México D.F. Lunes 29 de marzo de 2004
León Bendesky
Diálogo de sordos
La discusión sobre el curso de la economía mexicana ha sido desde hace mucho tiempo un diálogo de sordos. La disputa se vuelve más apetitosa para el público cuando se enfrentan Vicente Fox y Carlos Slim. Los argumentos de uno y otro son conocidos, los han expuesto desde hace tiempo sin variaciones apreciables con respecto al intercambio de la semana pasada. Las posiciones no son nuevas y, a pesar del peso que tienen ambos proponentes, no se abre la posibilidad de entablar un debate en serio sobre la forma de promover el crecimiento sostenido del producto, en un entorno de estabilidad financiera que promueva la inversión y con mecanismos para elevar las condiciones del bienestar de la población.
La postura que defiende Fox es la misma de los gobiernos en sus distintas encarnaciones desde De la Madrid. No hay diferencias, la tonada es la misma: mantener la disciplina fiscal y monetaria para que la estabilidad macroeconómica genere de modo automático una recuperación del ritmo de crecimiento del producto y del empleo. Es una tonada sosa y desgastada. Esa postura ha secuestrado las posibilidades efectivas de cambio en el funcionamiento de esta economía. Hoy la estabilidad que se ha conseguido a muy alto costo económico, financiero y, por supuesto, social, está disociada del crecimiento y muestra el límite del sustento teórico y práctico de la gestión económica que se aplica como si fuera el único camino. El modo único de hacer política es siempre peligroso, por la falta de imaginación que entraña y porque es la simiente del autoritarismo ya sea abierto o disfrazado.
La disciplina fiscal existe en términos contables (déficit = ingresos - gastos), aunque con subterfugios por los pasivos contingentes que aumentan de modo efectivo la carga sobre el fisco. El reducido déficit contable es resultado de una muy insuficiente captación tributaria y una todavía peor asignación de los recursos públicos. La defensa a ultranza de la fórmula contable es, sin duda, políticamente cómoda para el Presidente y su secretario de Hacienda, que con ella se refugia en la técnica y el quehacer burocrático. Además, ejerce estricto control sobre los órganos del sector que supuestamente debían actuar con márgenes de independencia, tal como ocurre con la administración tributaria, la comisión bancaria y el instituto que debe administrar las deudas con los bancos y proteger el ahorro.
El banco central, la mancuerna de este esquema, ha convertido su trabajo en el de un guardavía, apretando el obturador de la cantidad de dinero mediante un instrumento débil como el corto, pero sin hacer una gestión decisiva de las tasas de interés y del funcionamiento del sistema bancario que favorezca el crédito y la inversión productiva. Lo protege en cambio en su posición de rentista y comisionista, en contra de los objetivos declarados de la misma política económica.
A esto le ha llamado el presidente Fox en su reciente defensa de dicha política un modelo de mercado con "responsabilidad social". El mercado no tiene ninguna responsabilidad social, no es ésa la esencia de su funcionamiento, por eso requiere de toda una serie de formas de intervención estatal para armar esquemas de protección que soporten las condiciones de bienestar de la gente. Este modelo no los tiene.
La crítica de Slim se dirige a la incapacidad del modelo para crear más inversión y riqueza que abarque a un conjunto más amplio de la población, para lo que se necesita reorientar el gasto público. Al final a nadie le conviene el estancamiento con debilidad social que caracteriza al sistema económico, ni a los mismos empresarios, aunque la mayoría, muy miope, no quiera admitirlo.
Advierte Slim que la situación prevaleciente de falta de crecimiento y empleo lleva a añorar el populismo que podría derivar en formas autoritarias de control social. Teme al populismo, y sabemos que puede provenir de cualquier lado del espectro ideológico, cuestión que no es menor cuando se piensa en el escenario de 2006.
Pero, Ƒrealmente será éste el debate necesario o más bien habría que poner atención en el profundo deterioro del entorno político que surge del quebranto de las estructuras partidarias, cada vez menos útiles para la sociedad, que ocurre bajo la abierta complacencia del propio gobierno? Este quebranto, junto con el dogma de la gestión económica, son una mala combinación que favorecerá los peores intereses de esta sociedad.
Nadie mejor que Slim sabe de la rentabilidad de sus negocios, igual que el resto de las grandes empresas que cotizan en la bolsa. La ironía presidencial con respecto a que no entiende a qué se refiere la crítica del hombre más rico del país está en este caso fuera de lugar. Si algo tiene el modelo económico que promueve su gobierno es, precisamente, privilegiar a esas grandes empresas y, especialmente a sus dueños, cuyo éxito financiero no tiene ninguna vinculación con la existencia de la mayor parte de los mexicanos. La economía no ha crecido en tres años consecutivos y las ganancias de un puñado de empresas aumenta sin cesar, ese es uno de los dilemas de México.
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