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México D.F. Sábado 17 de enero de 2004
Insatisfacción de los asistentes por
la brevedad del primer concierto en el Auditorio
Luis Miguel colma expectativas de su audiencia incondicional
El intérprete hizo alusión a su vida personal
y recordó a su padre Su éxito consiste en que canta siempre
igual, expresaron fanáticos al término de la presentación
PATRICIA PEÑALOZA ESPECIAL
Para decepción de sus seguidores, sólo hora
y media duró el concierto inaugural de la gira 33 (primero
de 21 shows en el Auditorio Nacional) del intérprete mexicano
Luis Miguel, la noche del jueves. El carilindo de prominente dentadura
estableció que no importa que en estilo se repita, que sus arreglos
sean elementales y monótonos o que el vocabulario de su lírica
sea sucinto y predecible, pues tiene demostrado que su audiencia siempre
será la de uno de sus temas más coreados: "Tú, la
misma de ayer, La Incondicional, la que no espera nada".
A las 21 horas apareció el astro. Los alaridos
femeninos son rito obligado, entre mangueritas rellenas de líquido
fluorescente, que se agitan al compás de una inenarrable efusión
de estrógeno. Para sorpresa de los neófitos, Luismi
goza de un alto número de público masculino: se cae en la
cuenta de que éste lo ve como patrón de caché,
estatus y galanura.
El
concierto inició con Vuelve, para seguir con la tradicional
Amor, amor, ligada a Acuérdate de mí. Es hasta
ahí que parece aflorar su "sentimiento": tras cantar "...ahora que
te vas, sé que estarás aquí...", besa un anillo que
porta (¿Myrka?), en la penumbra que se da cada fin de tema. Su banda
y él están echados hacia delante, cual haciendo pequeño
y "cercano" el escenario. Percusiones, dos teclados, bajo, guitarra, trompeta,
saxofón, trombón; sus ejecutantes nunca son mencionados.
Y, oh, decepción: los coros... ¡están grabados! Eso
sí: su sonorización es impecable y no hay duda de su gran
dominio escénico. Y aunque maneja bien su respiración y fraseo,
no acaba de transmitir mucha entraña: se debate entre sensibilizarse
y lucirse, y caer mucho en lo segundo le resta credibilidad. No así
entre sus admiradoras, cuyos alaridos prosiguen tras cada "romántica"
frase, en clara fantasía de que se las cantara a cada una de ellas.
Amén de su espléndida afinación vocal,
pareciera que Luis Miguel contara con únicamente dos canciones en
su repertorio, y sólo le cambiara los nombres: la tranquila-romántica
y la rítmica-funk, pues cada una de las dos vertientes es cantada
de idéntica manera. No importa si lo tranquilo es bolero, ranchero
o balada, él siempre las emparejará, correteará las
melodías o le anulará encanto a temas como La media vuelta
o Amorcito corazón, mientras sus correctísimos músicos
son desperdiciados emitiendo arreglos con la efusividad tope de un bar
de Sanborns.
El público se pone de pie con Eres lo que yo
he esperado, y el cantante habla: "Es un placer... Es el primer concierto,
pero nos iremos acoplando. El mérito de estar aquí es sólo
de ustedes... ¡Saludos al segundo piso, esa gente bonita!"
Su set estará plagado de medleys del recuerdo y algunas
antes jovencitas escucharán acarameladas, con sus hijas de siete
años en las piernas, lo que otrora les hiciera soñar. Viene
el popurrí-Manzanero; destaca No sé tú. Lágrimas
corren. En un balcón, se forma con tiras luminosas la palabra "cuero".
O tú o ninguna, y Luismi deja que toque su mano una
chica del público; ésta llora. Vienen Dame tu amor,
Suave...
Luego hizo algo inusual, según los seguidores:
decir algo personal. "Hace más de 15 años estaba inseguro
de seguir cantando, pero mi papá me dijo: 'tu voz está cambiando,
es natural, pero no pasa nada. Tú vas a seguir cantando'". Y que
canta rolas de cuando le brotaban vellosidades, y mayor emisión
pulmonar: No me puedes dejar así, Te voy a olvidar,
Entrégate y... La incondicional. Los coros de señoras
de 45 y jovencitas de prepa fueron uno solo. Más chicas que
pagaron mil 500 pesos tocan su mano; él se deja querer mientras
aleja al guarura.
Sale del tinglado, lo que permite pormenorizar una escenografía
baratona, con seis columnas seudo-greco-romanas, con flamitas rematando
cada una. Sorprendió que no se desplegaran las pantallotas laterales,
a cambio de una sola al fondo, y que las imágenes fueran de tan
mal gusto: olas de mar, estrellas espaciales cual protector de pantalla,
flores que caen... Regresa con saco de terciopelo negro a cantar más
baladas y Mucho corazón con requinto, mientras en pantalla
se agita... un escudo nacional.
Peinado de camuflaje
Aunque dice tener 33 años, cual rezan disco y gira,
se ve mayor con su peinado-camuflaje-de caída-capilar a lo José
Luis Rodríguez el Puma, de a corbata y trajes pasados de
moda. Mas es en sus temas funky light donde se desacartona y sus
gestos festivos le revelan una lozanía que hasta lo hace ver simpático:
remeda remates rítmicos con las piernas, alza cejas y ojos en espera
del canto del público, abre la boca mientras extiende los brazos;
son quizá sus momentos más auténticos, o donde parece
gozar más la música. Mas tiene sus tics: acomodar el monitor
de oído cada segundo, o hacer con los dedos de la mano izquierda
algo así como un "viene, viene".
Es en la segunda mitad del show donde más
se exalta: fuera saco y botones superiores de la camisa, a brincar y agitar
cadera con el medley Retro-Hits-Ultracomplacientes: "¿Cómo
es posible que a tu lado, haya encontrado otro querer...", "No culpes a
la noche, no culpes a la playa... lluvia... amas". El chico se aloca y
las chicas más: Ahora te puedes marchar, La chica del
bikini azul; Isabel y Cuando calienta el sol en coro
máximo. Se va y hace un solo encore con Te necesito,
con más espray en el pelo, camisa blanca y cinturón plateado.
A la salida, la queja básica es la poca duración.
Jorge, ultrafresita de 21 años: "faltaron los mariachis... ¡Y
me quitaron a las coristas!" Daniela, de 19: "canta mejor que en disco.
Su éxito está en que canta igual siempre; aunque cantara
10 canciones, vale la pena". Larissa: "lo he visto cinco veces; lo vi más
abierto y prendido; se ve enamorado". Verónica, de 30: "un show
maravilloso, de muy buen gusto". Lourdes, de 48: "perdí mi boleto
y no me importó comprar otro... ¡Está cuerísimo!".
Lo dicho... puro incondicional.
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