo y no más bien nada? Para él eran otras las interrogantes: Ƒpor qué existe el mal? ƑCómo hacer para que lo que es estalle en Bien?

El sida no es el problema. El sida es espejo del mapa humano. En los países pobres es continuación del caos impuesto por las naciones ricas, reflejo de la filosofía decimonónica de muchos religiosos y resultado de la falta de educación de quienes dirigen las naciones más afectadas.

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