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México D.F. Sábado 27 de diciembre de 2003
Ricardo Robles O.
El sentido indígena de los años nuevos
Se dice que éste, el de las navidades y los años nuevos, es tiempo de saludos y felicitaciones, de expresar parabienes. Los años de convivencia con los rarámuri me han tornado renuente a practicar tales usos y costumbres. No suelo enviar mensajes como antes lo hice. Y es que, Ƒqué son los años? Los rarámuri dicen bien que no los cuentan ellos, los años, esos que paradójicamente mencionan todo el tiempo, en cada fiesta, para pedir uno nuevo, o más bien, el siguiente. Es ocioso contarlos. Bueno es vivirlos, con sentido.
Así es: en cada fiesta se cumple un ciclo que un año después terminará de nuevo con esa misma celebración. Y le piden al Dios un año más, un año en que él les ayudará y ellos han de ayudarle a sostener el mundo una vez más. El año concluye y reinicia con la fiesta que recupera la armonía originaria del universo al recuperar y vivir la "comunidad" en la plenitud de la fiesta misma. Así, la fiesta para ellos no es la alegría de un día en el que toca olvidar los ruidos de la vida para poder relajarse, distraerse, enajenarse quizá, para volver después a preocuparse. La fiesta india es principio y es fin de una tarea que toda persona tiene en la vida. Es iniciar y concluir un ciclo anual, fructífero y fecundante, ejemplar y creativo como todos los símbolos vividos. Nada es más cercano a la vida que sus fiestas, nada es más comprometido con la vida.
En nuestro mundo, en cambio, lejano al suyo, estos aniversarios se han vuelto sólo deseos de bienestar, sin compromiso alguno para crearlo. Se les desea a todos prosperidad, felicidad, bonanza, total no cuestan nada esas palabras, y aunque nos gustaría quizá que sí se realizaran nuestros buenos deseos, nada comprometemos por lograrlos en la vida de los que estimamos o de quienes nos vemos obligados a felicitar. Nuestro mundo del mercado y del consumo ha empobrecido también las fiestas. Las ha reducido a brillos y colores y regalos, trivialidades inútiles de ordinario, cargas extra obligadas, energías derrochadas dignas de mejor causa.
No era esa mi visión cuando hace años ya llegué a convivir con las comunidades indias de la Tarahumara. Nunca supe cuándo me llegó el cambio. Sé que me dieron un sentido nuevo los pueblos desde sus fiestas. Hoy he de confesar que este su modo, su filosofía, su religión al fin, mucho más que otros modos, me resulta creíble, respetable. Esto es mucho más que "usos y costumbres", como algunos lo ven. Es cosmovisión transformadora, creadora de armonías y de inclusiones, rumbo dinámico para la vida, y al fin de cuentas, es vida con sentido. Acá, en los mundos indios, las navidades y los años nuevos -limpios de banalidades-, como todas las fiestas, tienen sentido. Pero me temo que eso tan sólo se disfruta cuando se vive acá. Me temo que aunque alguno lea este estilo de ideas con familiaridad y simpatía, habrá también quien las vea con escepticismo. Para unos será leer el propio idioma o uno conocido, para otros puede ser mirar renglones en una lengua extraña, inútiles de entrada, o por mejor decir, inexistentes.
Tenemos, cada quien, y todos muchas veces, aniversarios que hay que recordar, de lo sucedido que no hay que olvidar para poder sobrevivir sabiéndonos personas. Son fechas que marcan ciclos de un año a otro, irremediablemente, felizmente. Ocasiones de retomar los pasos y los rumbos que nos brindan sentido para vivir por algo. Como ejemplo reciente, Acteal acaba de celebrarse, símbolo de muchos otros horrores en muchos otros lugares. Ahí no cabe la frivolidad, caben tan sólo el llanto y la alegría, el impulso y la creatividad, nacidos de la fe en la vida. Quizá por ello, tanto el Presidente como el gobernador, estando en Chiapas y hablando desde ahí el día 22 mismo, prefirieron eludirlo, ignorarlo, olvidarlo. Sí, las celebraciones bien pueden hoy tener y dar sentido, como ya de por sí lo tienen y lo ofrecen. Por eso es que se acogen o se esquivan. Tal vez lo que agoniza es la capacidad que para celebrar nos resta. Buenas para nosotros pueden ser estas sabidurías indígenas, una vez más.
La idea de escribir estas cavilaciones me vino al comentar el tema con una amiga. Quizá fue porque de compartir se trata en estos tiempos, de disfrutar las oportunidades de comunicarnos, de abrirnos a otros mundos y caminos, de descubrir sentidos frescos en otros pueblos, otras cosmovisiones, otras filosofías de la vida, en otros -diferentes- años nuevos.
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