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México D.F. Jueves 15 de abril de 2004
JAZZ
Antonio Malacara
Tatuajes
AUNQUE ESTO DE la belleza, la fuerza y los matices
emocionales ha sido una constante en la carrera de Eugenia León,
aun antes de su despegue solista en 1984 (con Luz, aquel inmenso
elepé que descatalogaron al poco tiempo de aparecido por errores
administrativos de la disquera), su más reciente disco, Tatuajes,
resulta particularmente intenso y atractivo. Veamos.
NUEVAMENTE,
PROVERBIAL EN ella, Eugenia despliega su temperamento en un juego de
luces que desborda los surcos del compacto, los colores vocales se esparcen
en volandas, nos sumerge en una suerte de encantamiento con la difícil
sencillez de sus fraseos. Pero ahora, además, va de la mano con
el enorme talento de Héctor Infanzón, quien no se "limitó"
al piano, los teclados, los silbidos, los arreglos y la dirección
musical; desde un principio, hace casi dos años, también
fue cómplice en los conceptos del disco y en la selección
del material a grabar.
HECTOR, QUIEN YA había grabado con ella
en el álbum Maradentro, imprime en esta ocasión un
perfecto equilibrio entre lo emocional, lo ritual y lo lúdico. Todo
mundo gana. Sin caer en excesos de síncopa o improvisación
(que bien pudieran darse por su bagaje jazzístico), el maestro viste
este disco con una dinámica fresca y alegre, pero, ante todo, rescata
a Eugenia León de ese academicismo a ultranza en que iba cayendo.
HOY, SU VOZ se despoja de los oropeles de soprano
operística con que pretendía "elevar" su nivel (al lado del
Cuarteto Latinoamericano o de Ramón Vargas, por ejemplo). En plena
madurez vocal y existencial, y después de 30 años de carrera,
el registro baja y regresa a los exquisitos aromas de callejón y
banqueta con los que nos cautivaba desde los tiempos de Víctor Jara
(el grupo) o Sanampay, o con elepés de la talla deLuz (1984),
Otra vez (1986), Algo viene sucediendo (1987), Maradentro
(1988), Ven acá (1989) o Juego con fuego (1991). Ella
misma se vuelve a dar ese privilegio y nosotros... pues nos dejamos apapachar
con una franca sonrisa entre el alma y el estómago.
Y POR SI esto no fuera suficiente, Eugenia nos
sorprende editando Tatuajes de manera totalmente independiente,
al margen de la industria y de la dictadura del mercado. En la selección
de las canciones, la chavala regresa a las obras de esa caterva de genios
inadaptados que, remando a contracorriente, desde hace tiempo han sentado
las bases de la nueva canción mexicana. Hablamos ahora de David
Haro, Marcial Alejandro y hasta de Héctor Infanzón, aunque
Eugenia ha recreado igualmente los temas de Pepe Elorza, Jaime López,
Guillermo Briseño, Gerardo Bátiz y Alain Derbez.
ENTRE LAS PLUMAS de Extranjia, figura la pieza
que da título al disco (aunque en singular), pues Tatuaje,
de Chico Buarque, es un delicioso, delicado bocado que se había
vuelto ya un clásico en las voces de Elis Regina, María Bethania
o del propio Buarque, y ahora recibe a plenitud el acariciante timbre de
Eugenia. Los temas transcurren entre la diversión del trote y el
candombe debidamente rediseñados, entre las canciones de agua, el
bolero, la balada y el son jarocho que entra en contubernio con la chacarera.
David Haro es el compositor que más aparece, aportando incluso una
de sus piezas clásicas, Morir en paz, que hace dos décadas
sirvió hasta de tema para una telenovela (sic).
EUGENIA LEON CONOCE y domina el secreto del cantar,
de la interpretación, y trasciende con el alma en la cintura a los
"limitados" y exigentes sectores que han seguido desde siempre las rutas
de la otra canción mexicana (antes nuevo canto). Su voz llega a
públicos tan diversos como extensos. Todos la disfrutan, aunque
no todos entiendan plenamente su compromiso con la Utopía. Salud.
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