México D.F. Lunes 16 de febrero de 2004
En el primero de los masivos de Dfiesta,
entregó las baladas que lo han hecho famoso
Pepe Aguilar, el San Valentín de miles
de parejas en el Zócalo
Este eterno corazón, Ella y Albur
de amor, algunos de los temas que calaron hondo en el respetable
En los portales del edificio de gobierno del DF, decenas se besaban y abrazaban
ARTURO CRUZ BARCENAS
Ante más de 100 mil personas (130 mil, según
las autoridades del Gobierno del Distrito Federal), el cantante de música
mexicana Pepe Aguilar ofreció el pasado sábado un concierto
en el Zócalo capitalino, en el primero de los actos masivos realizados
dentro del programa Dfiesta de 2004.
Provenientes de todos los rumbos de la capital -sobre
todo de las colonias populares, aunque la diversidad de la ropa reflejó
que el intérprete zacatecano tiene público en todas las clases
sociales- se dieron cita para escuchar un concierto que incluyó
las baladas que han hecho famoso al ahora más conocido de la dinastía
Aguilar.
Desde temprana hora del sábado fueron llegando
los concatenados bajo el concepto de "el respetable". Los experimentados
llevaron unos bancos, algunas sillas plegables, otros huacales, muchos
con niños. Se colocaron para ver lo más cerca posible a su
artista.
Para no perder su sitio enviaban a alguno del grupo por
comida y bebida, o bien compraban tortas, refrescos, aguas de fruta, elotes,
esquites, quesadillas que escurrían grasa, paletas, helados, dulces,
tamales o las típicas guajolotas, que son tortas de tamal.
Cual debe.
A las seis de la tarde ya era un bolón de gente.
La competencia por las primeras filas se fue haciendo perra. A las siete
ya estaban hombro con hombro. Los chiflidos se hacían frecuentes.
Las pruebas de sonido alborotaban. La emoción crecía.
A
las ocho se anunció el comienzo. Ocho y tres minutos: una marea
humana, una gran ola, inercia proveniente desde las esquinas de las calles
que conforman el Zócalo, apretó fuerte a los de más
adelante. Ocho con cuatro minutos: salieron chispados los primeros, en
medio de sofocaciones. Los ayes se escuchaban y la angustia aumentaba.
Los ojos de varios se vovieron saltones.
"¡Sáquenme de aquí!", imploraban varios.
Personal de seguridad, paramédicos y algunos voluntarios elevaban
sobre la valla que separa el escenario del público a algunos que
no pudieron más. Desmayados. Se salvó a algunos niños.
Por esa especie de milagro que se da en este tipo de actividades, se reacomodan
y ya nadie los mueve.
A las ocho cinco entró Pepe. Se arrancó
con El zacatecano, puro orgullo de su tierra natal. Ante las notas
de la popular rola, se escucharon los "¡ayayayay!", "¡Eso,
Pepe!" Este eterno corazón, tema que cala hondo, meco, entre
las miles de parejas de todas las edades que ante la falta de baro fueron
a ambientarse en su día, día del amor y la amistad. San
Valentín.
Baraja de oro, Me estoy acostumbrando, hasta
la jocosa Quién entiende a la mujer, que ejecuta a la manera
de su padre Antonio, irónico, inocentón, al modo de Pedro
Infante, explotando edipos, recurriendo a los chantajes, para que la interfecta
apapache.
Día del amor con el cantante que se da al ídem
en cada tema. Es el más alto de todos los intérpretes rancheros
("soy un charrote", dice). Junto a las paredes de los portales del edificio
de gobierno, allá, en el límite frente al escenario, decenas
de parejas se besaban, se abrazaban y cerraban los ojos.
Sentimiento en mil formas
Unas jovencitas sostenían flores artificiales que
su novio, esposo o amante les compraron por el día del amor. Amor
demostrado con corazones, globos, chocolates rojo carmesí, ositos
de peluche, cajitas de madera, muy rústicas, que serán alhajeros,
donde quizá depositen con ilusión el anillo de bodas que
fortalecerá la unión, esa condición que es eterna
mientras dura.
Día y noche para remediar errores, escenitas de
celos. Del amor no hay concepto, sólo experiencia. Se escuchó
en todo lo alto, hasta Pino Suárez, Perdóname, uno
de los éxitos de Aguilar, quien de jovencito quiso ser roquero.
Unos amorosos púberes, otros no tanto, bailaban
Por una mujer bonita, que reconoce la belleza del "ser que está
con nosotros, los hombres, en las buenas, en las malas y en las peores".
Pepe ha abrevado del elixir de los dioses del Olimpo ranchero.
Sabe que la gente no le perdonaría, ni en día de San Valentín,
que no cantara algo de lo que en cada mexicano es parte de su ser. Se arrancó
con Ella, de José Alfredo. Cientos de gargantas entonaron
a los cuatro vientos eso que no puede decirse que sea sólo una canción.
Luego a regodearse con De qué te quejas mujer,
en la que Pepe, como preámbulo, dijo a un hipotético ser:
"Primero me enamoras y luego quieres que me porte bien". Socarrón,
cínico. Más vale hacer a un lado al feminismo ideológico
y olvidar El segundo sexo. ¿O no, Simone?
Una adolescente llevaba bajo su brazo un muñeco
de Bob Esponja que su peor es nada le ha dado como prenda de su quiero
todo contigo. La Bandera nacional ondeaba en todo lo alto. Por allá
se veían jirones de algodón de azúcar.
Decenas de miles cantaban el clásico Albur de
amor, de quien lo apostó todo para tenerla, con sus riquezas
de pobre... "si todavía valor me sobra...". Pepe acabó la
pieza y abrió los brazos cual Cristo, sin espinas ni cruz. ¡Ah!
Cruz de olvido, de Záizar, otra síntesis hormonal
con arreglos de lo que Aguilar llama mariachi evolucionado. Tocó
su Mariachi Zacatecano, 12 maestros que sumados a otros cuatro músicos,
dos coristas y la Banda Flor de Liro sumaron unos 40 rascatripas y sonsoneteros
de categoría.
Para el apretón corporal, Almohada, la composición
que José José metió en la conciencia colectiva.
Porte que le viene de familia
Pepe actuó sus interpretaciones. Cerraba los ojos,
se devaneaba, parecía que se iba a caer, a quebrar. El dolor lo
mueve. Le aventaron flores, besos. Es una charro que ha demostrado que
el magnetismo varonil no es privativo de querubines telenoveleros, hechos
a fuerza de rating. Pepe mostró el porte que le viene de
familia.
El concierto entró en su parte final, tras dos
horas de mariachi alternativo. "El mejor invento de Dios, quien hace de
cada minuto un momento de felicidad o tristeza." Cien mil gargantas en
el día del amor corearon Por mujeres como tú, de Fato,
el máximo éxito de Aguilar. "Me estoy acobardando y lo ha
notado, y eso no es muy bueno para mí... y hoy debo remediar la
situación."
Se fue, pero regresó con el tamborazo que da identidad
a su tierra. Mi gusto es, en recuerdo de Cruz Lizárraga,
fundador de El Recodo, esa banda que hoy tiene look bizarro e híbrido,
lo mismo que el sonido. Nada que ver con lo creado por el viejo Muchacho
Alegre, como se conoció en vida a Cruz.
Las diez de la noche y el día de los enamorados-hiedras
estaba próximo a finalizar. Se oyó Un puño de tierra,
emblemática de la banda que permite a Pepe decir "pobres güeyes"
a esos que creen que se van a llevar su dinero a la tumba. Destacó
el trabajo en el escenario del acordeonista Kiko Montalvo, del tecladista
Luis Felipe, del flautista Gato. Las diez y cinco y cada quien se enfiló
a su casa o a seguir la fiesta donde el bolsillo lo permitió.
"Esta música es aceptada por el pueblo y, por eso,
es ley de Dios, maestros", concluyó Pepe Aguilar.
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