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México D.F. Sábado 17 de abril de 2004

Fallido agresor de Díaz Ordaz pasó 23 años en un siquiátrico

Carlos Castañeda de la Fuente sufrió tortura; ahora pide limosna en la calle

GUSTAVO CASTILLO GARCIA /I

Carlos Francisco Castañeda de la Fuente tuvo una sólida formación católica. Sus padres fueron cristeros. A los 25 años pretendió convertirse en sacerdote y ser misionero en Africa, pero no tuvo un pariente que patrocinara la "dote" que le exigía la Compañía de Misioneros de Guadalupe. A los 29, luego de terminar la secundaria abierta, decidió matar al presidente Gustavo Díaz Ordaz para vengar a los estudiantes asesinados el 2 de octubre de 1968. Falló. Tras 23 años de encierro en un hospital siquiátrico, hoy deambula por las calles del Distrito Federal pidiendo limosna.

Este caso es verídico. La Jornada posee copia del expediente, que ya forma parte de las investigaciones de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp).

El 5 de febrero de 1970, el único tiro que salió de su pistola Luger se incrustó en la carrocería del vehículo en el que viajaba el general Marcelino García Barragán, a la sazón secretario de la Defensa Nacional.

De inmediato fue detenido por elementos del Servicio Secreto y Guardias Presidenciales. Horas después fue entregado al titular de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), el capitán Luis de la Barreda Moreno, y éste, a su vez, lo puso en manos de Miguel Nazar Haro, quien le amarró los testículos con hilo de cáñamo, de un jalón lo arrodilló y lo obligó a rezar.

Así comenzó un verdadero infierno para Castañeda de la Fuente. "Un joven tranquilo, católico", que pensó: "detrás de cada movimiento hay un hombre dispuesto a dar la vida para influir en el movimiento" y también que "gastados todos los medios, se usan las armas".

Cuatro meses pasó detenido e incomunicado. Estuvo en las instalaciones de la DFS, en el Campo Militar Número Uno y en la estación migratoria de Iztapalapa. Pero eso no fue nada. Vendrían 23 años de reclusión en el hospital siquiátrico Samuel Ramírez Moreno, situado en el kilómetro 5.5 de la autopista México-Puebla. En un juicio sumario lo declararon enfermo mental.

Mientras él permaneció en manos de la DFS y la milicia, en el siquiátrico se construyó, ex profeso, un búnker antiatentados. Se le nombró Pabellón Seis. El y sólo él estuvo ahí cuatro años, incomunicado, alejado de todo y de todos.

Las autoridades tomaron sus precauciones para evitar que se fugara aquel hombre que, antes de ser detenido, en sus ratos libres leía con avidez los diarios capitalinos, y que desde antes del 2 de octubre de 1968 anotaba las promesas presidenciales y debajo de ellas los hechos que difundían de forma cotidiana los periódicos.

Sus custodios "actuaban como enfermeros y vigilantes. Dos en la mañana, dos en la tarde y cuatro por las noches".

El 5 de febrero de 1970, Carlos Francisco Castañeda de la Fuente salió del departamento que ocupaba en el número 24 de la calle Velázquez de León número 80, en la colonia San Rafael.

Ya había leído en el diario El Universal que el presidente Gustavo Díaz Ordaz asistiría a un acto en el Monumento a la Revolución, y su objetivo, ese día, era asesinarlo.

En una pequeña maleta de plástico metió la pistola Luger que había adquirido en 900 pesos. Sus ahorros de todo un año. Su idea de matar al presidente se gestó por lo menos dos años antes de 1970: "Un amigo, católico, de la secundaria", le regaló el libro Héctor, de Jorge Gram, que hablaba del prototipo del joven cristero.

Según un estudio siquiátrico practicado a Castañeda el 18 de julio de 1985, el texto del sacerdote David Ramírez, mejor conocido como Jorge Gram, influyó "profundamente en su vida". El libro fue uno de los primeros que se publicaron sobre el tema de la guerra cristera que abarcó de 1926 a 1929. Gram justificó en su obra que la sociedad católica debió haberse armado y enfrentado al gobierno de Plutarco Elías Calles.

De ese libro, Castañeda de la Fuente obtuvo tres de las ideas por las que durante 23 años se le tachó de enfermo mental: ''detrás de cada movimiento hay un hombre dispuesto a dar la vida para influir en él"; "sacerdotes que no estén dispuestos a defender a la Iglesia con las armas están derrumbando sacrílegamente el orden impuesto por Dios", y "gastados todos los medios, se usan las armas".

Pero más influencia tuvo en Castañeda de la Fuente el movimiento estudiantil de 1968, según los "estudios siquiátricos" que le fueron practicados desde 1970 y hasta 1993. La cadena de acontecimientos que se sumaron para que el entonces presidente fuera el objetivo de sus balas son, entre otros, el hecho de que Gustavo Díaz Ordaz hubiera negado la derogación del delito de disolución social, y que el Ejército hubiera asesinado a jóvenes estudiantes el 2 de octubre de 1968.

''Con base en los hechos anteriormente relatados y bajo el razonamiento de que en México 90 por ciento de la población es católica, entonces murieron muchos católicos esa noche, y yo debería vengarlos", declaró al siquiatra Horacio Trujillo.

Carlos Castañeda partió de su departamento con la decisión tomada.

Llegó al Monumento a la Revolución al filo de las 10:45 horas. Su intención de disparar contra el Presidente se frustró por el gran número personas que rodeaba al mandatario.

Creyó que tendría una segunda oportunidad y se dirigió al cruce de Insurgentes y Gómez Farías.

Era el punto de salida de Díaz Ordaz y su comitiva, Castañeda, de acuerdo con los documentos en los que se reconstruyó el atentado, quedó a una distancia de ocho metros de un automóvil.

Sacó el arma, apuntó al vehículo, pero en la unidad no viajaba el presidente, sino el secretario de la Defensa Nacional, general Marcelino García Barragán. Sin embargo, decidió disparar, con el "razonamiento de que el Ejército era el causante de tantos católicos muertos en 1968.

''Buscó no herir a las personas cercanas y falló; el tiro pegó en el chasis del automóvil. Es apresado inmediatamente sin oponer resistencia alguna. Fue llevado a la Dirección Federal de Seguridad y lo torturan. Diez días después es trasladado al Campo Militar número uno, donde es torturado (nuevamente) y amenazado con un revólver en la cabeza sin presentar ningún tipo de angustia, pues se consideraba un hombre dispuesto a dar la vida por sus ideales", señaló en su informe el siquiatra Horacio Trujillo.

La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) elaboró en 1992 un informe en el que se señala: ''luego del atentado, Castañeda de la Fuente fue trasladado a la Casa Museo Venustiano Carranza, ubicada en la calle de Río Lerma, en la colonia Juárez, donde fue golpeado y posteriormente conducido a la DFS. Durante su detención, su director (Luis de la Barreda Moreno) lo interrogó por varios días" y luego lo entregó a Miguel Nazar Haro.

''El comandante Nazar Haro hizo que me bajaran los pantalones y con un cordón de hilo de cáñamo me amarró los testículos y me dio un jalón muy fuerte; me dijo que rezara el credo, así, hincado ( ...) Como no demostré miedo no me hicieron nada más (...) Dijeron: 'no le tiembla la voz, está muy bien aleccionado'."

De la DFS se le transfirió al Campo Militar número uno, mientras su familia entera fue detenida.

''Sólo algunos amigos se dieron cuenta de lo que pasó. No fue algo que se conociera mucho. Estuvimos detenidos durante ocho días. Al principio no nos creían que había sido algo que se le ocurrió a él solo. Los agentes revisaron la casa, conocieron a nuestras amistades y vecinos", dijo en días pasados a La Jornada Pedro Castañeda de la Fuente, hermano de Carlos.

Para él es "un caso que duele, que reabre heridas, que uno ya quiere olvidar, que ya no tiene ninguna importancia porque no se puede hacer nada por él, ni por nadie más".

Sin embargo, este asunto demuestra que durante los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Alvarez y José López Portillo no sólo se combatió a grupos de inconformes con el régimen, sino que hubo individuos a los que se les aplicó todo el poder del Estado, y hoy son indigentes de los que públicamente poco o nada se sabía, aunque en las esferas oficiales siempre se tuvo conocimiento de ellos.

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