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México D.F. Martes 6 de enero de 2004

Fabricantes de ilusiones

En riesgo de extinción, sobreviven los talleres de juguetes en el DF

MIRNA SERVIN

En la casa de la familia López, en el corazón la delegación Venustiano Carranza, justo en los límites con el municipio mexiquense de Ciudad Nezahualcóyotl, la hechura manual de juguetes, sobre todo muñecos, sobrevive a pesar de los actuales procesos tecnológicos y, cómo no, de la invasión de artefactos chinos, infinitamente más baratos.

taller_munecos14llEn este singular taller, las piernas, brazos, cabezas y cuerpos salen a tirones de pinzas. Cada día fabrican cien muñecos perfectamente horneados y pintados.

Entre los integrantes de la familia y trabajadores suman no más de 16 personas que ganan, parejo, 5 pesos por muñeco. El taller artesanal de los López vio la luz hace unos 20 años, cuando el jefe del clan, Sacramento, recibió su indemnización laboral por enfermedad. Con esa plata compró un terrenito y edificó su morada, y de la mano llegó el taller. El dinero le alcanzó para adquirir una maquinita que, en aquellos días, fue la joya más preciada de la famila.

Estos artesanos, como muchos otros pequeños comerciantes, no reciben ningún apoyo para la producción y tampoco cuentan con mayor control de calidad que la minuciosa apreciación visual y el cuidado manual con el que se fabrica cada una de las piezas.

Despúes de muchos años de trabajo y ahorro, este año será el primero en que los López contarán con una máquina para fabricar todas las piezas de un pequeño bebé de plástico de apenas 30 centímetros, que puede llevar dibujada una sonrisa o una expresión de puchero.

Cuando pasa la temporada alta estos artesanos fabrican pelotas de colores brillantes y pequeñas muñecas tipo Barbie, cuyo molde adquirieron hace 16 años.


Son pocas las ganancias, pero la satisfacción es mayor, afirman los López

Privadas de toda ayuda, sobreviven en el DF las fábricas familiares de juguetes

El control de calidad no va más allá del visual y del cuidado de quienes los elaboran

MIRNA SERVIN VEGA

Los talleres familiares de juguetes sobreviven en la ciudad de México. En la casa de los López, piernas, brazos, cabezas y cuerpos salen a tirones de pinza de sus moldes para armar alrededor de 100 muñecos en forma de bebé que ellos hornean, pintan y empacan diariamente.

La familia genera seis empleos aparte de los de sus integrantes, pero sólo ganan cinco pesos por pieza, que todavía tienen que dividir, en tanto que quienes comercian el muñeco acabado ganan hasta el doble, pero la satisfacción de ver rostros felices es mayor, afirma Sonia, mientras quita los sobrantes de plástico de las piezas que en esta temporada les dan algunos ahorros para pagar la luz e invertir en algunas otras necesidades.

El taller, ubicado en la delegación Venustiano Carranza, en los límites con Ciudad Nezahualcóyotl, estado de México, empezó a tomar forma hace más de 20 años, cuando Sacramento López fue indemnizado por enfermedad en su trabajo. Guardó el dinero algún tiempo, compró un pequeño terreno y esperó.

"Pero hay gente que piensa más grande que uno, que tiene planes y ve más allá", cuenta su hija Sonia al recordar que fue un compadre de su papá, de nombre Cayetano, quien le metió la idea de invertir en una máquina que maquilara piezas de muñecas y otros juguetes, cuyas ganancias poco a poco fueron constituyendo el patrimonio familiar.

Sin embargo, el inicio fue complicado. Aun cuando los seis hijos estudiaban y nunca nadie se había dedicado a ello, Sacramento invirtió el dinero en una máquina que se convirtió en el centro de atracción de la familia. Ahí, todos formaban parte de la cadena de producción por horarios; unos regresaban y los otros se iban. Aprendieron a repararlas y dónde comprar los materiales, pero el proceso para fabricar el cuerpo de una muñeca era aún muy lento.

Las expectativas empeoraron cuando el compadre un día dejó de llevarse los cuerpos para venderlos y la familia tuvo que encargarse de acomodar la producción, sin saber de precios y lugares para vender.

No obstante, la maquila se fue diversificando con los años. Incluso produjeron sillas pequeñas de colores que la misma familia vendía en un bazar. Pero, en general, debido a la falta de otros productos, como las cabezas o la ropa de los muñecos, nunca entregaban los juguetes terminados,lo que ocasionaba que su ganancia siempre fuera menor a la de quienes recogían las bolsas del producto de su trabajo, lo completaban y lo distribuían en tianguis y comercios del centro de la ciudad.

Para los integrantes de la familia López no hay cámaras de comercio o productores de juguetes que consideren su actividad. No reciben apoyos a la producción, tampoco cuentan con mayores controles de calidad que no sean la apreciación visual y el cuidado de las manos que fabrican las piezas, desde el pintado de las hojuelas o el plástico líquido, el moldeado, el vaciado, corte y ensamblado.

Y es que apenas esta temporada de Navidad y Reyes Magos el hijo de Sacramento, del mismo nombre, compró una máquina para fabricar las piezas de un muñeco bebé completo. Su hermana Sonia invirtió en material el dinero de la liquidación que obtuvo al dejar la fabrica de lámparas donde trabajaba y es ella misma quien limpia las piezas, las une y pinta las caritas de sonrisa o con puchero de los bebés de plástico de casi 30 centímetros de largo.

Ella es a su vez ayudada por otras dos mujeres: una que la auxilia con el proceso de producción y otra que les coloca los ojos y los empaca. Además del trabajo previo de Manuel Suárez, que a pesar de tener una pequeña malformación en el brazo y mano derechos es un experto en el llenado y vaciado de los moldes.

Aun así, la ganancia mayor es para quien los vende en el centro junto con la ropita diseñada para el tamaño, que los Reyes Magos pueden escoger a su gusto para cada muñeco.

Cuando no es temporada alta, como en estos meses, los integrantes de la familia López se dedican a la producción de otros juguetes, como pequeñas pelotas de colores brillantes o calabazas anaranjadas y una porción menor de muñecas tipo Barbie, cuyo molde adquirieron por primera vez hace casi 16 años y del cual pudieron construir poco a poco el terreno donde actualmente habitan y alojan la maquinaria de su taller.

Ahora, los sobrinos y nietos de la segunda generación de esta familia disfrutan otros juguetes este 6 de enero, ya que, como ayudantes de los Reyes Magos, "no quieren jugar con los mismos muñecos que fabrican", finaliza Doña Elvira, la abuela

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