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E C O N O M I A
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México D.F. Lunes 1 de diciembre de 2003

León Bendesky

Políticamente incorrecto

Es curiosa la manera de hacer política en México. La atención está hoy centrada en las reformas que ha propuesto el Presidente en los terrenos fiscal y energético, pero en el Congreso de la Unión no se advierten acuerdos para legislar al respecto.

Cuando se presentaron las reformas se dijo que eran indispensables para la política pública y también la base de una nueva etapa de crecimiento de la economía. Había un sentido de urgencia en ellas, sobre todo cuando se inicia ya la segunda mitad de un gobierno que está bastante lejos de la imagen maravillosa que tiene de sí mismo.

Sin embargo, a medida que se traba su aprobación y se agotan los argumentos que la sustentan, el discurso ha ido cambiando de modo poco claro. Ahora se dice que aunque no se aprueben las reformas el país no se colapsará, y eso se repite en la oficina presidencial y en las diversas secretarías, así como también en las declaraciones de prácticamente todos los grandes empresarios y las cúpulas que los representan.

Los términos de esta nueva postura son tramposos. Si el país no se colapsó con la mala gestión económica por más de dos décadas, incluida esta administración, es evidente que no lo hará si no se aprueban las reformas tal como las ha formulado el gobierno.

Ese no es el asunto, sino lo que se requiere para reconformar la economía nacional en cuanto a su capacidad de generar más riqueza y distribuirla mejor. Para ello es imprescindible una decisiva acción en las finanzas públicas, así como una clara definición de la política energética y del papel de las empresas públicas. Ambos elementos están ausentes.

No se sabe qué es lo que saldrá del trabajo del Congreso para llegar a un presupuesto federal para 2004, en el que las necesidades del gasto público sean consistentes con las fuentes de los ingresos del gobierno. Para ello se requiere una reforma fiscal profunda incluyendo la situación del sector energético.

Los dos protagonistas de este debate tienen que cambiar radicalmente la forma de acometer las reformas. Ahora prevalece una visión de corto plazo que hace inviable un cambio decisivo en la gestión fiscal y en la promoción del crecimiento productivo por la vía del sector estratégico.

Ese cambio no puede darse de un golpe en el ejercicio presupuestal de un solo año. El horizonte tiene necesariamente que ser más amplio, se deben fijar metas anuales de recaudación de manera tal que la estructura de los ingresos públicos derivada de los impuestos se vaya transformando hasta ser capaz de generar los recursos que necesita esta sociedad. En ese camino se irían liberando las cargas fiscales que se imponen a las empresas públicas -Pemex y Comisión Federal de Electricidad- para que funcionen con autonomía financiera y aumenten sus posibilidades de inversión y de generar suficiente energía derivada de los hidrocarburos y la electricidad. En ese marco sería más clara la opción de abrir espacios de inversión al sector privado y concebir de modo más preciso lo que se quiere de la rectoría del Estado sobre los recursos que aún son de la nación.

Todos tienen prisa, no parecen ver más allá del tiempo que tienen para ocupar sus oficinas con cargos públicos, pero una visión de largo plazo haría un verdadero proyecto político consistente con la transición en la que supuestamente está el país. El Presidente está perdiendo una oportunidad histórica y los partidos demuestran cada día que se hacen inservibles para los intereses de la gente que todavía tiene alguna motivación de ir a votar. El pleito actual en el Partido Revolucionario Institucional es otra expresión que pone de manifiesto la pérdida de asidero de la clase política con respecto a la realidad del país y del uso del poder para su propia reproducción.

ƑA quién sirve, entonces, esta manera de hacer política? Con las reformas tal como se han planteado o sin ellas acabarán beneficiándose los mismos grupos económicos y políticos, por eso es tan fácil cambiar del discurso de la urgencia al de la aceptación de que el país no se colapsará. Y mientras eso ocurre a la vista de todos, se siguen acomodando otras piezas fuera de los reflectores. Esto se advierte, por ejemplo, en el caso del IPAB con los nombramientos que se hacen, cuestionados hasta por los senadores de Acción Nacional, así como con las renuncias en pocos meses, que no debieran pasar inadvertidas, de dos de los vocales que sí eran independientes, y en la falta de cumplimiento de la ley en la institución que administra las pérdidas y ganancias de la crisis bancaria de 1995.

La verdadera urgencia es plantear una nueva gestión económica y social. La visión de Estado no puede seguir sometida a las fuerzas que imponen la miopía y la amnesia como forma de hacer política. Pero no se ven las fuerzas que puedan impulsar ese escenario. La actual corrección política está agotada, pero es resistente.

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