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México D.F. Lunes 1 de diciembre de 2003

Mala Rodríguez, Kinky, Gustavo Cerati, Café Tacuba y Placebo rompieron fronteras

Bandas y solistas colmaron de baile el Foro Sol

PATRICIA PEÑALOZA ESPECIAL

El sábado en el Foro Sol, 46 mil jóvenes dieron la mitad de vida a una fiesta rocanrolera colmada de baile y coros, ausente del más mínimo desmán; la otra mitad fue generada por bandas y solistas, cuyo origen fue de un continente a otro, de un género a otro: de la rambla hip-hopero-española de María la Mala Rodríguez se pasó a la polka electro-regia de Kinky, la depurada posmodernidad de Cerati, de la huasteca sateluca de Café Tacuba y de la vampiresca y londinense neblina pospunketa de Placebo.

El mayor refinamiento en ejecución instrumental, arreglos y despliegue fue de Gustavo Cerati. El cariño, el slam, el coreo mayúsculo, fue para Café Tacuba. El respeto, la alabanza, el disfrute desenfadado se aguardó para Placebo. Para Kinky fue un entusiasmo incipiente, porque los sonorizaron terriblemente. La de la aceptación baja fue la Mala Rodríguez.

Desde las 15 horas empezó a llegar la chamaquiza con el deseo de disfrutar cinco bandas que rompieron lo llamado "primer" y "tercer" mundo.

A las 16 horas comenzó la Mala con su hip-hop de quiebres a lo cante jondo y sus letras que retratan el subterráneo ibérico. Aunque linda, original y con música de calidad, pocos la conocían o tenían ganas de hacerlo. Acompañada por el MC Kultama y el DJ Jota Mayúscula, actuó sólo media hora, cuando estaba prevista una hora. Cantó La niña, sobre esa chica que "quiere vender drogas como su papá", y la de "tengo un trato, lo mío pa' mi saco". Dijo: "Gracias a quienes vinieron a conocernos. ¡Adiós, cabrones!"

A las cinco llegó Kinky. En su tema Ejercicio #16 el cantante Gil Cerezo dijo: "Fe comienza fumando un churro gigante, como si estuviéramos bien erizos..." El quinteto dio lo mejor de sí, pues los afama su buena ejecución. Fue recibido con agrado, pero no encendió del todo.

Las hordas seguían llegando. Al frente entraban cinco donde cabría uno, mientras en las pantallas se les veía aplastados pero felices. Con Cerati el cielo estaba ya oscurito. Con la escenografía inflable que trajo en febrero al Auditorio Nacional, pero con set más variado, arreglos superiores y mejor ánimo, se sacó la espina de tan aburrido concierto y triplicó su entrega. Sus impecables músicos y su electrónica de avanzada hipnotizaron a una audiencia que lo oyó sin excesos, mas con gran atención y coreo. Tocó rolas del disco Siempre es hoy en versiones cachondas (gracias al tecnomúsico Flavio Etchetto); la electro Río Babel la hizo róquer y a Sobredosis de TV la hizo electro-80's; tocó más de Bocanada, su mejor disco solista, y los nostálgicos chillaron cuando actualizó, de Soda Stereo: El rito, En remolinos y Un millón de años luz.

Café Tacuba tocó su memorizable repertorio. Comenzó con Revés modificado, 123 y Probando, cual Botellita de Jerez, para pasar por temas de sus seis discos, incluyendo Cuatro caminos. Coros inconmensurables con Esa noche, Ingrata; sentimentalismo con su folclor y boleros ("¿cuánto me costarán para una serenata?", señaló un cuate). También con arreglos nuevos y con Luis Ledezma en batería más asentado, fueron la delicia bailadora, a pesar de unas fallitas técnicas. Elfego se despidió apoyando a quienes participaron en la Megamarcha.

A las 22:30 apareció Placebo, su pospunk-indie-pop directo, parco, llegó hasta las gradas, donde muchos se replegaron. El trío llenó más el escenario con el corazón que con sus ejecuciones, gracias a las buenas letras y al carisma de su frágil y maquillado cantante y guitarrista Brian Molko. El público olvidó el cansancio. El bajista sueco Stefan Olsdal, en español, saludaba y agradecía. Molko no lo hablaba bien, pero decía: "Hola, guapos y guapas". Tocó Bitter end, Special needs, This picture, Special K, Tasted men... y su mega-hit Pure morning. Sorpresa cuando entonó entera la primera estrofa de Bésame mucho. Al final: "Gracias, chicos y chicas, ¡yo, mi corazón, te quiero!" y en inglés: "Gracias por dejarnos compartir nuestros corazones latentes y sangrantes. Vivimos tiempos difíciles; es importante que ayudemos a preservar la paz"; el bajista dijo: "¡De puta madre!" y cerró con el himno Where's my mind, de los Pixies.

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