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México D.F. Lunes 1 de diciembre de 2003

Está conformada por 40 mil volúmenes, algunos antiguos y otros de primeras ediciones

Henestrosa dona su biblioteca a Oaxaca

El escritor de 97 años lamenta que acervo de otros grandes autores se disgregue

ANGEL VARGAS ENVIADO

Oaxaca, Oax., 30 de noviembre. El escritor y periodista Andrés Henestrosa, quien hoy cumplió 97 años, siempre ha sostenido que la finalidad de un libro es ser leído y pasado de mano en mano, para que las posibilidades de su difusión sean mayúsculas. "Sólo así (con la lectura), un pueblo puede pasar de la pobreza a la riqueza", ha dicho.

Fue esa convicción la que finalmente lo motivó a donar al pueblo de México, específicamente a la ciudad de Oaxaca, su biblioteca personal, uno de los acervos privados más importantes que existen en el país.

La ceremonia protocolaria fue efectuada el mediodía de este domingo en esta capital, con el fin de hacerla coincidir con los festejos por el mencionado aniversario del autor de Los hombres que dispersó la danza, que, por cierto, culminaron en la casa que éste tiene en Tlacochahuaya con tremendo pachangón en el que proliferaron mole y mezcal.

Dicho acervo está conformado por casi 40 mil volúmenes y destaca por estar especializado en literatura hispanoamericana, historia de México, lingüística y lenguas indígenas, además de contar con ejemplares del siglo XVIII y XIX, primeras ediciones y volúmenes dedicados.

A la par de ese material, Henestrosa también donó parte de su colección pictórica, entre la que se incluyen obras de Francisco Goitia, Roberto Montegro, Miguel Covarrubias, Juan Soriano y Francisco Toledo, por mencionar a algunos.

Tanto los libros como los cuadros se albergan en la Biblioteca Andrés Henestrosa, con cuya inauguración comenzó formalmente este domingo sus actividades la Casa de la Ciudad, una bella casona del siglo XVIII ubicada en el Centro Histórico de Oaxaca y que recientemente fue restaurada por el ayuntamiento local y la asociación civil Oaxaca Sicarú.

Uno de los aspectos que distingue a la biblioteca cedida por el nonagenario ensayista, narrador e historiador de origen zapoteco es que fue integrada por él, libro por libro, durante 82 años. Incluso se ha jactado públicamente en diversas ocasiones de haber leído todos esos volúmenes, algunos de ellos en más de una ocasión.

La decisión de Henestrosa de heredar este patrimonio en vida, según ha explicado, fue para evitar el destino que han corrido las bibliotecas de otros escritores mexicanos tras su muerte; es decir, que los familiares las desintegren o fraccionen, "vendiéndolas, en el mejor de los casos, a una sola persona; aunque generalmente las venden en diversos lotes".

Desprenderse de esta riqueza representa una de las más grandes tristezas pero al mismo una de las más grandes alegrías en la existencia del hacedor de Retrato de mi madre, según dijo durante el emotivo discurso que antecedió la inauguración de la sala donde se ubica su biblioteca.

Aseguró que si bien su acervo hoy día es cuantioso, para lograrlo tuvo que hacerlo con "más pobreza que con riqueza", ya que de cada peso que disponía, 50 centavos los destinaba a la compra de pan y los otros 50 a la de un libro.

Henestrosa agradeció a los naguales, los guendas, como se dice en zapoteco, tener la oportunidad de realizar "este penúltimo deseo de vida", y consideró que compartir sus libros será una forma de tener varias ventanas para asomarse al mundo después de que la muerte le gane la partida y a su vez "la demás gente se asome desde lo más alto del cielo al que pertenecemos todos".

Para cerrar su discurso, el escritor destacó que está tan sólo a tres años de cumplir su promesa con la vida de llegar al siglo, y aseguró que la cumplirá, porque siempre ha sido un hombre de palabra.

"Pelear por la gloria, aunque no se alcance, es una forma de ser glorioso", rubricó. "Más somos por lo que soñamos que por lo que realizamos. Realizar un sueño ha sido mi esperanza: escribir una paginita, una pequeña paginita que me sobreviva es la razón de estos tres años.

"Para acabar, lo diré con una frase del doliente Manuel Gutiérrez Nájera, cuando al maestro le preguntaron por su mejor página, y dijo: 'aquella que no escribiré jamás'. Viviré para ver si logro escribirla, pero en tanto que ese día llega, aquí está con ustedes uno que, desde el ras del suelo, logró escalar alturas que jamás soñó."

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