Nora Patricia Jara

Tomarse una aromática taza de café en cualquier lugar de México o el mundo es participar de una compleja cadena de producción y comercialización de un producto del que dependen más de tres millones de mexicanos.

Consumir una mezcla de Arábica o Robusta, granos de primera calidad obtenidos en México en los cada vez más frecuentes establecimientos como: La Selva, El Jarocho, Gloria Jeans, The Coffee Factory o Startbucks es relacionar al consumidor con cerca de 200 mil productores en 12 entidades que representan a 398 municipios del país dedicados al cultivo del grano.

El café es apreciado como bebida desde tiempos remotos, sólo digno de los amigos de Dios según versan antiguos poemas árabes.

México es el principal exportador de café orgánico y, según datos de la Coordinación Nacional de Organizaciones Cafetaleras, la actividad genera divisas por 700 millones de dólares cada año.

Desde 1991 su cultivo ha significado 2.6 por ciento del valor de las exportaciones y aunque el panorama inmediato para la comercialización es favorable, hay dudas sobre la pertinencia de decisiones tomadas por los productores ante las condiciones del mercado. Se estima que México y los países del istmo centroamericano incrementarán la producción en la presente cosecha. Algunos especialistas consideran que esa será una decisión contraria a la tendencia del mercado, que indica que en general los precios van a la baja.

El producto generado por las familias de 28 grupos étnicos al que pertenecen más de millón y medio de indígenas dedicados a la siembra y comercialización de café sin agro químicos y de la más alta calidad ubican a México en el cuarto lugar mundial en cuanto a volumen de producción, quinto en extensión de cultivo y noveno en rendimientos.

Desde hace varios años, redes alternativas de productores y comercializadores trabajan en promover el consumo de café orgánico, a pesar del precio final mas elevado que tiene. El gobierno federal y organizaciones de productores mantienen una campaña de promoción para aumentar el consumo interno y para buscar nuevos mercados.

Algunos esfuerzos por mejorar la condición de los productores registran algunos, aunque mínimos avances. Firmas trasnacionales del negocio de las cafeterías han establecido convenios de abasto con productores tradicionales. Organizaciones de productores como la Unión Nacional de Ejidos de la Selva, que agrupa a mil 368 familias chiapanecas, han logrado a su vez abrir algunas franquicias fuera del país =