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México D.F. Domingo 25 de enero de 2004
Elena Poniatowska
Adiós a las trampas
MMejor que nadie los niños reconocen las trampas. ƑCuáles son las trampas? ƑQué es una trampa? Durante la Revolución, los zapatistas cavaban unas zanjas en la tierra de Morelos y las cubrían de ramas y vegetación para que en ellas cayeran los soldados del ejército enemigo. El cazador le pone trampas a sus presas. El pescador atrae a los peces con una carnada engañosa, ensartada en un gancho, que ha de perforarlos antes de sacarlos a la superficie. Las amas de casa ponen ratoneras con un quesito, que precede a la guillotina que descabeza a los ratones. La trampa tiene que ver con el engaño y está ligada a la mentira. La trampa, cuando la hacemos, nos hace caer hasta el fondo del pozo y avergonzarnos. Si dejamos de sentir vergüenza es que nos hemos vuelto cínicos. Un tramposo suscita la desconfianza. "ƑCómo le crees si siempre miente?" Los adultos nos acostumbramos más fácilmente a las trampas que los niños. Un niño de tres años es transparente. En el juego de "ƑDónde quedó la bolita?", el niño abre la palma de su mano, con o sin bolita, porque no tiene nada que ocultar. Sólo más tarde desarrolla la capacidad de engañar y la cierra. En ese mismo instante aprende a vivir en nuestra deficiente sociedad, donde mentir es moneda de todos los días.
Lo dice muy bien la niña Galia Schipper Cohen, de siete años, quien firma con el seudónimo Chiprica y cursa el segundo de primaria en el Colegio Hebreo Tarbut, en Huixquilucan, estado de México. El cuento de Galia resultó ganador entre los 3 mil cuentos enviados de todos los estados de la República al concurso Adiós a las Trampas. Chiprica decidió borrar del mundo todas las palabras con la sílaba "tra", como "trampa", "transa", "traición"; pero como también se perderían palabras buenas, como "trabalenguas" y "tradiciones", optó por regresarlas.
Al igual que ella, el niño Ian Luis Herrera Simpson, de 12 años, de Irapuato, Guanajuato, con el seudónimo de Silvestre, cuenta en ''La mafia escolar" cómo sus cuates y él deciden robarse los exámenes, y al ser descubiertos son expulsados de su escuela.
Iván Mendoza Ríos, de 14 años, proveniente del estado de México, con el seudónimo Top Cat, nos regala un violín negro que tocaba solo, sin la intervención de Matilde, hasta que decide devolverlo porque el que tocaba era el violín y no ella.
Jorge Gómez García Travesí, de 12 años, escribe con el seudónimo Valoroso, y vive en Acapulco. Su historia nos muestra al abarrotero don Lalo, quien estafaba a los niños pesándoles kilos de 750 gramos, hasta que Jorge pidió un deseo: cambiar a don Lalo. A partir de ese momento don Lalo empezó a dar de más. Jorge alecciona a sus compañeros: ''Cuando sean grandes traten bien a los niños. Hablen con ellos, explíquenles las cosas sin regañarlos, respétenlos y los respetarán".
Diana Deyanira O. Galván, de 13 años, proveniente de Salamanca, Guanajuato, es una bailarina que no acepta la competencia y pretende eliminar a su contrincante, e Ilse Herrera Cruz, de 14 años, de Irapuato, se muere de ganas de manejar un automóvil, al grado de tomar el de sus padres, conseguir una licencia falsa y acabar en la delegación.
Las mentiras blancas
Así como hay mentiras blancas, hay trampas blancas. Las mentiras blancas son mentiritas que inventan los adultos y que pronto descubren los niños: la de Santa Clos, portador de regalos que los papás compran en una tienda; la de la cigüeña, que trae a los niños de París; la de los hermanitos que nacen en una col; la de los milagros y las supersticiones; la de que si rezo voy a pasar el examen. Los cuentos de hada son mentira, porque ningún sapo se vuelve príncipe, ninguna princesa despierta con un beso, ninguna cenicienta pierde su zapato de cristal antes de la media noche, ninguna Blanca Nieves muerde una manzana envenenada y cae en un sueño profundo. Tampoco hay casitas de chocolate en el bosque ni ogros defendidos por dragones en castillos de puentes levadizos. Los cuentos de hadas son eso: cuentos. En cambio lo que no es cuento es lo que podemos comprobar: cómo el agua se convierte en vapor si la hervimos, cómo la leche se purifica sobre la lumbre, cómo un huevo hierve en la manteca, pero se deshace en el almibar, como lo dijo Sor Juana Inés de la Cruz. Los fenómenos de la naturaleza nos dan certezas que no puede darnos la ficción por más entretenida que sea. Recordar que la realidad supera a la ficción es una verdad de Perogrullo.
En esta ciudad violenta y a veces despiadada abundan las trampas. Es difícil generalizar, pero en el Distrito Federal hacen más trampa los ricos que los pobres, por la sencilla razón de que los ricos y los riquillos tienen automóvil y las trampas más evidentes están ligadas al tránsito. No respetar las señales es hacer trampa. En nuestra ciudad los peatones llevan todas las de perder, y salvo los niños de la calle, cada vez se ven menos escolares solos, porque sus padres le temen al tráfico y a la violencia.
Los ricos mienten más
Hace años, en una entrevista, el director de Tránsito del Distrito Federal declaró que los padres de familia que dejaban en coche a sus hijos frente a su escuela particular causaban infinidad de problemas de tránsito, porque se estacionaban hasta en triple fila. Esa falta de respeto sigue vigente, y es ante todo una falla de las escuelas de paga en las que campea la prepotencia. No hay multa que valga. Los padres de familia enseñan a sus hijos a sentirse dueños del mundo y a hacer trampa, sin pensar que dañan a esta ciudad, ya de por sí tan llena de calamidades.
Los ciudadanos rompemos las reglas, damos mordida, contribuimos a la corrupción, no sabemos decirle adiós a las trampas. Pasarse los altos es hacer trampa, aun cuando no hay coche a la vista; dar mordida es corromper; mentir es crear inseguridad, desconfianza y, al final de cuentas, temor. Una ciudad en la que se tiene miedo, como sucede en nuestra capital, es una ciudad contra la que todos quieren protegerse. De allí las innumerables rejas y calles cerradas, de allí la estafa, el robo y el engaño. šCuántas veces no hemos oido decir que el D.F es una trampa mortal!
Recuperar la salud
Alguna vez en la cárcel llamada El Palacio Negro de Lecumberri, hoy Archivo General de la Nación, se archivaban los hombres y no los documentos del país. En la crujía F, encarcelado, conocí a un cajero de banco que empezó a sustraer dinero de a poquito hasta llegar a muchito. Como no podía dormir en la noche por la angustia, compró pastillas para dormir, y como en el día el sueño lo entorpecía consumió pastillas para mantenerse despierto. La primera noche sin sus pastillas fue un infierno, las reclamaba a gritos; la segunda y la tercera también resultaron intolerables, pero a la cuarta noche durmió de sueño natural. Y por eso le estaba agradecido a la cárcel. Había dejado de hacer trampa. Había recobrado la salud.
Las trampas dañan la salud mental, las trampas impiden la paz, las trampas destruyen; el que hace trampa nunca duerme tranquilo, y no dormir, como todos lo sabemos, es el primer paso hacia el caos y la locura.
Un país tramposo es un país condenado al caos y a la larga se destruirá a sí mismo. Se puede alegar que qué importa una mentirita si en un momento dado todos mentimos, que hay mentiras piadosas, que hay mentiras blancas, pero esto es una falacia. Ninguna enfermedad más mortal que la mentira.
La mentira no es genética
En un notable ensayo del Indice Anual de Transparencia Internacional, Federico Reyes Heroles nos dice que la corrupción no es genética -sólo eso nos faltaba-, pero sí cultural. Hay formas de convivencia que han inculcado sistemáticamente valores de integridad personal, naciones que han combatido la mentira y el engaño de manera muy evidente: los países escandinavos, por ejemplo. En ellos la corrupción es un fenómeno menor.
Federico acuña una frase notable acerca de los países que admira, porque en ellos la corrupción se ha reducido a casos aislados: ''No es que sean menos corruptos porque son ricos, sino que son ricos porque son menos corruptos'', y asegura que en las naciones donde la corrupción ha sido arrinconada, hay más prosperidad.
Los niños que escriben sobre el tema de ''Adiós a las trampas'' se adentran en su alma o su conciencia, o como quieran ustedes llamarla; cavan dentro de su espíritu o su vida interior; se examinan, reflexionan y cumplen con una de las primeras tareas del hombre: conocerse a sí mismo. Engañarse a uno mismo es hacer trampa. Mentirse es hacer trampa. Mentirles a los demás es disminuirlos. ƑPara qué? Las mentiras acaban por descubrirse y entre tanto no nos dejan en paz.
Los tiempos de Pinocho, a quien le crecía la nariz cada vez que mentía, son ahora los tiempos de la mancha negra que se extiende encima de nuestra cabeza y la ensucia aunque nadie la vea. Así le ha pasado a la ciudad de México. La hemos apaleado tanto, más bien, nuestros dirigentes mentirosos y tramposos la han servido tan mal, la han maltratado tanto, que la hemos tiznado con smog, y el aire que alguna vez fue transparente ahora es irrespirable. ƑPodremos limpiarla algún día? El 16 y el 17 de enero pasados soplaron vientos con una velocidad de 50 kilómetros por hora que se llevaron todos nuestros desperdicios y pudimos disfrutar de un cielo maravilloso. Así también los trabajos de los niños en Adiós a las Trampas. Con su escritura, se llevan toda la corrupción que nos ahoga, toda la porquería y nos dejan resplandecientes como la nieve blanca en la altura de los volcanes, el volcán Popocatépetl y su volcana la Iztaccíhuatl. Palabras pronunciadas en la entrega de premios de Adiós a las Trampas,
en el Museo del Papalote
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