México D.F. Sábado 17 de enero de 2004
Por apertura de cinco pozos petroleros, habrá
nuevas bases militares en la región
A 10 años del cese el fuego en Chiapas, el Ejército
avanza, aumenta y actúa
Obedecería a intereses de EU el alza en la explotación
de crudo en la entidad: analistas
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
San Cristobal de Las Casas, Chis., 16 de enero.
La expansión del Ejército en Chiapas es silenciosa, invisible
en la medida de lo posible, pero constante dentro y fuera de la zona de
conflicto. Los tres argumentos para tal despliegue -generalmente implícitos,
pues las fuentes militares hablan poco- son el zapatismo rebelde en todas
las regiones indígenas del estado, la defensa de los recursos naturales
y la protección de la frontera sur (que incluye tráfico de
indocumentados y drogas). En los tres casos, la estrategia y la mayoría
de los efectivos se orientan a funciones de contrainsurgencia.
A pesar de las protestas recientes contra la militarización
y la sostenida demanda de organizaciones indígenas y centros de
derechos humanos para que se retire el Ejército de las comunidades,
se siguen estableciendo posiciones. Ahora que se abrirán cinco pozos
de Petróleos Mexicanos (Pemex) en Reforma, se preparan nuevas bases
castrenses en la región.
Así, por ejemplo, en el municipio de Pichucalco,
gobernado por el Partido de la Revolución Democrática, se
sabe que el Ejército está solicitando tierras para tomar
posiciones allí en el corto plazo.
La
explotación petrolera al norte del estado ha entrado en un proceso
de aceleración insospechado. Según testimonios de los pobladores
de diversas comunidades, ya trabajan en la fase final de exploración
técnicos ingleses y franceses, de empresas extranjeras que han recibido
concesiones de Pemex, aunque el interés estratégico de estos
yacimientos corresponde a Washington. Analistas independientes consultados
por La Jornada consideran que el súbito incremento de pozos
aquí obedece a las crecientes dificultades de Estados Unidos con
Venezuela, uno de sus proveedores más importantes.
Parte de la "cooperación" del gobierno mexicano
con el estadunidense en el "caso Venezuela", evidenciada en la reciente
cumbre de Monterrey, consistiría, según esto, en sustituir
desde Chiapas el abasto venezolano.
Otra manifestación de la omnipresencia castrense
es la militarización de las policías estatales y de los organismos
policiacos y judiciales federales que operan en Chiapas, como la Policía
Federal Preventiva y la Procuraduría General de la República.
En algunos casos los soldados realizan funciones de policía,
pero las policías, todas, se han militarizado, y de manera un tanto
extraoficial son comandadas desde los cuarteles del Ejército. Y
con frecuencia actúan conjuntamente, borrando las distinciones entre
lo judicial y lo castrense.
Porciones considerables del territorio chiapaneco se encuentran,
en los hechos, más bajo jurisdicción de la séptima
Región Militar que de las autoridades civiles y el gobierno de Tuxtla
Gutiérrez. Esto no es nuevo; el virtual "gobierno militar" en la
zona de conflicto se estableció durante el interinato como gobernador
de Julio César Ruiz Ferro, y se consolidó con el interinato
post Acteal de Roberto Albores Guillén. El actual gobierno de Pablo
Salazar Mendiguchía sencillamente ha dado continuidad a dicha sustitución
del poder en las tierras de los indios.
La continuidad a la política de cuantiosa inversión
pública que muchos han llamado clientelar es percibida como contrainsurgencia
por millares de indígenas. En junio de 2003, el subcomandante
Marcos escribía: "Si las comunidades zapatistas quisieran, serían
las de mejor nivel de vida de América Latina". Puesto que sostienen
su resistencia, no lo son, y todo ese dineral se invierte en aislarlos,
dividirlos e intentar acabar con ellos.
La guerra y la política social de contención
en Chiapas han resultado extremadamente costosas en términos económicos,
pero no fueron diseñadas para resolver los problemas planteados
por la insurreción indígena ni las causas que le dieron origen,
sino para sitiar, acotar, en fin, combatir a los rebeldes.
En Chiapas todo es frontera
Dentro de la séptima Región Militar la principal
vigilancia fronteriza se efectúa desde la 36 zona militar de Tapachula.
Pero también participa la 39 zona, con sede en Toniná, pues
ésta posee las posiciones fronterizas de la zona de conflicto (Amparo
Aguatinta, Maravillas Tenejapa, Ixcán), que además rodean
por el sur a Montes Azules; sus demás destacamentos sitian las cañadas
de la selva Lacandona y la zona chol al norte de los Altos.
La vigilancia "petrolera" corre a cargo de la 31 y 38
zonas militares, en Tuxtla Gutiérrez y Tenosique (Tabasco), respectivamente.
Suyas serían las nuevas posiciones cerca de Reforma, si bien ambas
están directamente involucradas en el cerco a los más de
40 municipios autónomos de comunidades bases de apoyo del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, junto con las zonas militares
de Toniná y Rancho Nuevo (la cual es el comando de infantería
correspondiente a la capital de estado, pero se despliega en todos los
municipios tzeltales y tzotziles de los Altos, en particular San Pedro
Polhó, San Andrés Sakamch'en de los Pobres y San Juan de
la Libertad).
Algunos analistas consideran que en Chiapas hubo un cambio
de estrategia militar a raíz de los ataques terroristas del 11 de
septiembre de 2001 en Estados Unidos, sin que ello significara alterar
la distribución de bases y campamentos; en todo caso, se agregaron
algunos.
Nuevas posiciones del Ejército en la frontera sur
con Guatemala, en los linderos con Oaxaca y Tabasco. Amenaza con establecer
nuevas posiciones en Tila si la gente no suspende sus protestas de rechazo.
Creación de nuevos puestos de vigilancia y retenes dentro de la
zona de conflicto. A 10 años del alto el fuego en Chiapas, el Ejército
sigue avanzando, aumentando, actuando.
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