.. |
México D.F. Martes 9 de marzo de 2004
CORRUPCION: PISTAS MULTIPLES
Tras
una semana de revelaciones escandalosas y de un atropellado bombardeo de
información, desinformación, mentiras y videos, el asunto
de la corrupción entre altos funcionarios del gobierno capitalino
y entre integrantes destacados del Partido de la Revolución Democrática
(PRD) empieza a sedimentarse -aunque todavía esté por llegar
a las pantallas televisivas y a las oficinas de procuración de justicia
un número indeterminado de cintas con nuevas escenas tan indignantes
como deprimentes- y deja ver las distintas y contrastadas pistas de este
infortunado circo político, mediático, empresarial y de "amistades",
según el eufemismo empleado por algunos de sus protagonistas. Es
pertinente verlas en detalle.
El primer escenario, el más evidente, y el central,
hasta ahora, es el de la organización delictiva que se conformó
dentro del Gobierno del Distrito Federal (GDF) y que reclutó, al
parecer, al ex secretario de Finanzas de la institución, Gustavo
Ponce Meléndez, a otros funcionarios y empleados -algunos de ellos
ya aprehendidos- y al empresario Carlos Ahumada Kurtz. En una segunda pista,
estrechamente vinculada a la primera, pero diferente, en estricta lógica
institucional, figuran personalidades de la primera línea del perredismo,
como Rosario Robles, ex jefa del gobierno capitalino y ex presidenta del
partido; René Bejarano, ex secretario particular de Andrés
Manuel López Obrador y ex coordinador de la fracción perredista
en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF); Carlos Imaz, jefe
delegacional en Tlalpan, y Ramón Sosamontes, además de media
docena de jefes delegacionales sobre quienes se han lanzado, hasta ahora,
meras sospechas, pero ningún señalamiento sólido.
Los indicios de repudiable corrupción en el GDF
ameritan, sin duda, una investigación judicial profunda e implacable
y la imposición de sanciones legales a quienes se encuentre responsables.
Los manejos ilícitos o inmorales de dinero en el entorno cercano
a López Obrador ponen en evidencia una falla grave en los mecanismos
de control, fiscalización y comunicación interna en el equipo
del gobernante y ameritarían de éste una autocrítica
y una reorganización a fondo de su personal y sus formas de operación.
El PRD, por su parte, debe proceder a un trabajo honesto
y radical de saneamiento interno y a un deslinde incondicional ante quienes
permitieron, propiciaron y capitalizaron la putrefacción en las
filas partidarias.
Sin afán de ocultar o disminuir la trascendencia
de lo ya señalado, ha de mencionarse, también, que la crisis
en el gobierno capitalino y en el partido del que surgió obedece
a un cuidadoso, especializado y paciente trabajo de formación de
consensos, de contextos y de climas de opinión pública para
aprovechar la venalidad de algunos perredistas con el propósito
de destruir -política y mediáticamente, al menos- al titular
de ese gobierno, cancelar sus perspectivas a futuro y desarticular un proyecto
ideológico y social que se erige, hasta ahora, como única
alternativa viable al neoliberalismo privatizador y antinacional que impera
en el gobierno federal desde hace varios sexenios.
En ese operativo de demolición política
confluyen, por una parte, instancias nacionales o internacionales capaces
de hacer un trabajo de espionaje de alta tecnología, como el que
se realizó en un hotel de Las Vegas para documentar furtivamente
las francachelas del ex secretario de Finanzas del GDF; intereses económicos
y políticos enemigos del proyecto de gobierno que se desarrolla
en la capital, entre los cuales se encuentran, evidentemente, el corruptor
profesional Ahumada Kurtz y quienes se encuentren detrás de él,
así como corrientes y figuras que operan en diversos partidos políticos,
incluido, por supuesto, el PRD. Asimismo, resulta inocultable, y hasta
sospechoso, el entusiasmo de medios informativos y de informadores destacados
por enfocar el escándalo exclusivamente en la figura del jefe de
Gobierno y por evitar a toda costa preguntas incómodas, pero ineludibles,
sobre el origen, el propósito y los canales de distribución
de los videos difundidos hasta ahora; tales actitudes obligan a suponer
que tras las exhaustivas coberturas del escándalo no sólo
hay un afán profesional por buscar la verdad o un empeño
comercial por obtener mejores porcentajes de audiencia, sino también
un interés político por acabar con lo que representa, en
el presente y en perspectiva, la gestión de López Obrador.
No es fortuito que el bombardeo político y mediático
contra el GDF haya dejado en el olvido y en la oscuridad escándalos
no menos relevantes para el país, como los fraudes perpetrados en
el curso del rescate bancario del sexenio pasado, el desvío multimillonario
del Pemexgate, el financiamiento ilegal a los Amigos de Fox, el posible
desvío de recursos a la fundación Vamos México o las
peticiones de mordida del aún presidente del Partido Verde
Ecologista de México (PVEM), Jorge Emilio González, también
videograbadas y difundidas en horario estelar. A la luz de los sucesos
posteriores, la exhibición de las corruptelas del Niño
Verde parece un mero ensayo para medir reacciones sociales ante las
revelaciones que habrían de llegar días más tarde.
En suma: la opinión pública debe estar pendiente
de todas las pistas en las que transcurre el escándalo, las muestras
de descomposición y a los posibles ilícitos perpetrados en
el contexto del perredismo gobernante en la ciudad de México, hechos
de suyo inadmisibles, exasperantes y punibles; pero no debe perderse de
vista que se evidencian en el contexto de lo que parece ser una operación
de descrédito en gran escala, un guión según el cual
la motivación principal de Ahumada Kurtz no sería tanto la
obtención de ganancias ilícitas cuanto el aprovechamiento
de la proclividad a la corrupción de una cantidad aún incierta
de perredistas -funcionarios, directivos, militantes- y empleados del GDF
para videograbarlos mientras reciben dinero para exhibirlos y destruir,
de esa forma, la autoridad moral del jefe de Gobierno. Si éste pretende
rescatar su imagen de honorabilidad y la viabilidad de su mandato, no tiene
más alternativa que emprender una limpieza rápida y a fondo
de su equipo y deslindarse, en forma expedita e inequívoca, con
acciones políticas y judiciales, de las estructuras clientelares
perredistas en las que -es un secreto a voces- se refugia la corrupción.
|