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México D.F. Lunes 5 de enero de 2004

La escritora tamaulipeca se inicia en la novela con Las mujeres zurdas bailan suelto

Hallo placer en mantenerme al margen del éxito poético: Gloria Gómez Guzmán

CESAR GÜEMES

Casi a pesar de ella, la obra de Gloria Gómez Guzmán se difunde cada día con más vigor y obtiene mayores resonancias. La poeta tamaulipeca por excelencia, quien anunció apenas hace unas semanas que dejaba la literatura, publicó, días antes de cerrar 2003, un nuevo libro con el que se inicia en el género de la novela: Las mujeres zurdas bailan suelto. Periodista, en su momento catedrática de la Facultad de Música de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, abogada de profesión, Gómez Guzmán no sólo continúa escribiendo, sino también mantiene en Tampico un taller de poesía y canción con la mira de recuperar la música tradicional mexicana.

Autora de considerables poemarios, como Nada personal, Para quienes en altamar aún velan, Litoral sin sobresaltos y Aguamala, desde el inicio evalúa: "Se me conoce poco porque he impedido ser del todo conocida o gozar de la fama terrible de ser una gloria local. Además, sabemos que los poetas en México tenemos un público apenas existente; es como si escribiéramos para nosotros mismos. Eso es fatalmente cierto. Así que ahí tenemos un factor extra para no hacerme promoción''.

-Sin embargo, esa circunspección suya no le ha impedido publicar su obra, por cierto numerosa en títulos.

-He tenido suerte, que en muchas ocasiones es lo que salva a un autor del olvido total. He sido apreciada en algunos momentos, y entiendo que esto se relaciona mucho con una estancia en la ciudad de México durante la cual conocí a escritores, como Guillermo Samperio, que me acercaron a la vida que se conoce como literaria. Es un asunto de suerte ser reconocida por las personas que escriben en mi estado, luego de que no he ganado jamás un premio nacional.

-¿Ha participado o en los certámenes, al contrario de la vida cotidiana, no ha habido suerte?

-No he querido participar, salvo en uno estatal, el Premio Juan de Tijerina. Me fue bien y salí adelante en ese momento. El caso es que no participo en los varios certámenes que hay de poesía y a lo mejor es porque soy en cierto sentido decadente; tal vez encuentro placer en mantenerme al margen del éxito poético.

-Quizá su oficio de poeta es de tal forma autosustentable que no requiere de reconocimientos oficiales.

-Mantengo mi poesía de mi trabajo, que ha sido lo mismo en una oficina que en una empresa de perfumería o en los diarios locales. He buscado esos empleos con tal de no hacer una carrera literaria formal. En parte sé que hay grandes dificultades para descollar. Cuando estuve en la ciudad de México, a mitad de los años ochenta, percibí que se abrían muchas puertas a mi paso, pero no crucé esos umbrales porque entonces privaban modas y grupos muy alejados de lo que yo decía o buscaba decir. Era rotundamente claro que no tenía ningún caso que terminara escribiendo lo que otros deseaban. Eso es fácil hasta cierto punto, pero tiene uno que renunciar a la voz propia, que a final de cuentas es lo único que vale la pena preservar en el oficio poético.

-En parte de su poesía hay un muy perceptible tono de pesimismo. ¿Está de acuerdo con esa lectura?

-Parcialmente, porque lo que está en esa línea es lo que hice en los años ochenta, aunque no por eso digo que ahora sea muy optimista respecto de lo que vaya a ocurrir en general, ni en mi país ni en el mundo. Sin embargo, siento que en el libro Aguamala, de los más recientes, hay un tono si no optimista, sí de resistencia luego de saber para qué sirve la palabra. Una resistencia que no me impide disfrutar lo amable que tiene México. Antes padecía en exceso, todo me llegaba a preocupar y creo que eso se reflejó en mi poesía. De un tiempo a esta parte, sin embargo, he aprendido a disfrutar más de la vida cotidiana y a evitar la angustia. Todo lo ocurrido en México en 1994 nos enseñó que la desdicha se asumía con coraje.

-Aunque evite promoverse, su producción no se detiene. La afirmación tajante de que Gloria Gómez ya no escribe más no es del todo cierta.

-No consigo que lo sea; escribir es una forma de justificar la existencia. El compromiso de hacer poesía o prosa es lo único que me da permiso de participar a plenitud el resto de la vida.

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