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México D.F. Martes 27 de enero de 2004
Esa música es mi amor, dice el milonguero
considerado el más importante de la escena
Estoy enfermo de tango, no de cáncer, asegura
Gavito Gómez
Se baila al compás del corazón, con el
alma, no se puede fingir Mi mayor fortuna sería morir en una pista,
expresa la estrella, quien creó un estilo al que le puso su nombre
FABRIZIO LEON DIEZ
Gavito, el milonguero del barrio de Avellaneda, en Buenos
Aires, Argentina, está enfermo. Y aunque le han dicho que su padecimiento
puede ser terminal, lo que le preocupa es que el diagnóstico está
equivocado, pues el padecimiento que lo llevará a la tumba, no es
el cáncer: Gavito Gómez está enfermo de tango. Tiene
tango a sus 61 años. "Yo siempre estuve enfermo, uno está
enfermo desde que nace", dice.
Gavito es considerado el milonguero más importante
de la escena, y en sus recientes actuaciones como la estrella del espectáculo
Forever Tango, patentó un estilo bautizado con su nombre.
Gavito invitó a Karina Guillén, extraordinaria
bailarina de tango, para que lo acompañe en esta entrevista con
La Jornada, en el bar Arrabalero, salón de baile ubicado
en la parte superior del restaurante El asado argentino, en la colonia
Juárez. Terminaron bailando, luego de una generosa comida servida
por el anfitrión, Osvaldo Caldú.
-¿El tango es resistencia o protesta?
-No
es resistencia ni protesta, yo creo que es amor. Es una sensibilidad cruel,
dura, pero a la vez celosa. Es masoquista. Nunca he podido apartar mi vida
del tango, te voy a decir algo que es muy personal. Me he casado dos veces,
tengo una hija de 16 años, es escocesa, y digo que las he perdido
porque el tango es muy celoso y yo me casé con él, no lo
puedo evitar, y ellas son más celosas del tango que de cualquier
mujer. El tango es mi amor. No es abstracto, ¡es que a uno le hace
sentir tan bien!, me duele más eso que una trompada, me duele más
eso, que el cáncer que tengo; me duele no poder bailar, por eso
sigo bailando aunque me arrastre. Es una sensibilidad y la sensibilidades
nos tocan y nos llegan tan profundo, a veces, que no hay nada que pueda
compararse. Al escuchar tango me veo en la juventud, en la niñez.
Me veo en la esquina del barrio cuando salí la primera vez en mi
vida de mi casa, cuando viajé. Conozco 93 países por el tango,
¿quién me va a dar más que eso? Me dio conocimientos,
experiencia, alegrías sin fin, amores. Seguramente Karina va a coincidir
conmigo; creo que al bailar tango coincidimos todos; el que más
muestra es el que menos sabe y el que más sabe es el que menos muestra.
Soy bailarín de tango nada más, adoro otras danzas, pero
no soy bailarín de otras danzas. El tango es un asunto muy íntimo
y personal que nos lleva a la época del barrio, donde para entrar
a la casa de uno hay que saltar muchas zanjas, donde en todas las calles
se escuchaba al medio día en la radio el tango Sapo chapaleando
la laguna, de Homero Manzi. La época del barrio, donde la marginalidad
era la pobreza.
-¿Como se bailaba en esa época?
-El baile tiene varias etapas. Fue más bien un
movimiento extranjero dentro del mismo país y de principio yo le
llamaría un baile fanfarrón. El tango se hizo carne y se
hizo pueblo en Argentina, nació de extranjeros que fueron integrando
diferentes acordes. No era triste, era una música jocosa, alegre,
picaresca. El tango realmente para nosotros comienza en la época
de la migración; digamos en la Primera Guerra Mundial y más
que nada en la Segunda.
"Los años cuarenta fueron la época de oro,
cuando comenzó a tener muy diferentes formas, no sólo en
su poesía, sino en la música. Hay amargura y tristezas; hay
el dolor de la gente que dejó todo en su país y vino a la
Argentina sin nada. Es la gente migrante la que trajo ese tango melancólico
y triste que hoy tenemos. Migración francesa, alemana, italiana,
judía, japonesa, de todo el mundo. Nosotros tenemos una migración
general."
La imagen del cafisho
-¿De dónde surge la imagen prototípica
del tango?
-Del cafisho (rufián, padrote), personaje
italiano que hacía trabajar a las mujeres, ese, digamos, es el prototipo
y la mentalidad porteña del tango. El hombre de ciudad que migró
a nuestro país y que estaba acostumbrado a usar faca (cuchillo)
en el costado y portaba el bigotito bien recortado, tipo Valentino, o sea,
no es el hombre de pueblo normal. El compadrito en el barrio y las esquinas
son simbolismos de tango. En toda esquina había un café,
un buzón para apoyarse y personajes: un gordo, el que cantaba, uno
que bailaba y el peleador.
-¿Cómo se llama ese barrio?
-Avellaneda. Es un barrio como Tepito. Yo vivía
en la calle Samudio 360, en una casa vieja con parral, sombras, tango y
una mesa vacía. Recuerdo cuando entraba a mi casa y al fondo, alrededor
de esa mesa sin barniz destrozada, estaba sentada toda la familia para
comer. La familia inmensa, seis hermanos en total, contándome, y
mis padres Tomás y Pilar Gómez, que todavía viven.
-¿Cuál es la primera imagen importante que
tienes del tango?
-Tendría 11 años. Estaba en mi época
de auge con el tango cuando llegó la orquesta de Osvaldo Pugliese.
Fui a ver ese show; había un escenario muy alto, ahí me apoyé
y empecé a escuchar al cantante Alberto Morán. No me di cuenta
en qué momento, pero estaba llorando y Pugliese me levantó
y me sentó al lado del piano, junto a él, y me quedé
toda la noche ahí... eso es lo mejor del mundo.
-En ese mismo sentido, ¿cuál sería
la imagen más importante en el baile?
-Fue en un lugar que se llamaba Patio de Tango, en la
avenida Corrientes, justo frente al Obelisco, lo que era la casa donde
tocaba la orquesta de Miguel Caló, y yo soy un ferviente de éste,
no un admirador, un ferviente. Era el año 64 y tenía 24 años.
Me había recomendado el cantante Alberto Podestá, para bailar
en su show. Entré y me temblaba todo, ¡por dios!, y a la chica
ni hablar, imagínate, bailar con la orquesta de Miguel Caló
y cantando Raúl Verón, quien es para mí la voz de
la noche en Buenos Aires, ¿me explico?, nada más y sólo
la noche.
-Don Miguel, me presentan, yo traje este pillo y me gustaría
que lo viera bailar por favor, dice mi amigo. ¿Y vos bailas?, pregunta.
Mi respuesta: Sí, maestro, poquito. Era un principiante profesional,
trabajaba en cabarets, me pagaban por bailar desde los 17 años.
"¿Dónde prefiere bailar, arriba o abajo?,
me pregunta. Arriba estaba la orquesta y había un lugar adelante
con los micrófonos para los cantantes, era chiquito; abajo era una
pista. Fue gran emoción subir al escenario con semejante orquesta
y cantante. El show eran ellos, los bailarines todavía no existían,
yo era el que iba a empezar esto. Hasta ese momento la orquesta no tenía
bailarines, por eso no le interesaban.
"Escogí bailar en la parte de abajo, me miró
el director y preguntó: ¿abajo?, ¿qué, le tenés
miedo al público? Le contesté: No maestro, es que tengo los
zapatos rotos. Vas a bailar arriba y te pongo menos luz y para desgracia
tuya vas a bailar un tango con cada uno de ellos, refiriéndose a
los cantantes, es decir, un tango con Alberto Podestá y uno con
Verón, que está trasnochando. Trasnochando es bailar mi vida
hoy día, es bailar la noche, yo soy de la noche.
"Empezó a tocar la orquesta y yo bailaba, pero
a la vez se me caían las lágrimas de la emoción y
tenía toda la cara mojada, y la chica también, era la emoción
por la actitud del maestro Caló, porque él hizo conmigo lo
que hacía normalmente con sus cantantes; me decía: nene,
escuchá el piano, baila el piano, ahora baila el violín.
El dirigió lo que tenía que bailar y eso nunca me había
pasado: entonces el oído de uno se agudiza, se sensibiliza.
"El dirigía con la batuta la orquesta y a la vez
se daba vuelta y me decía lo que tenía que bailar, pero lo
hacía por el entusiasmo de ver que yo estaba disfrutándolo
mucho. Si vos bailás con la persona que amás el olor es divino,
sea cual sea el olor de mujer para mí. Yo cuando bailo huelo a la
mujer. Es muy fuerte eso, yo bailo con la mujer que me gusta o que amo;
si no, no bailo, no pierdo el tiempo. No me conformo, es un tema muy difícil
ese que hoy día no se respeta. Llega el hombre todo transpirado,
la mujer igual y salen a bailar. Las chicas son las que más sufren
porque el tipo es más descuidado y eso es ofensivo para mí.
-Karina, ¿para ti?
-También escogemos, si no quiero salir a bailar
lo miras o le dices no, gracias. Pero comúnmente te miran antes
de sacarte a bailar, pero si no quieres volteas la cabeza.
La sencillez, lo más díficil
-Gavito, ¿quién marca el ritmo?
-El que no baila al compás del corazón no
baila tango. Hablando del paso me enorgullezco muchísimo de la siguiente
definición: estoy aprendiendo a bailar sin pasos, es lo más
difícil. Puedo estar tres minutos en la pista o en el escenario
y apenas acomodarme, en cuanto más me mueva más sucesos tengo,
¿por qué? porque baila mi alma y esto no se puede fingir,
se nota si se finge, por eso es muy difícil aprender a bailar sin
pasos, primero se aprenden todos los pasos dándose una rueda loca.
El movimiento es un acto de lucidez, de fanfarronería, de exhibicionismo,
pero yo no quiero bailar para que me vean, cuando bailo con la mujer que
me gusta quiero que no me mire nadie, así puedo estar solo con ella.
Puedo bailar más movimientos, no es que baile la fanfarronería.
Pero hay muchas formas de bailar; yo bailo mucho la sutileza, la sencillez,
pero ésta es muy difícil, hay que conocer ciertas normas
en la mujer y en el hombre. Ella tiene que conocer un solo sujeto acá,
sigue y yo llego donde ella se apura. No conoció mi intención;
Karina, por ejemplo, el otro día bailaba y hacía cosas muy
lindas, pero hay algo que falta, ese contacto de los pies, en ningún
momento me toca los pies al bailar y si no lo hace no puedo llegar a donde
quiero.
-Volvamos al juego de las imágenes prototípicas
e importantes. Llevamos dos. ¿En 50 años de bailar y luego
de recorrer noventa y tantos países, descríbame la imagen
más importante de la fama?
-Mi enfermedad ya me hizo más famoso que mi obra;
claro, porque la gente cobra simpatía, no sé; casualidades,
tal vez.
-¿Lo dice un poco en términos peyorativos
o de molestia? ¿Hay que estar jodido y enfermo para tener reconocimiento?
-No me pongo mal, digo que he adquirido más fama
en este año que en los últimos 61. Tengo fama desde hace
unos 10 años, porque creo que me la he ganado honestamente.
Control, movimiento y expresión
-Volvamos a la imagen, una imagen de fama, de éxito,
única, en la que se vio en plena madurez.
-Estábamos en Broadway en el show Forever tango.
Habíamos sido postulados para el premio Tony, no cualquiera. Habíamos
competido contra Lion King y Chicago. Ganó Lion king, pero eso ya
era grande, en eso nos convocó la sinfónica de Boston y me
hicieron bailar el único número solista con una orquesta
de 120 músicos. Controlar tanto como lo hice en ese baile, el movimiento,
la expresión constante con mi compañera Marcela, hizo que
absolutamente fuera el baile más logrado de mi vida, fue cuando
dije: llegué. Esto es lo que quería, hasta aquí quería
llegar. Ese fue el logro máximo para mí.
-¿La desgracia se vuelve más lastimosa para
los demás?
-Yo siempre estuve enfermo, uno está enfermo desde
que nace. Personalmente les digo no se preocupen muchachos, voy a vivir
más que ustedes, nada más hay que tener fe, la única
prueba que tengo es mi fe. Como se dice en los rincones de una guadaña:
nada le debo a la vida, nada le debo al amor, la vida me dio una vida y
el amor una traición. Yo no quiero una comedia, unas lágrimas
sinceras, sacramentos ni palabras funerarias. Yo me entrego mansamente
como me entregué al patrón. Es muy latino, nosotros tenemos
una afinidad, mas lo que nos separa son las estupideces del hombre, pues
somos iguales y a la vez diferentes, en decir, porque ustedes dicen "órale,
pues" y nosotros decimos che, esa es la diferencia.
-¿En esa fe hay una idea política?
-Mi lucha es diferente a la de aquel que hace política;
la mía es una vida de tango, en la que no hay lugar para ninguna
otra vida ni mujer ni elecciones. Tango, simplemente tango, pero con sencillez
y humildad. No lo digo de la boca para afuera, yo soy milonguero.
"En la crisis se baila más, ¿sabes por que?,
porque es más barato. En Argentina la milonga es más económica
que ir al cine, por lo tanto el tango es una salvación para la pobreza.
Con cinco pesitos vas al baile."
-¿El estilo Gavito, al bailar, es simplificar lo
que es el barrio?
-La pregunta es perfecta. A través de tantos años
uno ha luchado por crear una forma sincera y honesta de bailar. El escenario
para algunos es trabajo, para mí es vida.
-¿Ya tiene una idea de qué va a morir? Hábleme
de eso para cerrar esta historia
-Sí, es fácil porque lo estoy haciendo día
a día, es angustiante saber que uno vive día a día,
porque todos vivimos día a día, porque mañana en un
choque se podría matar cualquiera. Lo que pasa es que nunca vemos
la vida con su realidad, siempre la vemos como en temas, así siempre
vemos la muerte como un animal maligno que nos acecha, y, sin embargo,
no es así. Yo diría: qué buena es la muerte que me
dejó vivir tanto. La muerte es para todos, es cotidiana. En este
momento le pido a Dios que no me haga sufrir en una cama, a eso le tengo
pánico. Creo que mi mayor alegría sería morir en una
pista de baile, pero por favor que no tenga que sufrir en una silla de
ruedas, en ese caso estoy de acuerdo con la eutanasia. Pienso que debo
vivir lo que me falte disfrutando del tango. Pediría la eutanasia
si mi conciencia viva está despierta y mi movilidad es nula, entonces
pediría a gritos que me matasen, pero lindamente: que me maten con
la noche, que me den mis buenos cigarros.
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