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México D.F. Miércoles 11 de febrero de 2004
GUERRA FINANCIERA CONTRA ARGENTINA
Los
gobiernos de los países ricos y sus principales instrumentos de
presión financiera, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el
Banco Mundial (BM) intensificaron en días recientes sus empeños
por asfixiar la economía argentina, de por sí precaria y
convaleciente de más de una década de corrupción,
saqueo, especulación desenfrenada y dictados fondomonetaristas.
El sábado pasado el G-7 -que agrupa a los gobiernos de las siete
mayores economías del mundo- exigió al gobierno de Buenos
Aires que acelerara el proceso de restructuración de la deuda externa
de la nación sudamericana con acreedores privados, la cual asciende
a 88 mil millones de dólares. Ayer, el BM decidió postergar
la aprobación de créditos frescos a Argentina por 5 mil millones
de dólares, en tanto que el FMI renovó sus presiones para
obligar al gobierno de Néstor Kirchner a satisfacer a los especuladores.
Con ese telón de fondo, la decisión de la justicia estadunidense
de "inhibir" o congelar algunos inmuebles diplomáticos de la representación
de Buenos Aires en Washington para complacer los reclamos judiciales de
un fondo de inversión con sede en las Islas Caimán provocó
una grave caída -casi 8 por ciento- del índice de valores
de la bolsa bonaerense.
Es pertinente recordar que el año pasado el gobierno
argentino, ante el gravísimo colapso económico del país,
se declaró en suspensión temporal de pagos ante el FMI y
propuso a los acreedores privados del extranjero pagarles 25 por ciento
de sus títulos. El presidente Kirchner ha venido señalando,
desde entonces, que la economía de su país no podría
comprometerse a más sin poner en peligro la recuperación
económica y el crecimiento, y sin causar estragos adicionales a
una población gravemente afectada por la pobreza (más de
50 por ciento) y el desempleo (más de 16 por ciento). En reiteradas
ocasiones el mandatario ha señalado la responsabilidad que corresponde
a sus antecesores -especialmente a Carlos Saúl Menem- y a las burocracias
del FMI y del BM en el irresponsable endeudamiento del país sudamericano.
Cabe agregar que otro factor central en la irracional contratación
de deuda ha sido la voracidad de los especuladores privados.
Nada ilustra mejor la ambición de los inversionistas
que el caso de NML Capital, empresa de fondos de inversión que demandó
al gobierno argentino y a cuyos intereses respondió la justicia
estadunidense con el pretendido embargo de bienes raíces diplomáticos
anunciado ayer en la capital estadunidense: la operadora compró
los títulos en una pequeña fracción de su valor después
de diciembre de 2001 -cuando las autoridades de Buenos Aires se habían
declarado ya en moratoria-, con el propósito de realizar un jugoso
negocio de corto plazo.
Lo de menos es que la "inhibición" o embargo resulte
legalmente improcedente, toda vez que los inmuebles en litigio son sedes
diplomáticas y, por lo tanto, inafectables, de acuerdo con la Convención
de Viena. Se trata, pues, como dijo el propio Kirchner ayer, de meros "fuegos
de artificio". Pero la voracidad de los acreedores extranjeros -institucionales,
gubernamentales y privados- está llevando la presión sobre
Argentina hasta un punto en el que pone en peligro la recuperación
económica del país, como lo puso de manifiesto la brusca
caída de la bolsa bonaerense. La irracionalidad y la insensibilidad
de los acreedores están a la vista: si los gobiernos del G-7, el
FMI, el BM y los especuladores privados se empeñan en asfixiar a
la nación sudamericana, no sólo serán responsables
de una nueva catástrofe económica, política y humana
en Argentina, sino que se verán imposibilitados a recuperar, con
ello, cualquier porción de sus capitales.
En el momento actual, el gobierno de Buenos Aires tendría
que contar con el respaldo de la comunidad internacional en general. Pero
si los intereses financieros trasnacionales se empeñan en negárselo,
cabría esperar, al menos, que los Estados de América Latina
ofrezcan su apoyo incondicional al país hermano. Debe entenderse
que la lucha de Argentina por renegociar su deuda en condiciones justas
es la lucha de todas las naciones deudoras del continente, México
incluido, por supuesto.
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