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México D.F. Domingo 22 de febrero de 2004
A LA MITAD DEL FORO
León García Soler
Miércoles de Ceniza
El fin del ayer
SE ADELANTO EL Miércoles de Ceniza. Carlos Tello dio paso a la eterna sorpresa ante el poder político que se diluye y el efímero paso de quienes lo alcanzan: "Qué extraño. Debería haber honores". En 1969, recordaría el sepelio de Adolfo López Mateos, "entonces hubo tropa y honores". Enterraban a José López Portillo. Silencio en ausencia del clarín; palabras improvisadas por el oportunismo aventurero en ausencia de oración fúnebre alguna. Callaron los sicofantes. Cerraron la boca quienes la abrían desmesuradamente para cantar loas al orador, al criollo, al filósofo que leyó a Hegel a los 11 años y llegó al servicio público hasta que hubo cumplido cuatro décadas: "la vida comienza a los 40". Hoy, hoy, hoy, el ayer marcha a otro ritmo del tambor.
AHI ESTUVO SANTIAGO Creel. Tenue velo a la ausencia institucional del que en tiempos de Luis Echeverría Alvarez hubiera recibido el rimbombante título de "jefe de todas las instituciones nacionales". La farsa trágica de la vejez envilecida no justifica la ausencia de "honores"; el desprecio al respeto debido a la institución presidencial. El fin del ayer se sustenta en las instituciones. Sin ellas, la alternancia no se sostendría ni siquiera como paréntesis entre signos opuestos; relevo para el recambio de la conservadora nostalgia del virreinato por el acatamiento y pleitesía al imperio global de la verdad única. En medio de la tormenta desatada por el futurismo de quienes se empeñan en creer que Vicente Fox abdicó al poder a la mitad del camino, los consejeros áulicos han vuelto los ojos al pasado para sobrellevar el presente.
SOY EL ULTIMO presidente de la Revolución, decía de sí mismo José López Portillo. ƑPara qué hablar del origen, de la militancia juvenil en filas almazanistas? Fue presidente de la República y Santiago Creel diría a los reporteros de la farándula que durante su mandato se inició la reforma política que condujo a la alternancia. Algo más hubo en ese accionar que abrió el cauce de la legalidad a los opositores marginados, a los del guerrillerismo. Los de nuestra guerra sucia vuelta litis del ayer contra el pasado para tranquilizar las buenas conciencias que proclamaban su condena al comunismo y ya en el gobierno erigen fiscalías especiales y designan auxiliares a los que fueron jóvenes de las izquierdas combatientes de esos años. Todo cambió. ƑQuiénes son hoy los compañeros de viaje? ƑQuiénes los idiotas útiles y cuánto tiempo transcurrirá para que se publiquen fichas y memoriales de encuentros y desencuentros en la ignorancia de la historia y el cinismo de mercaderes?
PERO ESOS SON otros López. En estos días de febrero abundan los festejos militares, las efemérides, las buenas razones para conmemorar la fuerza de la razón y el valor de una fuerza militar institucional al servicio del poder constituido y bajo el mando del poder civil. A la mitad del camino, se oyen renovados tonos en los discursos del Día del Ejército y los pronunciados para recordar la marcha de los cadetes del Colegio Militar que acompañaron a Francisco I. Madero hasta Palacio Nacional. Se pronunció el nombre del traidor Victoriano Huerta. Por algo ha de ser. Algo más que policías y torturadores puestos a disposición de un juez; macetas rotas en el rancho San Cristóbal; burdas quejas en torno a la presunta ineficiencia del Estado Mayor Presidencial.
VICENTE FOX ELOGIO públicamente a su guardia militar. Luego reconocería la importancia capital de la institucionalidad de nuestras fuerzas armadas: razón y sostén de nuestra transición pacífica y ordenada, diría. Vale. El general secretario Ricardo Vega García enunciaría detalladamente el valor de las instituciones: "No me permitiré dejar libre la improvisación, ni someter a la emoción del momento el recordar e insistir que nuestra nación tiene un Ejército institucional; agrupación armada que tiene la fuerza de las armas para la defensa del país, mas no el poder político". Cartucheras al cañón, dirían los que imaginan que el país nació el 2 de julio de 2000; los que piden manu militari para apoyar al verdugo de Joseph Le Maitre. Pero las instituciones y únicamente las instituciones han sido garantes de la transición pacífica del poder durante ocho décadas. Sin excluir la de la alternancia.
HABLO DE VICTORIANO Huerta el general Vega García. Pero también hablaría de Venustiano Carranza y la Constitución de 1917. Del Ejército Mexicano, del Ejército de la Revolución Mexicana que instituyó el Varón de Cuatro Ciénegas. Los constitucionalistas derrotaron al Ejército federal. Carranza lo disolvió: habían seguido a Huerta, al golpista, al asesino de Madero y Pino Suárez. Restaurada la República, Benito Juárez había disuelto al ejército que sirvió al imperio de opereta impuesto por Napoleón el pequeño. Era el Ejército Trigarante, el que instaló el primer gobierno independiente, nada menos. El disuelto por Carranza era el Ejército que restauró la República y derrotó a las fuerzas imperiales de Maximiliano. Nada menos.
ALGUNA VEZ PREGUNTE al general Marcelino García Barragán si no había tenido tentación de echar del poder a Gustavo Díaz Ordaz y sacarlo del país. Serio, seco, el general desechó la pregunta: "Soy un militar en activo...", me respondió. Luego, el soldado formidable que fue García Barragán me confiaría, con un gesto adusto y la certeza de que la razón histórica lo asistía: "šMe ganó el paisanaje!" Huerta era jalisciense. A Marcelino García Barragán lo motivó la conciencia histórica, haber participado, haber hecho una revolución; le ganó la certidumbre de la fuerza de las instituciones y del valor incontestable de un ejército institucional sujeto al mando del poder civil.
CON TROPEZONES, TARTAJEANTES, al filo del caos anarquizante, los navegantes de la transición van. Mal momento este para coquetear con la tentación totalitaria: "El que quiere montar el tigre, acaba dentro de él", dice el proverbio chino. No importa que el poder mediático espectacular monte el escenario de las sucesiones cotidianas y el desfile de improvisados salvadores de la patria que gozan de fama instantánea: los 15 minutos de Warhol prolongados en el vacío de ideas y de poder hasta el horizonte multicolor del ágora electrónica. Poder virtual, imagen digital. Desfile carnavalesco en el que el acusador de ayer es indiciado hoy. No algún fantasma del pasado, como el torvo y turbio, eficaz polizonte, desde luego, de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad. No, en la pista principal, Francisco Barrio es indiciado, señalado en litigios mediáticos.
EL AUDITOR QUE pescaría peces gordos dice que se trata de filtraciones hechas por gente del gobernador de Chihuahua, Patricio Martínez. Los del PRI le responden que el fuego proviene de su propio partido. Era precandidato Pancho Barrio. Y en San Lázaro, ausente el líder, únicamente se oye la voz del subcoordinador, Germán Martínez: "Hay que dejar hasta 2005 las aspiraciones". Pero Santiago Creel había retomado la importancia clásica de los tiempos políticos. Se dijo "parte interesada" y los de la versión vernácula de la oximorónica revolución conservadora yanqui le adelantaron la respuesta: "La última palabra la tendrán los panistas", dijo el diputado curro que arrancó una página del filósofo de Güemes. No se adelantó el proceso sucesorio del Macabeo abajeño. Se les enredaron las pitas.
EN EL GABINETAZO, misoginias aparte (y me refiero a la secretaria Josefina Vázquez Mota, quien ya aspira a algo más que ser viuda), se oyen nada más los pasos de Felipe Calderón. Pasos cautos, por cierto, al estilo weberiano del debido respeto a la diferencia entre la vocación del político y la del funcionario. Del resto ni las sombras. Males son del tiempo y no de los head-hunters, si se quiere. Pero Luis Felipe Bravo Mena dejará mermado el capital político del PAN. Del ideológico nada digo; de lo doctrinario se ocupan los que saben de bregas de eternidad. Espejo de colores para que se vean reflejados quienes aplaudieron el discurso inaugural de López Portillo y maldijeron sus exabruptos finales. Manuel J. Clouthier era capitoste del Consejo Coordinador Empresarial en aquellos infaustos tiempos de la nacionalización emocional que dejó abierta la puerta a la reprivatización aperturista y a la venta de la banca al capital extranjero. El Maquío a la oposición. Otros al negocio.
"YA NOS SAQUEARON. šNo nos volverán a saquear!". Grito angustioso, inútil, amargo, para empedrar con buenas intenciones el intervencionismo puro y duro de nuestros vecinos del norte. Ronald Reagan enviaría a su consejero de Seguridad Nacional a ponerse a disposición del presidente electo, Miguel de la Madrid. Algún día habrá que reconocerle a Miguel de la Madrid el no haber cedido a la tentación de aceptar el apoyo ofrecido desde las alturas del poderío imperial. Pero se acabó el buen vecino. Se acabó la paciencia en Washington: nada de diputados de representación proporcional; hágase la democracia sin adjetivos. Así pasaron seis años. Llegó Carlos Salinas a la Presidencia y llegó Ernesto Ruffo al gobierno de Baja California. Ernesto Zedillo envió a un ayudante al velorio de José López Portillo. No hubo honores. No supieron agradecerle el legado involuntario.
PARA NO HABLAR del Fobaproa y deudas impagables a cargo del dinero del pueblo, según las izquierdas auxiliares de la derecha en el poder, tricolor la del priato tardío, blanquiazul la de la alternancia foxiana, recordemos que Carlos Abedrop presidía la asociación de banqueros en la hora de la nacionalización lopezportillista. Después de los lustros perdidos, Abedrop confesaría que hubo dueños de la banca y del dinero que coquetearon con la idea de promover un golpe de Estado, dar un golpe de mano, de monedas. No cayeron en la tentación. Compraron cuando se reprivatizó la banca; luego vendieron para capitalizar el sistema de intermediación financiera.
AH, LA DICHA inmensa de la globalización y el flujo libre de capitales. Los bancos mexicanos tienen dueños extranjeros. Cuando oyeron los pasos nacionalizadores de López, los banqueros de acá tuvieron la patriótica intención de patrocinar un golpe de Estado. Ahora que los desnacionalizaron para venderlos a banqueros del extranjero, nadie protesta, nadie se queja, nadie piensa en financiar un movimiento democratizador: el dinero no tiene patria. Los que lo acumulan, tampoco. Nadie diga que José López Portillo murió pobre. Pobre la República. El muerto al hoyo...
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