México D.F. Martes 9 de marzo de 2004
Estrena Irak constitución dictada por EU
Con Bremer como testigo, 25 integrantes del consejo de gobierno firman el documento
Robert FISK Enviado especial en Irak
Bagdad, 8 de marzo. Usaron la vieja mesa del rey Feisel para firmar el documento, el escritorio desde el cual el monarca escogido por Winston Churchill intentó alguna vez, hay que decir que no con mucho éxito, gobernar a Irak.
Se supone que fue un día especial en la historia iraquí. Veintinco líderes locales -la mayoría de los reportes por televisión ahorraron a los espectadores esa incómoda pero importante acotación: "escogidos por los estadunidenses"- pusieron obedientemente su nombre al calce de su nueva y temporal constitución. Damas con velo y jeques tribales, algunos hombres buenos y sinceros pero también un defraudador convicto, Ahmed Chalabi, garrapatearon su firma enfrente del procónsul de Washington, Paul Bremer.
Casi era posible escuchar el suspiro de alivio de ese funcionario. Porque supuestamente la constitución -que es sólo temporal y contiene gran cantidad de cuestiones sin resolver- es la cláusula de salida de los estadunidenses. Se requería que los 25 hombres y mujeres firmaran para que Estados Unidos pueda entregarles la "soberanía" el 30 de junio, mucho antes de las elecciones presidenciales de noviembre. Por lo menos ése es el plan.
Este lunes nos ahorraron el cuarteto de cuerdas y el coro de niños de la ceremonia abortada de la semana pasada... pero no la violencia.
Para muchos bagdadíes, el día comenzó como para mí, agachándonos por instinto cuando una tremenda explosión se abatió como un estruendoso aplauso sobre la ciudad. Trataba de hacer una llamada en mi nuevo e ineficiente teléfono móvil cuando el primer cohete estalló en la estación de policía, cerca de la plaza Andalos. Escuché cuando dispararon el arma, un ruido sordo, y luego el zumbido del misil al pasar por encima. Para cuando llegué al cuartel de policía, la calle estaba atestada de jóvenes airados y ambulancias ululantes. Hubo otro ruido sordo y otro poderoso impacto cuando un segundo proyectil dio en una casa y la envolvió en una nube de humo gris.
En el hospital Ibn-e-Nafis, el niño que resultó herido en la casa se retorcía de dolor en la cama, junto al sargento Abbas Jalil Hussein, de la policía iraquí. "Me estaba lavando las manos para decir mis oraciones matutinas", dijo. "Oí un ruido tremendo, luego sentí sangre en mi pierna y me di cuenta de que estaba herido."
En este punto, un empleado de la administración del hospital, actuando según las instrucciones impartidas por el ministro de Salud nombrado por Estados Unidos, vino a decirme que yo no tenía nada que hacer en las instalaciones. No era un día para estar informando sobre iraquíes que sufren ni para que personajes peligrosos como son los periodistas anduvieran recabando estadísticas sobre la violencia.
Así pues, me dirigí a la casa de un hombre de negocios iraquí, de mediana edad y religión cristiana, para presenciar el sueño estadunidense vuelto realidad, orando por que mi anfitrión tuviera electricidad suficiente para que la televisión funcionara. El generador proporcionó apenas el fluido necesario para ello.
La pantalla brincó, parpadeó y tembló, pero allí estaban, uno a uno, levantándose para acercarse a la silla del rey Feisel y recibiendo aplausos con expresión radiante, hombres y mujeres del "consejo de gobierno" a los que nadie eligió, firmando una constitución que, al menos en teoría, garantiza libertad de expresión y de reunión: un torbellino de túnicas cafés, plumas resplandecientes, trajes azules y velos.
La mayoría de los iraquíes están más interesados en la electricidad que en constituciones, lo cual puede ser una de las razones por las que los detalles de este documento en particular no se han discutido en la calle, como hubiera debido ser.
Aún no sabemos, por ejemplo, si los kurdos tendrán poder de veto sobre cualquier decisión del nuevo gobierno. El documento original estipulaba que dos tercios de los votantes de tres provincias cualesquiera podrían interponer un veto. Los kurdos controlan tres provincias del norte, de las cuales sólo en dos, según la población chiíta dominante, tienen una mayoría de 500 mil personas.
Esta fue una de las razones por las que el viejo ayatola Alí al-Sistani objetó la firma la semana pasada: Ƒestará realmente representada por el nuevo gobierno la comunidad chiíta, que constituye 60 por ciento de la población iraquí? ƑObtendrá tres miembros de su credo particular en la presidencia rotatoria de cinco hombres, o uno en una presidencia de tres hombres, según lo que parecía indicar la firma de hoy?
Algo que tiene confusos a los pobladores es la cláusula que otorga a los iraquíes que hayan vivido en el exilio dos pasaportes y el derecho a la restitución de sus bienes.
ƑEso se refiere a los opositores a Saddam Hussein, o a las decenas de miles de judíos iraquíes que fueron expulsados de Bagdad hace más de cuatro décadas? ƑSe darán pasaportes a los israelíes nacidos en Bagdad y volverán? ƑPor qué no?, le pregunté a mi amigo cristiano. Sería justo, me respondió. Pero, Ƒapoyarán después los estadunidenses el retorno de los palestinos expulsados en 1948 de sus hogares en lo que hoy es Israel?
Al final, la ceremonia de firma fue pompa sin mucha circunstancia. Bremer, el hombre que supuestamente era experto en "contraterrorismo" cuando el presidente George W. Bush lo designó, y quien según se dice declaró que se retirará a la "vida privada" el 30 de junio, envió una carta de felicitación a los 25 hombres y mujeres.
Pero más tarde vinieron las acostumbradas precisiones fuera de libreta de sus voceros. Podemos esperar más violencia ahora que el documento se ha firmado. Habrá un incremento de los ataques de aquí al 30 de junio. Es la historia de siempre: mientras mejor se ponen las cosas, peor están. © The Independent Traducción: Jorge Anaya
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