México D.F. Miércoles 10 de diciembre de 2003
Ofreció tocada con Total Chaos, Dos Minutos
y dos bandas mexicanas en el Salón 21
Marky Ramone demostró el domingo que el punk
sigue presente en México
CHAVA ROCK ESPECIAL
Pocos son los festivales de punk internacional que se
hacen actualmente en México, por eso fue una grata sorpresa que
una nueva empresa se interesara en crear un cartel interesante: Marky Ramone
and The Speed Kings junto a Total Chaos; la banda latina invitada fue 2
Minutos, y además dieron la oportunidad a dos jóvenes agrupaciones
mexicanas: Seguimos Perdiendo y Doverman.
El
punk en México existe, pese a todos sus problemas internos y a los
constantes ataques externos. Pocos son los empresarios que se animan a
contratar a una banda punk internacional, pues corren varios riesgos: que
de último momento no se dé la autorización para la
tocada; que la banda asistente reviva aquellos polvosos años cuando
la entrada era de a portazo, o que se apilen los granaderos a provocar
al personal, entre otras cosas.
Por suerte, en esta ocasión el problema mayúsculo
fue que no llegó la gente que se esperaba la tarde del domingo pasado
en el Salón 21, foro al que acudieron cerca de mil chavos para ser
parte del festival que reunió a parte de la vieja guardia punqueta
con los nuevos punk veinteañeros.
Dos mundos presentes: el nacional y el extranjero. Los
nuestros puliéndose y los fuereños como en casa: explosivos,
calientes. Ambos comulgando un mismo lenguaje. Entre la banda, el público,
parecía una pasarela: decenas de pelos parados en forma de picos
que se elevaban sobre las cabezas de los chavos; algunos tiñeron
las puntas de colores. Arroparon su cuerpo con consignas plasmadas en sus
deterioradas chamarras y playeras; los pantalones rasgados por su continuo
uso, no por moda. Afuera del lugar varios esperaban en tribus, todo el
tiempo platican, con un libro sobre la espalda metido en el pantalón,
una chela en el suelo, el fanzín en la mano y una
morrita -casi siempre de finos rasgos- al lado.
Algunos, los pocos, pensaron que se estaba lucrando con
el movimiento punk y trataron de manifestarlo, pero no tuvieron eco. El
costo del boleto fue de 250 pesos; alto, quizá, pero algunos gastaron
más en chelas durante el toquín. El robo descarado
fue a la entrada, cuando la seguridad contratada se aprovechó y
obligó al personal a quitarse los cinturones con estoperoles sin
otorgarle un servicio de guardarropa, como en otros conciertos en este
mismo foro. Un abuso, porque lo que es accesorio y parte de la vestimenta
los de seguridad lo consideraron un arma, para despojarlos y no regresarles
a la salida su pertenencia.
De Twisted Sisters al Chapulín Colorado
El
grupo Seguimos Perdiendo abrió candela con temas propios y algún
cover. Siguió Doverman, con una chavita en la voz, quiendijo
que tenía bronquitis pero aun así estaba arriba del escenario.
Entre la banda se encontraban viejos conocidos, como Adriana
Punk; El Aknez, la voz de Masacre 68; el vocalista de Gamberros sin Futuro,
un chavo que usa muletas, que en las tocadas se apoya en éstas para
adentrarse al slam. Quien estuvo a la altura fue 2 Minutos, punks
argentinos consentidos en México. Tal parecía que era el
grupo estelar: todos se sabían sus canciones.
Total Chaos mostró un buen nivel de ejecución,
tienen a una bestia en la batería, un buen juego de cuerdas y un
veterano cantante, Rob Chaos, quien no ceja en prender a la gente. Abre
con Punk Invasion, le sigue Babylon. Resultó emotivo
el cover a Misfits, pero el clímax llegó con otro cover,
We're not gonna take it, original de Dee Snider, vocalista de Twisted
Sisters. En No lo aceptaremos en versión punk, el vocalista
bajó del escenario y cedió el micrófono al personal
del frente. Así cerró su actuación.
Salió Marc Bell, mejor conocido como Marky Ramone,
con baqueta en mano, tomó el micrófono y dio las gracias.
A los extremos, la guitarra y el bajo, como dos alfiles en el tablero dejando
al rey al centro para que captara la atención. Empezaron a hilvanarse
los temas, algunos de los añorados Ramones: Teenage Lobotomía,
que abre con el baterista aporreando los tambores y los demás instrumentos
apagados, para que después de unos segundos éstos entren
y sea la locura; el vocalista de Gamberros, que ya estaba frente al escenario,
aventó las muletas y empezó a bailar moviendo sólo
tórax y brazos de un lado a otro.
Otro
regalo fue Sheena is a Punk Rocker. Así pasaron los cortes
de dos y tres minutos, uno tras otro sin parar. Todo era locura. El vocalista
cumple pero no termina por convencer, en tanto el guitarrista sube con
una playera de El Chapulín Colorado, con la idea de mostrar que
hay algo mexicano que le gusta; por supuesto ignora que los punks en México
relacionan a Chespirito y sus personajes con Televisa, empresa detestable
para quienes se dicen anarquistas.
Apenas había pasado una hora cuando Marky tomó
las baquetas y dio las gracias. No, exige la banda, y le corea para que
toquen otras rolas. Regresa el grupo al escenario y da más
cuerda aún con Rock'n Roll High School. Dos rolas
más y se marcha nuevamente; aún no termina de bajar del escenario
cuando sigue oyendo el incesante coro de Blitzkrieg Bop, que estuvo
retumbando todo el tiempo entre sus seguidores. Marky regresa para cerrar
con este tema.
Al igual que Bono, sólo nos queda darle las gracias
a Nueva York por habernos dado a Los Ramones. Porque a ellos perteneció
esta noche.
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