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México D.F. Domingo 18 de abril de 2004
DIAGNOSTICO EN EL ESPEJO
Según
un reporte elaborado por el Banco Mundial, México no conseguirá
antes de 2015 reducir a la mitad el número de sus habitantes en
condiciones de pobreza extrema, una de las llamadas Metas de Desarrollo
del Milenio suscritas en 2000 por los países miembros de la Organización
de Naciones Unidas, ni será capaz de revertir la desmesurada desigualdad
económica y social que se registra en el país.
Las causas de tal fracaso son múltiples, pero entre
ellas destacan tres que, por su magnitud, resultan ilustrativas. En primer
término cabría mencionar el acelerado proceso de concentración
de la riqueza y de depredación económica iniciado en la década
de los 80 y agudizado especialmente durante el sexenio de Carlos Salinas
de Gortari. En ese periodo, el país emprendió profundos cambios
estructurales que culminaron con la firma del Tratado de Libre Comercio
de América del Norte, medidas que en la retórica estaban
destinadas a potenciar el desarrollo del país y a revertir la situación
de pobreza extrema que agobia a millones de ciudadanos, pero que, en los
hechos, sólo favorecieron al gran capital extranjero y a un grupo
de grandes empresarios nacionales protegidos y favorecidos por el sistema.
En cambio, esas reformas del salinismo y la debacle iniciada
tras el llamado "error de diciembre", como puede constatarse en la profunda
crisis en la que se encuentran el campo y la industria nacionales, fueron
causa de mayor pobreza, desigualdad y desesperanza, además de foco
de corrupción en el contexto de la privatización de algunas
entidades estatales y del posterior e ilegal rescate bancario.
Adicionalmente, no debe soslayarse que entre los causantes
del progresivo empobrecimiento de México registrado en los pasados
20 años figuran el propio modelo neoliberal y los programas de ajuste
y estabilización impuestos por el Banco Mundial, el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y otras instituciones multilaterales. Por ello, los
señalamientos del Banco Mundial en el sentido de que los índices
de pobreza extrema en México son "inaceptablemente altos" resuenan
hipócritas y deberían ser interpretados como una suerte de
autodiagnóstico, pues la aplicación a ultranza de las políticas
dictadas por esa institución se encuentra en el centro del atraso
social y de la exacerbada miseria que se padece en el país.
Finalmente, ha de señalarse que los sucesivos gobiernos
de México, al menos en los pasados cuatro sexenios, han carecido
de sensibilidad social y han optado por aferrarse a un modelo económico
injusto, dogmático y depredador que no ha conseguido contrarrestar
las desigualdades ni ampliar las expectativas de desarrollo general pero,
en cambio, sí ha impulsado la exacción de los recursos nacionales
en beneficio del gran capital (el fraude del Fobaproa es un escandaloso
ejemplo de ello) y pretendido la rendición del patrimonio de los
mexicanos ante el extranjero, como lo ilustran la indiscriminada apertura
comercial -origen de multitud de quiebras empresariales y de la ruina de
incontables productores agrícolas- y la reiterada intención
oficial de entregar la industria energética del país a las
grandes corporaciones trasnacionales.
Con base en las actuales tasas de crecimiento, situadas
por el Banco Mundial en 3.5 por ciento anual, resultará imposible
cumplir las citadas metas del milenio, pero tal fracaso no es exclusivo
de las circunstancias actuales sino que tiene su origen, como se ha señalado
ya, en fenómenos de gran envergadura acontecidos en el país
en las décadas recientes con la implicación directa de los
gobiernos en turno y de los organismos financieros multilaterales.
Así las cosas, es claro que el flagelo de la pobreza
que azota a México sólo podrá ser erradicado cuando
se atiendan sus causas directas y se emprendan verdaderos programas de
desarrollo dirigidos solidaria y prioritariamente a la atención
de las vastas necesidades sociales y al desarrollo de la industria, el
agro y la infraestructura del país. Y, cabe reiterar, que entre
las medidas a tomar debe tener especial relevancia un distanciamiento claro
y consistente del esquema de dominación, endeudamiento y control
dictados por el Banco Mundial y el FMI.
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