México D.F. Lunes 15 de diciembre de 2003
VICTORIA PIRRICA Y OSCURA
La
captura del ex dictador iraquí Saddam Hussein por las fuerzas militares
estadunidenses que invadieron, arrasaron y ocupan Irak ha sido presentada
a la opinión pública internacional como una gran victoria
para el gobierno que encabeza George W. Bush y como un paso fundamental
para procurar la derrota definitiva de la resistencia iraquí, la
pacificación del infortunado país árabe y la "normalización"
de su vida política e institucional. De esas conjeturas, lo único
real es que la detención del líder derrocado podría
traducirse en una mejora circunstancial de los índices de popularidad
del presidente estadunidense.
Por lo demás, las propias versiones de la captura
ofrecidas por los invasores confirman lo que es evidente desde hace muchos
meses: que Saddam, quien sobrevivía literalmente metido en un agujero,
no estaba -no podía estarlo en esas condiciones- a la cabeza de
la resistencia iraquí; que ésta es mucho más amplia
que los remanentes del extinto régimen a que pretende circunscribirla
la propaganda de los ocupantes y que, si bien muchos iraquíes detestan
al ex dictador, no por eso aprueban el criminal allanamiento de su país
por las fuerzas militares estadunidenses e inglesas.
En otro sentido, la detención del antiguo hombre
fuerte de Irak resulta sospechosamente oportuna para Bush y su grupo; ocurre
justamente cuando la Casa Blanca se encontraba metida en el aprieto del
escándalo por los manejos fraudulentos que una filial de Halliburton
-empresa que dirigió el vicepresidente Dick Cheney hasta antes de
integrar la fórmula electoral republicana en la campaña de
hace tres años- ha venido realizando en Irak con el combustible
que vende a las fuerzas invasoras.
Por añadidura, el gobierno de Bush debe enfrentarse,
en los tiempos que corren, a la perspectiva de una guerra larga y cruenta,
en la que seguirán muriendo soldados estadunidenses por un tiempo
indeterminado y que empezó con la descarada mentira de que el régimen
de Bagdad estaba en posesión de armas de destrucción masiva.
Por si faltara algún indicio de que la guerra contra
Irak no tenía por propósito la destrucción de esas
armas imaginarias ni la democratización del país invadido,
el presidente estadunidense anunció ayer que, a pesar de la captura
del archienemigo, las tropas ocupantes permanecerán indefinidamente
en ese país. Y es que los soldados estadunidenses e ingleses no
se encuentran allí para liberar a los iraquíes ni para garantizar
la paz nacional y regional, sino para hacer posibles negocios turbios con
el pillaje de los recursos iraquíes y fraudes como el perpetrado
por los ex socios de Cheney.
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