México D.F. Lunes 26 de abril de 2004
Problemas y riesgos siguen sin resolverse en
el municipio de Zinacantán, señalan
Bajo custodia civil y estatal regresan a sus casas
102 familias zapatistas desplazadas
El operativo de vigilancia incluyó un
helicóptero, 500 policías y numerosas patrullas
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
Municipio
de Zinacantan, Chis., 25 de abril. Las familias zapatistas desplazadas
el pasado 10 de abril retornaron hoy a sus comunidades, escoltados por
cerca de 200 indígenas encapuchados, bases de apoyo del EZLN de
otros municipios autónomos de los Altos, y más de un centenar
de acompañantes de la sociedad civil, tanto mexicanos como de otros
países.
Mediante un impresionante dispositivo de seguridad y observación
fotográfica y de video, el gobierno del estado siguió la
caravana hasta los cuatro rincones zinacantecos adonde retornaron las familias
afectadas. Un helicóptero sobrevoló la movilización
durante cuatro horas, constante y circular.
Esta noche volverán a dormir en sus casas las familias
zapatistas de Jech'vó, Elambó Alto, Elambó Bajo y
Apaz, que huyeron después de la emboscada ocurrida en Pasté
hace dos semanas, la cual provocó más de 30 heridos, algunos
de bala, y dejó impávida a la justicia, mientras el gobierno
primero negaba el problema, luego minimizaba y finalmente ''normalizaba''
unilateralmente la situación, sin emprender ninguna acción
penal contra los agresores, pese a encontrarse identificados plenamente.
''Hemos venido hasta aquí con el fin de acompañar
a nuestros compañeros y compañeras que se encontraban desplazados
desde el 10 de abril. Pero el día de hoy hemos venido a dejarlos
en su comunidad de origen a estos compañeros y compañeras,
y aquí van a estar, porque aquí es su casa, aquí es
su pueblo y nadie tiene derecho a molestarlos ni expulsarlos de su propia
comunidad; ellos son zapatistas y seguirán siendo zapatistas'',
manifestaron los representantes de los municipios autónomos de los
Altos, en un mensaje leído en Jech'vó y Apaz.
Hoy retornaron 35 familias a Jech'vó, 19 a Elambó
Alto, 33 a Elambó Bajo y 15 a la comunidad de Apaz (de los cuales
hasta ahora no existía información pública). Todas
permanecieron ocultas dos semanas en un predio rural próximo a Zacualpa,
en el municipio de San Cristóbal de las Casas.
''Queremos decirles otra vez a los hermanos que no son
zapatistas, o los que pertenecen a diferentes partidos políticos:
nosotros los zapatistas no queremos pelear contra nuestros hermanos indígenas
del mismo paraje y del mismo municipio. Nosotros no molestamos a nadie,
no ofendemos a nadie; los zapatistas respetamos a todos sin distinción
de organización, de partido o de religión. Pero también
queremos que nos respeten, que respeten nuestra lucha y nuestra resistencia'',
agregaba el mensaje leído por los representantes autónomos
y de la junta de buen gobierno de Oventic.
''Nuestra lucha no es en contra de nuestros hermanos pobres;
nuestra lucha tiene su causa justa que se llama democracia, libertad y
justicia para todos. ''Por eso nosotros, como bases de apoyo del EZLN,
queremos invitar a todos los hermanos indígenas, los que todavía
no entienden nuestra lucha, a que reflexionen; y esperamos que algún
día entiendan y se unan a nosotros para luchar juntos como hermanos.''
Un retorno anunciado
Los niños, expectantes, asustados al principio,
formados en la fila de hombres y mujeres (muchos de ellos descalzos y vestidos
con las ropas tradicionales de Zinacantán) que los conducen de regreso
a casa. Las mujeres con chal o bien rebozo, cargando las que no un bebé
y algunas pertenencias.
Los niños, tan pequeños en estas circunstancias,
suben al autobús donado a los pueblos zapatistas hace años
por grupos solidarios de Estados Unidos. Un camioncito escolar pintado
de amarillo. Otros desplazados abordan camiones de volteo o redilas.
Los pequeños y las mujeres reciben crisantemos,
flor de nube y otras flores blancas que reparten las mujeres de la sociedad
civil, que también les ofrecen cobijas y bolsas de granos; pero
no sonríen hasta después, cuando se encuentran a las puertas,
aún cerradas, de sus casas. En los patios desnudos, sin rastros
de animales domésticos.
En Jech'vó y Elambó Alto las viviendas de
los zapatistas son de por sí las más pobres, en muchos casos
de madera, en un municipio rural donde el grado de urbanización
y de viviendas de material es elevado. Donde ya hay verdaderas mansiones,
al rural modo, propiedad de los comerciantes y caciques de Nachig y Navenchauc.
Les quitaron el agua a la mala a principios de 2004. ¿Quién?
Los seguidores perredistas del ayuntamiento presidido por Martín
Sánchez Hernández. Estos mismos agredieron a la marcha zapatista
hace 15 días.
El caso de Apaz es distinto. Quince familias zapatistas
de esta comunidad, vecina del poderoso Navenchauc, fueron privadas de energía
eléctrica el primero de marzo. A la agencia municipal perredista
del caso se sumaron en la agresión las agencias municipales de los
partidos Revolucionario Institucional y del Trabajo.
Participaron hoy en la caravana civil las organizaciones
internacionales Médicos del Mundo y Sipaz, las ONG de la región
(Red de Defensores Comunitarios, Ciepac, Centro de Derechos Humanos Fray
Bartolomé de las Casas, Compich, Fideo, Capise y otras), grupos
civiles como la Colonia 5 de Marzo o el comité civil de diálogo
del FZLN de San Cristóbal, y organizaciones como Las Abejas, de
Chenalhó, cuyos presidente y vicepresidente acompañaron hoy
el retorno de los zapatistas.
También asistió un considerable número
de observadores civiles procedentes del Distrito Federal, Jalisco, Coahuila
y Morelos, así como de Estados Unidos, Cataluña, País
Vasco y Estado español, Francia, Italia, Suiza, Argentina, Uruguay,
Alemania, Canadá y Suecia.
Al respecto, fue evidente el interés camarográfico
de los enviados gubernamentales (federales, estatales y municipales), quienes
llevaban la obvia indicación de registrar a todos los extranjeros
asistentes. Interesante, ¿no? Sobre todo porque, como quizá
ya pocos recuerdan, la primera ''explicación'' del gobierno chiapaneco
sobre la emboscada de Pasté fue que ''personas ajenas al zapatismo''
habrían ''desviado'' la marcha del día 10 de abril. Acusaciones
así claman por algún chivo expiatorio.
El dispositivo gubernamental contó a su vez con
la participación de numerosas patrullas de la Policía de
Caminos y la Agencia Estatal de Investigaciones, los titulares de Seguridad
Pública y Secretaría de Pueblos Indios, agentes del Cisen
y la Policía Federal Preventiva, y otros que no fue posible identificar.
Desde Nachig colaboró en la conducción del operativo Juan
González Esponda, coordinador de la oficina gubernamental para la
reconciliación comunitaria.
Juan, no mayor de 10 años, recuerda bajo el diminuto
quiosco de Jech'vó las noches de hambre, frío y miedo, en
particular la madrugada del 11 de abril, cuando corrió a la montaña
con su familia al verse rodeados por perredistas armados del vecino pueblo
de Pasté. ''No quiero que vuelva a pasar'', dice.
A escasos metros del lugar, a bordo de un camión
de la policía sectorial se encuentran 20 agentes bajo las órdenes
de un alto mando de la agencia estatal de investigaciones.
En Elambó Bajo, el grupo más numeroso de
zapatistas retornados aguarda en un patio a que se retire la caravana que
los ha acompañado.
Conmovedoramente asidos los ramos de flores que alguien
les puso en las manos, no se mueven. Y durante un rato se da una extraña
contemplación mutua de los indígenas y la sociedad civil
urbana que los llevó hasta allí. Hasta que alguien del segundo
grupo dice ''vámonos'', los pobladores de Elambó Bajo agitan
sus manos en señal de despedida e inician la recuperación
de sus hogares.
En Apaz se repite la escena, sólo que en esta ocasión
rodeados por pobladores del lugar, más curiosos que hostiles. En
los cuatro parajes permanecerán campamentistas y observadores internacionales,
atentos a la seguridad de los retornados. Colaborarán en la reinstalación
de los servicios de agua y electricidad, y ofrecerán un acompañamiento
mientras las familias recuperan su cotidianeidad.
Finalmente, los desplazados zapatistas dejaron de serlo.
Sus problemas y riesgos, no obstante, siguen sin resolverse. Sin justicia
ni reconciliación verdadera, esto fue sólo un retorno, y
no en las mejores condiciones.
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