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México D.F. Martes 6 de abril de 2004
COAHUILA: IMPREVISION Y TRAGEDIA
La
tragedia que se abatió sobre las localidades coahuilenses de Piedras
Negras y Nueva Rosita, donde decenas de personas perdieron la vida y miles
de familias se quedaron sin casa debido a los desbordamientos fluviales
ocasionados por lluvias tan intensas como inesperadas, es consecuencia
de fenómenos naturales inevitables y en buena medida imprevisibles.
Pero los datos disponibles hacen pensar que los saldos del desastre natural
habrían podido ser atenuados, e incluso minimizados, si se hubiese
actuado con previsión y responsabilidad, tanto de tiempo atrás
como en las primeras horas de la catástrofe.
Debe señalarse, por principio de cuentas, que los
asentamientos humanos más afectados por las crecidas de los ríos
-Villa de Fuente y Colonia Presidentes, en Piedras Negras, y Rovirosa,
Los Filtros, Las Torres y María, en Nueva Rosita- son barrios humildes
y en algunos casos irregulares, edificados a orillas de cauces naturales
de agua que, si bien habían permanecido secos durante décadas,
constituyen una trampa mortal en caso de lluvias torrenciales. Las instituciones
y los funcionarios que permitieron la ubicación de tales asentamientos
tienen, por ello, responsabilidad en la tragedia de estos días.
Desde otra perspectiva, resulta difícil creer que,
en pleno siglo xxi, los mecanismos federales y estatales encargados de
la protección civil no hayan dispuesto de pronósticos meteorológicos
que les permitieran prever la intensidad de las lluvias y prefigurar, así
fuera en alguna medida, los riesgos que corrían los habitantes de
los municipios afectados. El hecho es que los ríos se desbordaron,
arrasaron con personas, casas y vehículos, borraron colonias enteras,
y las autoridades se aparecieron por las zonas afectadas cuando ya muchos
de los pobladores habían muerto.
Cabe exigir que, así sea en forma tardía,
las instancias locales y nacionales reaccionen, en lo inmediato, para impedir
más pérdidas de vidas y de propiedades y para atender las
necesidades más acuciantes de los miles de damnificados por las
inundaciones. Una vez que pase el momento de riesgo es necesario evitar
el olvido institucional de los afectados y emprender, en cambio, acciones
de reconstrucción y atención a las zonas devastadas, así
como establecer mecanismos de seguridad y protección que sirvan
para algo más que para las sempiternas campañas de publicidad
que ensalzan los avances oficiales.
Finalmente, y habida cuenta de que en esta ocasión
el presidente Vicente Fox prefirió viajar sin prensa al lugar de
los hechos, cabría esperar que las autoridades permitieran a los
reporteros informar a la sociedad sobre las dimensiones reales de la tragedia,
sus circunstancias y las medidas oficiales orientadas a paliarla.
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