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México D.F. Sábado 6 de diciembre de 2003
Recibirá mañana un homenaje en
la explanada de la delegación Tlalpan, a las 13 horas
La música me permite complacer a las personas:
Heliodoro Copado
Considerado un pilar en la música huasteca, el
violinista queretano hoy está enfermo y olvidado
Su disco La pasión, con Los Camperos de
Valles, lo grabó en 1992 en los estudios de Peter Gabriel
ARTURO CRUZ BARCENAS
Heliodoro Copado (Neblinas, Querétaro, 1939) es
un gran violinista de la tradición huasteca, un virtuoso, creativo
y con una técnica aprendida sin necesidad de pentagrama. Su aprendizaje
lo obtuvo al ver y escuchar a los viejos. No sabe cuántas canciones,
entre polkas y sones o huapangos, ha compuesto, pero los que entienden
de esta música lo tienen como uno de los principales, al lado de
figuras como Juan Reynoso, de la Tierra Caliente; Javier Bautista, de Michoacán,
y el recién fallecido Eusebio Méndez, de la Sierra Gorda,
por citar sólo algunos.
Ha
transmitido mucha alegría a través de la música. Pero
hoy se halla enfermo y necesita que las autoridades, sobre todo las de
cultura, le ayuden con una pensión. Difusor del son en Europa y
Estados Unidos, durante una gira por California una embolia frenó
su trabajo, hace más de siete años. Su esposa, Victoria Ibáñez,
lamenta el olvido de los que Heliodoro consideraba sus amigos. "No tiene
grupo y no quiere tocar solo", comentó.
Para ayudarlo un poco, este músico recibirá
un homenaje del público que lo conoce a través de sus grabaciones,
al que asistirán músicos huastecos a los que ha inspirado,
mañana, domingo 7 de diciembre, en la Explanada de la delegación
Tlalpan, a las 13:00 horas. Participará su trío, Los Camperos
de Valles. La invitación impresa señala que Heliodoro no
tocará, por la embolia, pero él, en entrevista, dijo que
sí lo hará, "¡cómo no!". No quiere andar dando
tumbos ni pasando vergüenzas, expresó, ya que según
él no posee ya la capacidad para tocar con virtuosismo.
Eso no es cierto. Al pedirle el agazajo de oírlo,
tomó su violín y tocó como los dioses huastecos. Mañana
se escucharán los temas de su cd titulado La pasión
(Discos Corasón), grabado en 1992 con Los Camperos, durante una
de sus múltiples giras internacionales, en los estudios de Peter
Gabriel, en Inglaterra.
En los 15 sones huastecos de este disco, la inspiración
de los tres músicos es notable: Marcos Hernández, cantante
y huapanguero, reta a Heliodoro, quien le responde con la forma de unos
vuelos improvisados en su violín, transformando La guasanga,
El caimán, El fandanguito, El llorar... todas obras maestras
de la tradición sonera. Es esta capacidad de reinventar el repertorio
tradicional, de adornarlo con floreos en el violín, con punteos
inesperados en la guitarra huapanguera y con versos compuestos en el momento.
Gregorio Solano toca la jarana y canta.
Heliodoro fue durante 25 años el violinista de
Los Camperos de Valles. "Yo siempre vivía en un rancho, y por ahí
hacían bailecitos de guitarra, jarana y violín. Entonces
yo iba y me juntaba con otro muchacho y otros amigos de mi infancia para
escuchar la música. Allí empezábamos nosotros; le
pedía el violín prestado a los que estaban tocando para ver
si me salía una nota y con suerte los músicos que iban a
tocar no eran egoístas y decían 'sí, cómo no',
y así me fue naciendo y me fue gustando."
La ingratitud, lo que más enferma
La mañana del viernes, la ciudad amaneció
con neblina mezclada con esmog. Heliodoro sorbía café y su
esposa lo tapaba con un gabán. Extiende una carta que le enviaron
de Alemania donde le reportan regalías, "pero nunca llegó
el cheque". Vivía de la música y hoy no toca.
Dijo: "La música me permite complacer a las personas,
a quienes quieren oír unas trovas. Se esfuerza uno y se toca lo
más que se puede. Es bueno complacer y cantar a la mujer de uno,
a los amigos, a la familia, al público. Me gusta que queden contentos.
Es bueno dar alegría. Tengo muchos amigos, a quienes les gusta bailar
el son.
"Hay unos muchachos que saben los pasos. No he hecho escuela;
no he enseñado, aunque algunos han aprendido al oírme. Ahora
llegaron otras músicas; se han arrimado los gruperos, los sonideros.
Han invadido. Ni modo. Se los permite el presidente municipal."
Ha grabado en casetes algunas de sus composiciones, las
cuales espera que algún día salgan en disco. "Unas piezas
se me olvidaron, por la embolia que no me deja tocar. Quisiera hacerlo.
Una persona como yo no puede vivir sin tocar".
Su memoria lo lleva a su infancia, cuando comenzó
a cantar y tocar "poquito el violín". Le enseñó algo
El Negro Marcelino Tovar. "No sé nota; puro oído.
Esto es como un sentimiento. Se trata de que le guste al público.
He tocado para todos los presidentes, de López Mateos para acá,
para gobernadores. Cuando viajaba, en las giras, me pagaban todo. Fui a
Chile, Ecuador, Europa".
Son famosas sus interpretaciones de paso dobles.
El horno no está para bollos y pide al gobierno,
a las autoridades de cultura, que lo ayuden, "para estar tranquilo". Hace
años, unos funcionarios de Querétaro le prometieron ayuda.
Nunca lo llamaron y ya están otras personas en los puestos públicos.
"Como yo, hay otros músicos olvidados, aunque hemos hecho mucha
música, mucha tradición. Ojalá me reconocieran algo.
Mucha gente cree que mi familia y yo tenemos dinero".
Lo que más le enferma ahora es "la ingratitud",
inclusive de sus compañeros. "Son cosas de la vida difíciles
de comprender, pero que suceden".
Mañana, a las 13:00 horas, en la explanada de la
delegación Tlalpan, podrá escucharse en vivo la música
de Heliodoro Copado.
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