Armando Labra M.

El diluvio que viene

Es difícil recordar un espectáculo tan deprimente como el que se observa hoy en la Cámara de Diputados. Pero sería demasiado simple, y además falso, suponer que el inmenso sainete que observamos en San Lázaro obedezca a la novatez, desoficio o malevolencia de la flamante 59 Legislatura y sus partidos de origen. Quizás haya algo de eso pero existen otras razones más profundas y graves que explican el desastre que no nace, pero se expresa en la Cámara de Diputados.

ƑCasualidad?ƑMala suerte? ƑProtagonismos ambiciosos? O mala leche. La evidencia clara es que las propuestas fiscales y presupuestales del Ejecutivo han creado zozobra real o ficticia que no es sensato atribuir a la ignorancia o la falta de oficio parlamentarias. Más parece que desde el Ejecutivo se trata de congestionar la tarea legislativa para salirse con la suya al agotarse el tiempo y que finalmente se vean obligados los diputados a firmar lo que sea en la madrugada del primero de enero. Ha sucedido antes, pero nunca con los inmensos riesgos que ahora atisbamos. Lo que mal comienza difícilmente termina bien. Como pocas veces hoy se puede anticipar con claridad el diluvio, porque ya está a la vista. Estando la economía estancada, la mañosa presentación de un paquete fiscal antipopular y chantajista, aparejado a un presupuesto recesionario, envueltos en riñas diputadiles por cotos de poder, desembocará en parches fiscales insuficientes e ineficientes y en presupuestos restringidos, que inevitablemente producirán conflictos sociales y políticos a lo largo de todo el año entrante, cuando menos. El airado reconocimiento de su derrota, su mal talante y amenazas del presidente Fox el jueves pasado con motivo del descalabro del IVA, más confirman que diluyen los escenarios de tensión y desgobierno a la vuelta de la esquina.

Quienes sueñan que todo ello será contrarrestado por el repunte de la economía estadunidense son, cuando menos, ingenuos. Las recuperaciones de la economía del Norte no suelen desparramarse hacia el Sur, salvo al pequeño sector vinculado con el comercio exterior, dominado por un puñado de empresas extranjeras. Treinta empresas trasnacionales ubicadas en México realizan 44 por ciento de "nuestras" exportaciones. Son ellas las que capitalizan la recuperación estadunidense, no el 94 por ciento de las empresas del país que son mexicanas, en las que trabajan los mexicanos y que no realizan intercambios comerciales con el extranjero. Y que están padeciendo la recesión que ocasiona la política económica del gobierno.

Los piales que han puesto desde el gobierno a los diputados para que estén intensa, estérilmente distraídos y dispersos, atajando a miles de reclamantes insatisfechos o agraviados por las provocadoras propuestas fiscales y presupuestales del gobierno, han resultado efectivos. Cumplieron hasta el momento su riesgoso y antipatriota cometido: nada mejor que lanzar bolas de humo sobre San Lázaro para que el gobierno se lave las manos y pase la papa caliente y la factura a las Cámaras. Tal cuento pudiera aceptarlo un pueblo dotado sólo con la agudeza y el talento del gobierno foxista. Pero no es así y la cultura política de los mexicanos rebasa con mucho la de su gobierno. La estulticia hermanada con la mala fe forman una pareja demasiado conspicua y, para desgracia gubernamental, todos nos damos cuenta de que no sólo no hace su trabajo el Ejecutivo, sino que en realidad manipula para enredar e impedir el del Legislativo, y además, šalegando lo contrario! Herencia del salinismo, que sublimó esos procederes carentes ética o escrúpulo para los fines y con los resultados siniestros que conocemos y padecemos de sobra. En el saldo de la derrota del IVA, el jueves pasado, perdieron Fox, Salinas, la maestra y varios gobernadores cuyos destinos quedaron ya marcados fuera de las carreras por el poder. Somos todos los mexicanos, no los diputados y menos aún los malosos funcionarios y ex políticos que fraguan estas tortuosidades, quienes acabamos pagando la cuenta en pesos y centavos y, además, nos vemos obligados a nadar a contracorriente de un gobierno que resulta cada día más enemigo de los gobernados.

El año entrante sabremos de qué tamaño fue el diluvio que vino, pero desde ahora nos queda claro quién lo provocó y qué facturas políticas quedan pendientes. Y no habrá quien las olvide.