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México D.F. Miércoles 10 de marzo de 2004
LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Historias en la cocina
Combinación de ironía y absurdo Exige
paciencia al espectador
QUIEN RECUERDE LA breve exhibición en México,
hace algunos años, de la película Eggs (Huevos,
1995), de Bent Hamer, apreciará sin duda, y sin demasiadas reticencias,
la curiosa combinación de ironía y absurdo en el estilo narrativo
del director noruego. Su nueva incursión en el terreno humorístico,
Historias en la cocina, se inspira para su propuesta central en
un hecho real, las investigaciones que durante los años de la posguerra
condujo un grupo de científicos suecos para un Instituto de Investigación
del Comportamiento Doméstico. El objetivo era diseñar el
espacio de una cocina -distribución de muebles, ángulos de
desplazamiento- a partir de las rutinas observadas en las amas de casa,
primero, y en un estudio posterior, en hombres solteros.
POR
EXTRAVAGANTE QUE parezca, el concepto de la cocina actual se desprende,
justamente, de esas pesquisas casi detectivescas. ¿Un tema de cine?
Había que atreverse. Con esta historia, el director noruego elabora
la parábola de una amistad masculina, construida en un reducido
espacio doméstico, que venturosamente se impone a las rivalidades
nacionalistas, a las dificultades de la primera convivencia forzada, y
al asedio combinado de un supervisor exigente y un vecino entrometido y
además celoso.
EL SUECO FOLKE NILSSON es enviado al pueblo de
Landstad, en Noruega, para estudiar el comportamiento de Isaac Bjorvik,
un soltero un tanto díscolo. Lo que se describe minuciosamente es
la difícil aclimatación del primero a la vida sedentaria
y hosca del segundo. Quienes conducen los estudios de comportamiento doméstico
deben pernoctar al lado de las casas de una caravana, y pasar el resto
del día laboral en la cocina, trepados en una silla muy alta, puesto
de observación un tanto cómico, desde donde podrán
estudiar, sin derecho a comunicarse con el observado, cada uno de los movimientos
del anfitrión silencioso.
LAS PERIPECIAS SON múltiples y algunas muy
jocosas. Historias en la cocina posee ritmo lento que exige al espectador
complicidad y paciencia. Sin embargo, el ingenio del cineasta sorprende
en cada escena, desde las artimañas de Isak para no ser correctamente
observado hasta su decisión de practicar un agujero en el techo
para observar a su vez a quien sigue sus pasos. Observando al señor
Bjorvik, una comedia del absurdo, cercana al espíritu de Beckett,
con una engañosa calma que apunta hacia un desenlace más
emotivo, Ryan Gilbey, crítico de la revista inglesa Sight and
sound, resume atinadamente: "Una caricatura del Correcaminos reducida
a un ritmo de caracol". Y, justamente, la cinta reproduce muy bien en la
parsimonia de su ritmo las sensaciones de espera y acecho, la disciplina
profesional y las infracciones a que obliga la amistad naciente, y esa
reserva inicial que deviene paulatinamente generosidad fraterna. Todo esto
permite después encontrar un tono justo en escenas difíciles
como la del cuidado que prodiga Isak a su caballo enfermo, premonición
elocuente de mayores desventuras en puerta.
HISTORIAS EN LA COCINA es
esencialmente una historia sobre la amistad, pero también una divertida
incursión en los nuevos ámbitos domésticos de la posguerra,
tal como los podían imaginar los diseñadores nórdicos
de principios de los años 50. Al esquema funcionalista que imagina
nuevas disciplinas domésticas contra la desorganización y
el caos, se oponen la dinámica y rumbo imprevisibles de una amistad
en construcción -el desorden afectivo de Isak y su observador Folke-
en esta historia original y sobria de Bent Hamer, el más sonriente
de los pesimistas realizadores nórdicos.
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