México D.F. Lunes 15 de diciembre de 2003
ƑCuánto para el Teletón?
Enrique Ponce muestra su palacete a Hola
LUMBRERA CHICO
Pues nada, seguimos en vilo sin saber todavía cuál fue la cantidad que la empresa de la Monumental Plaza Muerta (antes México) donó al Teletón luego de perder hasta la camisa en la sexta corrida de la temporada de la miseria. El asunto muestra ribetes legales. Si los miembros del público asistente, aun cuando fuimos tan poquitos, pagamos para que esos billetes llegaran a las manos de los niños discapacitados y Rafael Herrerías se los quedó para cubrir con ellos las pérdidas de su malhadado negocio, Ƒtenemos derecho a pedir que nos los devuelvan?
Es, desde luego, una pregunta retórica, porque los defraudados no fuimos los espectadores, que obtuvimos un pésimo espectáculo a cambio de nuestros pesos; los estafados, en todo caso, fueron los niños a quienes se organizó toda una larga semana de actos de caridad, tal vez para ocultarles que las torpes políticas sociales, el desastroso manejo financiero y la deshonestidad de funcionarios son los factores culpables de la desatención crónica que padecen y que viola su derecho a la salud.
Perdónese la intromisión de la política-política en esta breve nota de crítica a la cultura popular, pero de otra cosa no se hablaba en la fila del tendido de sol del embudo de Insurgentes, donde tantas otras personas bostezaban contemplando con el rabo del ojo las proezas de los toreros de a pie y del caballista que trotaba repetitivamente por el redondel sudando pencos y destripando bueyes.
Para cambiar de tema, la señora de anticuados zorros de peluche que se abrigaba la garganta junto a la escalinata donde despachaba el cervecero hizo circular entre nosotros un ejemplar de la edición más reciente de la revista Hola, que muestra en sus páginas centrales la mansión del castigado matador Enrique Ponce en Valencia.
De envidia
El palacete, que daría envidia a los antiguos jeques moros de los tiempos anteriores a Mío Cid Campeador, era simplemente la escenografía en la que posaban doña Paloma Cuevas y su marido, el fino bailarín de los ruedos, dueño de una respetable figura ganada con el pulso del mando y del temple en los cosos ibéricos, donde le pagan muy bien por torear con una seriedad que jamás mostró en México. Viéndolo en su pose de catrín, ataviado con marcas de lujo, uno se quedaba pensando qué necesidad tenía el hombre de sustituir un toro bien reseñado por un cuadrúpedo clandestino y escogido a la medida en la corrida del 5 de febrero de 2003, falta por la cual aún llora la pena de estar suspendido hasta el 22 de abril próximo en Mixcoac. ƑO será que toda su riqueza proviene de muchos otros fraudes similares?
šFeliz año y hasta pronto!
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