México D.F. Sábado 24 de enero de 2004
José Omar Medrano divide su tiempo en
Culiacán entre ser policía y payaso de fiestas
Atrapar un criminal, tan importante como la sonrisa
de un niño: Pulgarcito
Imparte cursos de defensa personal y prevención
de la delincuencia; no desea dejar de animar menores Una vez ayudó
a someter a una persona sin quitarse su traje ni el maquillaje
JAVIER VALDEZ CARDENAS CORRESPONSAL
Culiacan, Sin., 23 de enero. Omar trae un arma
y no ha matado ni herido a nadie. Pinta su cara de colores y no es travestido.
De hecho es policía... y payaso. Ambos oficios, a sus 34 años
de edad, son sus pasiones.
Es José Omar Medrano Mendoza, agente de la Dirección
de Seguridad Pública Municipal (DSPM) de Culiacán, también
conocido como el payaso Pulgarcito. Como integrante de la DSPM acumula
11 años en dos periodos. El mismo tiempo suma en su otro trabajo.
Está adscrito al área de prevención
del delito. Ahí organiza cursos de karate y defensa personal entre
los agentes. Recién concluyó sus estudios de preparatoria,
aunque dejó trunca la carrera de licenciado en educación
prescolar. Ahora aspira a ser jefe de grupo. Pero no quiere dejar su oficio.
¿Policía? ¡Todo el día!
En
el fraccionamiento Villaverde, donde vive, es considerado el policía
de la cuadra. Ahí, junto a uno de los asentamientos más grandes
de Culiacán, Infonavit-Barrancos, siente que tiene que dar el ejemplo.
Padre de dos niñas a las que llama monstruas
por lo altas que son, José Omar se siente obligado a respetar uniforme,
vecinos y compañeros de trabajo. Por eso, lo llaman cuando hay pleitos,
robos, asaltos y escándalos de cualquier tipo en su colonia. Es
algo así como el héroe del barrio.
Culichi. De buen humor. Cerca de 1.92 de altura.
Nueve años de casado. Primer lugar nacional en la categoría
de maquillaje y caracterización en el encuentro de payasos realizado
en Puebla, hace unos cinco años. Ese es Omar.
-¿Y no se te dificulta quitarte la cachucha de
policía a la hora de llegar a tu casa o hacerla de payaso?
-N'ombre. En la cuadra me llaman los vecinos cuando tienen
algún problema. En las colonias marginadas hay que dar clases de
deportes y orientación sobre la prevención del delito y el
consumo de drogas. Así que es todo el día, no hay de otra.
Una de payasos
Ni de civil ni de payaso. A Omar no se le dificulta quitarse
la cachucha azul de la policía preventiva del municipio más
conflictivo de Sinaloa.
Tampoco despojarse del atuendo que lo convierte en payaso
a la hora de las fiestas infantiles.
Aquella tarde circulaba en su automóvil por el
bulevar Manuel Clouthier. Iba a una fiesta infantil: la nariz de plástico
pegada; maquillaje rojo, blanco, azul, negro y amarillo cubría su
cara. De pronto se encontró con una escena que le llamó la
atención. Dos policías municipales forcejeaban con un tipo
alto y corpulento al que no podían someter. Era un chofer de la
ruta Zapata de transporte urbano.
Como pudo orilló el carro e intervino. Cuando logró
su objetivo se percató de que no portaba el uniforme de la corporación,
sino el atuendo de Pulgarcito.
Sin saldo rojo
Omar no tiene más saldo rojo que los trazos que
de ese color dibuja en su cara. Ha disparado su arma de cargo, una .38
especial, sí, pero no tiene heridos ni muertos en su trayectoria.
Ha detenido a poco más de una decena de presuntos
delincuentes. Entre ellos se encuentran asaltantes, que son la mayoría.
"Uno debe saber usar la pistola, pero también hay
que aprender a respetarla, lo mismo que el uniforme, porque eso es lo que
hace que otros lo respeten a uno. Se puede decir que cuando me ha tocado
disparar ha sido para repeler una agresión o defender, pero no para
lesionar", sostiene.
Si el agente no está en servicio, agrega, no debe
portar armas, aunque éstas sean de su propiedad.
Payaso vs policía
Para él no hay contradicción entre ser policía
y payaso. Las dos "pes" de su vida: entre la desconfianza o miedo que genera
un policía, y la alegría y sonrisas que produce un payaso.
"Muchos me lo han dicho, pero las dos cosas me fascinan.
Mucha gente tiene una imagen negativa del policía, como represivo
o abusón, pero no debe ser así y habemos muchos que nos esforzamos
para que esto no suceda."
Omar sostiene que cuando un agente se enfrenta a un delincuente
lo primero que debe hacer es tratar de convencerlo de que se entregue a
las autoridades. Si no da resultado, el siguiente paso es el uso de expresiones
enérgicas. Pero si tampoco se obtiene la respuesta deseada, entonces
es momento de usar la fuerza y someterlo físicamente. Esa es la
última opción.
Entre balas y sonrisas de niños
Así se mueve este personaje dual: entre la violencia
cotidiana y las sonrisas de los niños con los que se divierte en
las fiestas. Y ambas le preocupan. Las sonrisas ya no son tan espontáneas
y hay morbo. Los niños, morros a decir de los culichis,
están maleados, expresa.
"Lo que tú quieras, la tele, el Internet, la violencia,
los malos ejemplos de los padres. Por todo eso los morros están
maleados y hay que tener cuidado. Esto debiera preocuparnos."
Sólo hay una cosa que odia de todo esto: pintarse
es su pasión y su divertimento, despintarse es, para Omar, "una
santa chinga".
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