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México D.F. Sábado 27 de diciembre de 2003
Maximiliano a Carlota
Palacio Nacional
10 de julio de 1866
Angel bienamado:
No
puedo expresar con palabras, mi ángel, y mi estrella, lo que he
sentido en estos días, lo que mi herido corazón sufre.
Ha muerto en mí toda la alegría de vivir y sólo el
deber me mantiene en pie. Y sin embargo, es bueno el sacrificio que hacemos,
toda la gente lo ve así ahora y me muestra doble amor y adhesión.
Todos los verdaderos amigos acuden presurosos a mi lado para desahogar
su corazón. Dado que ahora debo cumplir no sólo con los deberes
de padre del país, sino también con los de madre, estuve
ayer en el paseo; nunca se me había saludado tan amable y
cordialmente y esto también en toda la ciudad; la gente hace
señas con las manos desde los carruajes y balcones. ¡Me conmoví
profundamente! Con todo tacto comprenden el inmenso sacrificio que he hecho.-
Ayer estuvo conmigo el excelente [general Tomás] Mejía, que
está más claro, fiel y sensato que nunca
y que no ha perdido jamás el valor, sino que, por contrario, está
lleno de fuerza.
Ahora busco mi único esparcimiento en el trabajo
y así inicié ayer de nuevo las conferencias sobre el código;
el segundo tomo deberá aparecer el 16 de septiembre.- Ayer recibimos
la famosa proclama de Santa Anna, es tan tonta y ridícula y tan
divertida que ordené publicarla hoy completa y sin comentarios en
el Diario. Recibirás algunos ejemplares.- Del Valle podrá
contarte aún muchos detalles, todavía lo vi ayer y le encargué
mucho que cuide de ti, vida mía.
Por amor de Dios, no comas fruta ni camines de un lado
a otro en el sol, y no bajes a tierra ni en La Habana ni en Santo Tomás.
¡Me muero de angustia cuando te enfermas! Te estrecho a mi corazón
herido y sufriente,
tu siempre fiel Max.
Saluda cordialmente a tu comitiva de mi parte.
Subrayado en el original
(pp: 299-300)
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