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México D.F. Miércoles 3 de diciembre de 2003
Emilio Pradilla Cobos
Fox, escucha la voz
El jueves 27 de noviembre, a pesar de la tormenta, alrededor de 100 mil personas recorrieron las calles del centro de la ciudad de México y se congregaron en su Zócalo para manifestar su oposición a la privatización del sector eléctrico, a la desincorporación de otros organismos públicos, a la aplicación del IVA a alimentos y medicinas, y para levantar sus múltiples y diversas demandas sectoriales, anudadas todas por los efectos empobrecedores y antinacionales de las políticas neoliberales y su globalización imperial. Esta movilización se dio también en otras ciudades del país. Dando un bofetón con guante blanco a la derecha agorera de conflictos cuando las masas se movilizan, no hubo ningún incidente de desorden; sólo el provocado por el dios Tláloc: su inesperado chubasco.
Eran campesinos, obreros, empleados públicos y privados, colonos urbanos, estudiantes y maestros de distintos niveles, intelectuales y técnicos, militantes y dirigentes de organizaciones y partidos políticos. Fue la voz del pueblo mexicano, alzada frente al gobierno del PAN-Fox y sus aliados dentro del PRI, y los grandes empresarios nacionales y trasnacionales, para decirles que no quiere sus reformas estructurales, que quiere un México diferente, que mire al sur y no al norte, soberano, igualitario, justo y equitativo, con empleo digno para todos y sin pobreza, solidario, seguro y sin corrupción, donde se respeten los derechos humanos y sociales de todas y todos. No fueron más porque los de abajo no tienen con qué financiar multimillonarias campañas de televisión, radio y prensa, ni con qué mover a la gente. No fueron acarreados por los aparatos de gobierno, como en las celebraciones del poder; se movieron con los recursos que pudieron obtener o con los que tiene cada uno. Muchos no podían explicar sus demandas con finos discursos a los medios de comunicación, porque el sistema económico y político los tiene hundidos en el analfabetismo, la incultura y la desinformación.
El poder económico y político recurrió a sus medios para responder. Fox repitió su discurso de que "no habrá privatización del sector eléctrico", pues no venderá Comisión Federal de Electricidad ni Luz y Fuerza del Centro, que oculta la otra forma de privatizar, la suya: promover que la inversión privada crezca hasta hacerse hegemónica en el servicio e imponer sus condiciones, mientras el Estado hace la parte sucia y poco rentable. El secretario de Energía, Felipe Calderón Hinojosa, llamó a la democracia representativa -domesticada mediante chantajes de amenazas de desastre, ofertas políticas y cabildeos-, señalando que es el Congreso quien toma las decisiones y no la gente en la calle, lo que significa negar que los congresistas son sólo representantes mandatados por el pueblo, en quien radica la soberanía, y que éste tiene derecho a ejercer la democracia en forma directa.
Los grandes empresarios y sus cúpulas -con la excepción de la Canacintra- apoyaron ruidosamente las reformas foxistas, aduciendo lo de siempre: si no se aprueban no habrá inversión nacional ni extranjera, habrá desempleo y más miseria; o dicho de otra forma, que si no se les entrega todo el patrimonio nacional no habrá salvación para los mexicanos. En ese marco, llamaron la atención las declaraciones de Andrés Manuel López Obrador, jefe de Gobierno del Distrito Federal, quien reiteró su apoyo a la institución presidencial, es decir, al presidente Fox que la encarna, y llamó a no "polarizar" el debate de las reformas, porque dañaría a la economía y las finanzas nacionales, en un mensaje para convencer de su buen juicio y moderación a las cúpulas del poder económico y político; en cambio, no se pronunció en favor de la movilización y las demandas populares; entró así en contradicción, otra vez, con las posiciones y acciones de su partido en el Distrito Federal y el país, y sobre todo con la voluntad y decisión de los sectores populares empobrecidos -los humildes- de no dejar pasar las reformas antinacionales y antipopulares.
Es tiempo ya de que Fox y su gobierno, perdido el rumbo debido a su fundamentalismo neoliberal, su subordinación a los intereses del imperio vecino, así como por su incapacidad de lograr consensos democráticos entre los mexicanos, porque no les ofrecen nada bueno para el futuro, oigan la voz de los condenados de su tierra, de los de abajo, que claman por cambios de rumbo, pero en beneficio de la mayoría, no de los poderosos nacionales y extranjeros; que no defienden el pasado, sino que claman por un presente y un futuro digno, durable y sustentable para todas y todos, hoy y mañana, construido ya.
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