México D.F. Lunes 29 de marzo de 2004
Denuncian coyotaje, malas condiciones de venta callejera e insuficiente apoyo oficial
Valorar artesanías, clamor de indígenas
Las enfermedades laborales, entre ellas los daños a la vista, otros problemas
ARTURO JIMENEZ ENVIADO
Chihuahua, Chih., 28 de marzo. El momento complejo y profundo de poder crear una obra de arte popular y el conocimiento amplio que ello implica es muchas veces permeado por la alquimia y el férreo carácter propio de las artesanas.
Pero también existen enfermedades laborales -como la afectación visual de las tejedoras-, intermediarismo, malas condiciones de venta callejera y exigencia de bajos precios por los compradores, todo lo cual puede explicarse como subvaloración o discriminación del trabajo indígena.
Todo ello y más, lo bueno y lo malo, forma parte del universo cotidiano que esas artistas indígenas de México enfrentan en una actividad que, en última instancia, crea y recrea en la belleza las culturas e identidades del país.
En una mesa conducida por la fotógrafa y cantante zapoteca Martha Toledo, quien Optó por la charla y desechó la formalidad, tocó ahora el turno a las artesanas, en especial a las tejedoras de sueños e historias.
El sábado fue el segundo día del tercer Encuentro de Mujeres Indígenas en el Arte Popular, Creadoras de Sueños y Realidades, que se realiza en esta capital y concluye este domingo por la noche.
Reunidas bajo una de las varias carpas blancas instaladas en la Plaza de Armas, charlaron con Martha y con el público -y mostraron parte de sus trabajos- Priscila Guerrero Morelos, nahua de Yaunahuac, Puebla; Eva Inés Batista Carmona, rarámuri de Bocoína, en la sierra Tarahumara, Chihuahua, y María Facunda Elías Morales, tejedora totonaca de la comunidad de El Tajín, municipio de Papantla, Veracruz.
Asimismo, Gabriela Martínez Marín, tejedora mazahua de San Antonio de la Laguna, estado de México y doña Guillermina, nahua y tejedora de gabanes de lana de Juan Cuamatzin, Tlaxcala.
Crean, recuperan, venden, demandan
Priscila Guerrero teje, investiga y crea colores con plantas, insectos y rituales milenarios, como el del añil; entinta telas, vende, organiza a sus compañeras y con ellas demanda, y a veces logra, apoyos oficiales para sus proyectos productivos, de capacitación y de estudio de mercados.
Es representante de un grupo comunitario de artesanas y participa en una organización estatal de Puebla que ha tenido logros en la comercialización.
En el caso de su comunidad, contó que han recuperado parte de su tradición textilera, hasta hace poco en peligro de desaparecer, con lo cual además han aligerado un tanto su difícil situación socioeconómica y han fortalecido su identidad local.
Habló de muchos temas relacionados con el trabajo y la vida de las artesanas, y de problemas complejos, entre ellos los bajos precios que, en general, pagan por sus productos, creados con mucho tiempo y esfuerzo.
A su vez, Eva Inés Batista crea vasijas de barro, pequeños tambores tarahumaras de piel, diseños sobre corteza de árboles, vestidos tradicionales y trabaja con un grupo de alrededor de 50 artesanos.
Compartió su experiencia sobre los problemas de coyotaje o intermediarismo que padecen los rarámuris de la Tarahumara, pues los chabochis (mestizos y blancos) "llenan sus camionetas" de artesanías y ellos mismos fijan el precio.
También, de los problemas de vender a la intemperie en la ciudad de Chihuahua, bajo el sol, la lluvia o con frío, por lo que demandó a las autoridades estatales y municipales la creación de un lugar de venta en condiciones dignas.
Adversidad, trabajo, dignidad
María Facunda Elías cuenta que en su comunidad totonaca, en la que hay cinco grupos integrados por unos 200 artesanos, también se recupera la utilización de tintes naturales y se lucha por espacios de venta, ante la insuficiencia de los logrados con mucho trabajo a la entrada de la zona arqueológica de El Tajín.
Gabriela Martínez, viuda, de 25 años, no se separa de su pequeña hija de cinco, a la cual enseña el mazahua y la impulsa a que aprenda bien el español, para que no enfrente tantas dificultades como la madre.
La vida de trabajo y férrea voluntad de esta tejedora, que ha ganado un premio nacional y vencido obstáculos incluso en su misma comunidad, gira en torno al proyecto de una mejor vida para su niña.
Doña Guillermina también trabaja con tintes naturales, pero, a diferencia de las demás tejedoras, en su comunidad la materia prima es la lana. Mencionó que en su pueblo la organización no es mediante grupos, sino con telares familiares, lo cual dificulta más avanzar en la comercialización.
Antes de la mesa de tejedoras y artesanas se realizó otra en la que intervinieron locutoras de diversas radios indígenas del país, entre ellas las rarámuris Carmen Sotelo y Tirsa González, la mayo Rita Amarillas y la mixteca Amalia Tello.
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