México D.F. Viernes 5 de diciembre de 2003
(Sin título)
Natalia Toledo
De mis manos crecieron flores rojas
largas y hermosas,
cómo olvidar el miedo con que fui despojada de
toda certeza.
Caminé con las manos
y metí mi cuerpo donde había lodo
mis ojos se llenaron de arena fina.
Me llamaron la niña de los nenúfares
porque mi raíz era la superficie del agua.
Pero también fui mordida por una culebra apareándose
en el estero
y quedé ciega, fui Tiresias que recorrió
sin báculo su historia.
¿Cuáles son las raíces que prenden,
qué ramas brotan de estos cascajos?
tal vez soy la última rama que hablará zapoteco
mis hijos tendrán que silbar su idioma
y serán aves sin nido en la jungla del olvido.
En todas las estaciones estoy en el sur
barco herrumbrado que sueñan mis ojos de jicaco
negro:
a oler mi tierra iré, a bailar un son bajo una
enramada sin gente,
a comer dos cosas iré.
Cruzaré la plaza, el Norte no me detendrá,
llegaré a tiempo para abrazar a mi
abuela antes que caiga la última estrella.
Volveré a ser la niña que porta en su párpado
derecho un pétalo amarillo,
la niña que llora leche de floresa sanar mis ojos
iré.
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