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México D.F. Domingo 15 de febrero de 2004
Arnoldo Kraus
Clonación
La clonación, dirían los científicos de hace cuatro o cinco décadas, parecería magia o tema de ciencia ficción. Quizás lo mismo hubiesen pensado los doctores que ejercían la medicina en las primeras cuatro décadas del siglo XX si hubiesen pensado, por ejemplo, en la penicilina, en el uso de las vacunas para prevenir la poliomielitis o en los trasplantes de órganos. Me imagino que la algarabía médica, y la de la población en general, eran similares a las actuales, a pesar de que los medios de comunicación no publicaban la información con tanta celeridad y con tanta elegancia como hoy sucede.
La única, pero insoslayable disimilitud, es que la "ciencia vieja" planteaba pocos dilemas éticos, a diferencia de la "ciencia nueva". No sólo porque hasta hace pocas décadas se consideraba a la ciencia y a la técnica como actividades "neutras", alejadas del bien y del mal, sino porque se asumía que su uso sería en beneficio de las mayorías. Tiene tiempo que el encanto se rompió. Parteaguas de esas fracturas podrían ser los experimentos de los nazis o el uso de la bomba atómica en Hiroshima, aunque, por supuesto, antes ya se habían registrado incontables casos de inmoralidad en la ciencia.
Dos son las causas principales esgrimidas por los detractores de la ciencia en contra de la clonación de embriones humanos. La primera es de índole religiosa. La segunda se basa en argumentos éticos y en el poder ilimitado del conocimiento, que en ocasiones, aunque sea médico y "humano", se aplica sin equidad y en forma inadecuada. Un tercer punto, más débil que los anteriores y que podría considerarse orwelliano, se refiere a los posibles alcances de la clonación terapéutica. Aunque parezca exagerado y quizás así lo sea, valdría la pena preguntarse si el hombre, tal como lo conocemos, debe ser preservado.
La clonación humana con fines terapéuticos es uno de los mayores avances de la ciencia. Investigadores coreanos demostraron que es posible transferir el núcleo de una célula de un individuo adulto a un óvulo al cual se le ha quitado su núcleo -transferencia nuclear. Por medio de ese procedimiento se crea una nueva célula, que empieza a dividirse hasta convertirse en blastocisto (embrión de 100-150 células y que mide menos de una décima de milímetro). A partir del blastocisto, los investigadores obtuvieron células madre embrionarias humanas que poseen la misma dotación genética que la donante, lo que implica que son idénticas desde el punto de vista inmunológico -si se usasen estas células el cuerpo no las rechazaría.
El reto que aguarda a los científicos es lograr que esas células -células madre- se diferencien en el tipo celular que el paciente requiera para tratar males tan complejos como la enfermedad de Alzheimer o de Parkinson, camino aún largo y complicado, pues poco se sabe de la biología de las células madre embrionarias. No se sabe, por ejemplo, por qué las células permanecen indiferenciadas y qué es lo que hace que posteriormente se diferencien en uno u otro tejido. La medicina regenerativa será realidad cuando se logren entender los mecanismos que permiten que una célula se convierta en hueso, en músculo o en la célula precursora de la insulina. La euforia de los científicos dedicados a la clonación, y sus expectativas para que la medicina regenerativa sea una realidad, no son para menos, pues una vez que se logró la transferencia nuclear en humanos las puertas para enfrentar patologías intratables han quedado abiertas.
En cuanto a los argumentos en contra de la clonación terapéutica, el religioso es infundado, pues el blastocisto es una célula incapaz de sentir. De acuerdo con los científicos, el blastocisto no puede considerarse persona -hay quienes inclusive dicen que "sacrificar" esos preembriones es lícito para tratar enfermedades tan graves como la diabetes mellitus o el Parkinson.
En relación con los conceptos éticos y los vinculados con el conocimiento, la mayoría de las preocupaciones se centran en que al difundirse este tipo de técnicas -el artículo de los coreanos se publicó en la prestigiada revista Science- algunos científicos sin escrúpulos podrían utilizarla para clonar seres humanos, campo no avalado por la inmensa mayoría de los investigadores. Asimismo, hay eticistas que consideran que los beneficios de la clonación terapéutica podrían incrementar la brecha entre la salud de los ricos y la de los pobres, como ha sucedido con tantos avances de las ciencias médicas.
Finalmente, aunque mi inquietud parezca, como dije, orwelliana -no la llamaré preocupación- vale la pena incomodarse un poco y pensar qué sucederá con el ser humano cuando la medicina regenerativa sea una realidad: Ƒviviremos más? ƑHabrá nuevas enfermedades? Al momento de nacer, Ƒse sabrá qué males podrán alterar la vida del recién nacido y se intervendrá medicamente? ƑSerá el ser humano igual? La ciencia y las técnicas abren puertas inmensas y sorprendentes. Lo importante es que abran las puertas para todos
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